¿Qué es eso?

Los que tenemos ordenador y navegamos por internet, también solemos tener correo electrónico y normalmente recibimos correos de amigos diariamente. A mí me sucede que diariamente recibo entre diez y veinte correos de mis amigos, que se van acumulando sin leer porque no tengo tiempo. Hace poco me entretuve en hacer limpieza en mi correo borrando muchos de ellos. Me llevó bastante tiempo porque tuve que leerlos para eliminar los que consideraba que no merecían la pena y mantener aquellos que me parecían interesantes. En total borré más de mil pero, aún así, a día de hoy tengo en la “bandeja de entrada” dos mil seiscientos cuatro correos sin leer. Cuando me recupere de esta última limpieza, tendré que hacer otra.
Entre los muchos correos que recibo, la mayoría son intrascendentes pero hay una parte que contienen algo que puede resultar interesante. Recientemente he recibido uno que creo que merece la pena y de él les quiero hablar hoy.
Hace tres semanas publiqué aquí mismo un artículo titulado “El camino a la sabiduría”. En él exponía algunas reflexiones sobre las circunstancias y avatares por los que hay que pasar para alcanzar la sabiduría, entendiendo como tal la capacidad de entender el verdadero sentido de la vida y de apreciar el auténtico valor de las cosas y comportarse de acuerdo con esas valoraciones.
Decía también en ese artículo que consideraba próxima a la sabiduría a la persona que era capaz de emocionarse con hechos ante los cuales anteriormente permanecía impasible, que sus fibras sensibles estaban preparadas para reaccionar rápidamente ante estímulos propicios y, en definitiva, tenían un corazón blando e ingenuo que olvida con facilidad el daño que le hayan podido hacer y está siempre dispuesto a perdonar y ayudar sin pedir nada a cambio.
Yo estoy, por desgracia, muy lejos de poseer esas características pero sí tengo que reconocer que el correo del que les voy a hablar ha llegado a emocionarme. Quizás eso indique que estoy en el buen camino, aunque muy lejos aún de la sabiduría.
Quizás muchos de ustedes hayan recibido también ese correo, pero no me resisto a la posibilidad de que los lectores de mis artículos (si hay alguno) puedan conocerlo a través de mí.
Hay correos que son muy sofisticados, con grandes montajes y despliegue de medios técnicos e informáticos. Este correo, sin embargo, es muy sencillo. Se trata de un video en el que se representa una escena entre un padre y un hijo. El padre debe tener setenta y tantos años y el hijo treinta y algo. Ambos están sentados en el banco de un jardín, delante de una señorial casa que debe ser la suya. El hijo lee el periódico mientras el padre, a su lado, permanece en una actitud frecuente en las personas mayores, sentado, mirando al frente con la vista perdida en no se sabe qué.
De pronto, un gorrión se posa en un seto cerca de ellos. El padre sale del aparente estado de ensimismamiento en el que parecía sumido y se fina en el pequeño animal.
- “¿Qué es eso?” - le pregunta al hijo.
El hijo levanta la vista del periódico y le contesta:
“Es un gorrión”.
El gorrión levanta el vuelo y se posa ahora en las ramas de un árbol próximo y posteriormente en el suelo. El padre lo sigue con la vista y vuelve a preguntar:
“¿Qué es eso?”.
El hijo, exasperado y con evidentes signos de molestia, le contesta de nuevo:
“Ya te he dicho que es un gorrión”.
Así hasta cuatro veces en que el pájaro va cambiando de posición y el padre hace otras tantas veces la misma pregunta. Tras la cuarta vez, el hijo estalla y desata toda su furia contestándole a gritos y con muy malos modos:
“¿Por qué estás haciendo esto?. Ya te lo dije un montón de veces. ¡Es un gorrión!. ¿No lo puedes entender?”.
Tras el estallido de furia de su hijo, el padre se levanta lentamente del banco sin decir palabra. El hijo le pregunta:
“¿Adónde vas?”.
