Dicen que hemos desarrollado como sociedad, que el sistema dispone de recursos para atender a la población y garantizar el bienestar. Dicen también que en Ceuta las instituciones tienen mecanismos suficientes para reaccionar ante casos de quiebra social. Todo esto es lo que dicen, pero la realidad nos escupe situaciones que demuestran que Ceuta, al igual que sucede en otras ciudades del país, es incapaz de solventar los cuadros de auténtico drama que representan esas personas que deambulan a nuestro lado y que las hemos convertido en invisibles. Personas que padecen algún trastorno que les impide llevar una vida normal y han terminado por vivir en la calle, generando problemas de convivencia social y causando un drama agónico a sus familias que no pueden siquiera conseguir una incapacitación.
Hace muchos años, el empecinamiento del que era vicario en esta tierra, Curro, logró que un hombre que permanecía en la calle, en plena plaza de los Reyes, en condiciones infrahumanas, terminara ingresado en la residencia Nazareth. Si hacen memoria lo recordarán porque llevaba a los extremos su vida y a muchos de nosotros se nos partía el corazón cuando la justicia decía que no podía incapacitarlo y había que verlo tirado en el suelo, haciéndose sus necesidades encima, sometido a la intemperie. Para muchas personas en cambio se trataba de un invisible, porque como sociedad hemos conseguido ser los primeros en invisibilizar el drama para que así no nos afecte.
Hoy en Ceuta tenemos muchos casos de invisibles. De hombres que se echaron en las manos de la droga y deambulan con la cabeza perdida por la ciudad, después de que su familia terminara destrozada al ser incapaz de sacarlos de ese mundo. O mujeres que están en la calle, provocando un sufrimiento a sus familiares que incluso han pedido ayuda a través de la prensa. No pueden hacer nada más que ver cómo la vida de su ser querido, mayor de edad, se va deteriorando expuesta a los peligros que son incapaces de frenar.
Y ustedes me dirán que hemos evolucionado mucho como sociedad, que vivimos en el bienestar, que no son necesarios los albergues, que el sistema funciona para protegernos... y yo me pregunto cómo podemos vivir rodeados de invisibles, de gente que se torció en la vida y está en la calle mientras su familia lucha por recuperarla topando con un muro.