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¿Para qué sirve un psicólogo?

Cada curso, cuando imparto la primera clase de Psicología a mis alumnos de Segundo de Bachillerato (el último curso antes de ingresar en la Universidad), les hago varias preguntas: “¿Sabéis qué significa la palabra Psicología?. ¿Sabéis para qué sirve un Psicólogo?”. Algunos me miran con cara de extrañeza, reflejando esa mirada que no tienen ni idea; otros se aventuran a dar una respuesta con poco sentido y, los menos, contestan con más o menos acierto.
A todos ellos les digo: “Pues yo os voy a explicar exactamente para qué sirve un Psicólogo”. Y a continuación les relato (de manera un poco modificada) una pequeña historia que la escritora española María de la Pau Janer cuenta en su novela “Pasiones romanas”. La historia es, más o menos, la siguiente.
Había una vez una chica de algo menos de veinte años que tenía un grave problema: se caía constantemente cuando iba andando por la calle, cuando bajaba una escalera o cuando deambulaba por su casa. Se producía heridas frecuentemente e, incluso, se había roto algún hueso. Su madre estaba muy preocupada con ella y decidió llevarla a un Médico especialista en Traumatología para que la revisara a fondo y descubriera la causa de las frecuentes caídas de su hija. Pensaba que debía tener algún problema en los huesos o en las articulaciones que la hacían extremadamente frágil e inestable.
El Médico la examinó y le mandó hacerse radiografías, análisis, resonancias magnéticas y todas las demás pruebas que podían ayudar a determinar el origen de su mal. Cuando tuvo el resultado de todas las pruebas, las estudió concienzudamente y citó  de nuevo a madre e hija.
“Ya tengo el resultado de las pruebas” – les dijo.
Madre e hija le escucharon con atención, hasta que la primera se atrevió a preguntar:  “Díganos, Doctor, ¿qué ha encontrado?. ¿Qué le pasa a mi hija?. ¿Por qué se cae con tanta frecuencia?”.
“Nada, absolutamente nada” – contestó el Médico. “Su hija está perfectamente, no hay nada que pueda explicar el por qué de esas caídas tan frecuentes”.
Madre e hija pusieron cara de extrañeza y decepción. El Médico continuó: 
“Sólo puedo recomendarle que lleve usted a su hija a un Psicólogo”.
“¡Un Psicólogo!” –exclamó la madre. “¿Y para qué un Psicólogo?  ¿Qué tienen que ver esas caídas con un Psicólogo?”.
“Yo no puedo hacer más” –respondió el Médico. “El Psicólogo sabrá qué hacer”.
Madre e hija salieron de la consulta profundamente decepcionadas y convencidas de que no tenían por qué visitar a un Psicólogo.  Sin embargo, durante los días posteriores pensaron que ya que la Medicina no podía hacer nada, no perdían nada visitando a un Psicólogo. Se informaron acerca de uno de garantías y fueron a visitarlo.  Tras una primera entrevista en la que éste se dedicó a hacer muchas preguntas y a recopilar información, en las siguientes sesiones el Psicólogo le aplicó algunos tests y otras pruebas, además de hablar con la chica más extensamente.  Después de varias de estas sesiones, el Psicólogo ya estaba preparado para exponer sus conclusiones.  De nuevo en su despacho, con la madre y la hija frente a él, les explicó los resultados que había obtenido. Dirigiéndose a la madre, le dijo:
“Le aconsejo que cuando salgan de aquí vayan a una zapatería y le compre a su hija los zapatos con tacones más altos que encuentren”. 
De nuevo madre e hija se miraron con extrañeza y hasta con indignación.
La madre no se pudo aguantar más y estalló: 
“Pero ¿cómo se le ocurre a usted semejante disparate?. Mi hija no para de caerse y usted le aconseja que se ponga tacones muy altos. ¿Quiere usted que se mate?”.
“Ese es mi tratamiento. Su hija tiene un grave problema de atención, siempre va distraída y por eso se cae con frecuencia. Unos tacones muy altos la obligarán  a poner atención cuando camina y ya no se caerá”.
Aunque les costó comprender el tratamiento, finalmente lo llevaron a la práctica y la chica dejó de caerse.
“¿Habéis comprendido ahora para qué sirve un Psicólogo?”.  
Mis alumnos se miran unos a otros con cara divertida y asienten con la cabeza.
Creo que muchas veces el trabajo del Psicólogo consiste simplemente en hacer ver a sus pacientes el problema que tienen, sin aumentarlo ni disminuirlo.
A partir de ese momento la solución empieza a estar mucho más cerca.  Otras veces, el Psicólogo tiene que enseñar a sus pacientes una serie de habilidades que normalmente se aprenden sin ayuda, porque hay ciertas personas que no pueden aprenderlas por sí solas.  El estilo de vida que hoy llevamos nos produce problemas que antes no existían y el Psicólogo interviene cada vez con más frecuencia en más áreas. Afortunadamente, ir a visitarlo se empieza a ver como algo normal, igual que se visita al Médico o al Abogado. Creo que el futuro del Psicólogo es halagüeño porque el estilo de vida que llevamos ha hecho que su campo de actuación sea cada vez mayor.

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