El padre, sin contestar, le hace un gesto con la mano diciéndole que espere y lentamente va subiendo los escalones que lo llevan hasta la casa. Al poco tiempo vuelve con algo que parece un libro en la mano, pero en realidad no es un libro sino un diario. Se sienta junto al hijo y va pasando las páginas hasta que encuentra la que buscaba. Entonces alarga el brazo y le da el diario al hijo para que la lea. El hijo comienza a leer en silencio pero el padre le dice:
“En voz alta”.
Entonces el hijo lee algo que su padre había escrito en ese diario muchos años atrás, cuando él era un niño:
“Hoy mi hijo menor, hace unos días cumplió tres años, estaba sentado conmigo en el parque cuando un gorrión se posó enfrente nuestro. Mi hijo me preguntó veintiuna veces qué era eso y yo respondí las veintiuna veces que eso era un gorrión. Lo abracé cada vez que me hizo la misma pregunta. Una y otra vez, sin enojarme, y sintiendo afecto por mi pequeño hijo inocente”.
Tras esto, el hijo queda completamente desarmado, abrazando y besando a su padre con cariño. El video termina con una imagen del padre y el hijo de espaldas, sentados en el banco, mientras el hijo abraza, acaricia y besa cariñosamente a su padre. De lo más sencillo y de lo más emocionante al mismo tiempo.
¿Qué podemos pensar tras ver el video?. La historia es simple y hermosa a la vez y nos hace ver que en este largo y, con frecuencia, penoso caminar de nuestra vida, las historias se repiten y vamos tomando, protagonizando papeles que otros ya interpretaron antes. El padre, ya anciano, hacía las mismas preguntas que su hijo le había hecho muchos años antes, pero su reacción de padre paciente fue muy diferente de la que ahora había mostrado su hijo. Probablemente éste, el día que tuviera un hijo, volvería a oir de labios de él las mismas preguntas que muchos años antes él le había hecho a su padre y que su padre le había vuelto a hacer a él.
Pero el día que esto ocurriese no reaccionaría ante su hijo de la misma forma furibunda con que había contestado a su padre, sino con el mismo cariño y paciencia que su padre le había contestado muchos años atrás, como se reflejaba en el diario, porque ahora él ejercería el papel de padre y ese papel requiere ese tipo de respuesta. Las historias se repiten y sin que nadie nos diga nada, todos sabemos interpretar adecuadamente el papel que tenemos que protagonizar en este teatro del mundo.
Otra segunda idea que me viene tras ver el video es la ya consabida ingratitud que solemos tener con nuestros mayores, a pesar de lo mucho que han hecho por nosotros. Es un tema conocido pero no por repetido menos cierto y digno de tenerse en cuenta.
En la mayoría de los casos consideramos a nuestros mayores como inútiles, repetitivos y pesados. Apenas los valoramos porque creemos que ha hicieron en la vida todo lo que tenían que hacer y ahora su papel se limita a pasar lo más desapercibidos posible, que no se muevan, que no hablen, que no molesten…
Qué estúpidos somos cuando no nos damos cuenta de que cuando miramos a un anciano es como si mirásemos un espejo y éste nos devolviera la imagen que veremos de nosotros mismos si vivimos el tiempo suficiente. Es así de claro y de duro al mismo tiempo, pero como decía una canción de Serrat: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
Si quieren ver el video, es muy fácil de encontrar. Entren en youtube y escriban “¿qué es eso?” o “what is that?”, en inglés. El video está en su idioma original (que no acierto a identificar, pues no es francés, ni inglés, ni alemán, ni italiano, ni portugués… más bien parece una lengua de alguno de los países del este de Europa) con subtítulos en español.
Ojalá se emocionen al verlo. Será señal inequívoca de que ya han alcanzado o están en el buen camino para alcanzar la sabiduría.