Una semana se tardó en detener en Ceuta a un hombre después de que su pareja le denunciara por Violencia de Género. Tuvo la mujer que volver a llamar para alertar que estaba recibiendo llamadas a su móvil y entonces realizar la oportuna detención. Historias como éstas suponemos que pasarán a diario, otras ni siquiera llegan a sucederse debido no sólo a la asimilación del rol débil, sumiso, pasivo que nos han inculcado desde edades pequeñas que hacen ver que la mujer tiene que aguantar por los hijos y las hijas. Sino a los continuos mensajes directos o indirectos que distintos personajes se han empeñado en mostrar para reforzar la idea machista de soberanía del “todo por el todo” y del “así sea mi voluntad en el cielo como en la tierra”.
Ha vuelto a morir una mujer con tan sólo 18 años y ya son 41 las mujeres muertas que llevamos en las espaldas de todos y de todas: Ana, Weili, Carmen, Leindiyeni, Mª Jesús, Esther, Ramona, Juliana, Susana, Montse, Natividad, Rosa, Marisol, Inés, Yohanna, Adrianny, Gigliola, Purificación, Yanela, Mireia, Arantxa, Gloria, Maren, Rosario, Sabrina, Angela, Julia o Mónica, son algunos de los nombres que desde la asociación Búscome suponemos que todavía no deben de ser suficientes para concienciar en el lenguaje expresado, y tener que escuchar expresiones en los medios de comunicación. Concretamente, en Tele5 en el programa de la Noria, por parte del presentador quien como si de una broma se tratara se atrevió a decir la frase, metafóricamente hablando “te voy a partir la cara, desgraciada”, a la voz de una mujer que salía mientras él intentaba dar un premio. Por tanto, seamos conscientes de lo que decimos, pues a veces esas palabras se hacen realidad.
También es importante detectar las señales de alerta que nos hacen ser víctimas de violencia machista aún sin ser pegadas o matadas. Es necesario, de una vez por todas, que la sociedad al completo asuma que estamos fracasando en materia de Igualdad. Que existen verdaderos esfuerzos en acabar con esta lacra social definida por varias asociaciones como terrorismo de género. Pero que todavía las muertes que llevamos no han hecho que nos levantemos de donde estemos y salgamos a la calle a exigir una correcta política de actuación. A reivindicar contundencia para detectar donde está verdaderamente el origen del problema y actuar, actuar y actuar, para luego actuar.
Apenas se ven en los colegios proyectos coeducativos serios capaces de romper los roles de género, escuelas de padres y madres que enseñen modelos educativos igualitarios, planes para trabajar la corresponsabilidad sin caer en la atribución casi automática de la mujer cuidadora que asume la conciliación como una carga propia ajena al resto de la sociedad, ni campañas formadoras y sensibilizadoras para aquellos sectores encargados de atender diariamente a la mujer. ¿Qué hace falta más?