¡Que se vayan!

A esta España de nuestras entretelas hay que darle la vuelta. Hay un dicho popular andaluz que dice que “un paso atrás, ni para coger carrerilla”. Pero de verdad que hay ocasiones en las que a uno le dan ganas de echar el freno, pararse, y pensar en cómo volver a hacer lo que está mal hecho, que es mucho. En estos últimos días se han sacado a la luz unos hechos (y van…) que hacen pensar en si no sería mejor romper la baraja y sacar una nueva.
Hemos sabido lo del escándalo del dinero que debería haberse empleado en indemnizar a los despedidos por los ERES (expedientes de regulación de empleo) de Andalucía. Según las denuncias presentadas, millones de euros se han ido a los bolsillos de determinados políticos y sus familiares, en lugar de llegar a los que realmente habían sido despedidos. A alguno incluso, para que pudiera cobrar la indemnización máxima, se le ha computado como tiempo trabajado desde la fecha de su nacimiento. Todos nos preguntábamos cómo es que los sindicatos mayoritarios UGT y CCOO, no se habían percatado de ese desvío de dinero. Pues bien: Parece que las dos centrales sindicales cobraban entre el 0,5 y el 1 por ciento por cada ERE que se firmaba. En total, unos 7 millones de euros, más de 1.200 millones de pesetas, de un fondo oculto llamado “fondo de reptiles” (nombre muy adecuado). ¿Por eso no se daban cuenta del fraude que se estaba cometiendo con unos recursos destinados a los que iban a perder su trabajo?  La justicia decidirá, pero sobre esos sindicatos cuelga, de momento, la sombra de la sospecha de mirar para otro lado, cuando no de una buena dosis de connivencia.
Es muy significativo que el presunto delito, o la presunta irregularidad, se hayan dado en Andalucía, comunidad autónoma con un mismo gobierno en los últimos 30 años.
Parece que, a mayor tiempo en el gobierno, mayores son las corrupciones que se producen. Países que nos llevan años de ventaja en trayectoria democrática, y con una salud política mejor que la nuestra, contemplan en su legislación electoral un número máximo de legislaturas para una misma persona. Ahora en España se empiezan a escuchar voces que reclaman una legislación parecida para evitar abusos. Lo de los “100 años de socialismo, 100 años de honradez” de Alfonso Guerra ha demostrado ser más un deseo que una promesa.  
Si continuamos con este sistema, en el que un mismo líder puede gobernar un número de años indeterminado, seguiremos descubriendo tarde o temprano que él mismo o los que le rodean han cometido abusos. Lord Acton ya sentenció en 1887 que “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y yo añadiría que si ese poder se alarga infinitamente, se corrompe infinitamente. Por ello, y volviendo al inicio, a lo mejor habría que romper la baraja, y gritarles bien fuerte en las urnas a nuestros políticos con demasiados años en el poder, el título del último libro de Alfonso Ussía: “¡QUE SE VAYAN!”. Sería una buena forma de comenzar la regeneración democrática que este país está reclamando a gritos.