Más de 300 subsaharianos intentaron la pasada madrugada su entrada por el vallado. Querían superar lo que se ha terminado convirtiendo en un muro infranqueable. Unidos, buscaron a la carrera la manera de acceder a nuestra ciudad, topándose con decenas de agentes marroquíes que detuvieron y contuvieron a la amplia mayoría. Usaron de todo, desde perros cuyos ladridos rompían la madrugada del perímetro, hasta caballos. Nunca antes se había visto a los agentes marroquíes hacer uso de estos animales para sus patrullas; ayer, en cambio, varios de ellos recorrieron los montes con linternas a lomos de los equinos por la zona de Finca Fernández, a la altura de Sidi Ibrahim.
Eran las 5.00 horas y Marruecos había emitido la alerta corroborada por el helicóptero de la Benemérita y las cámaras térmicas. En la valla, la Guardia Civil se desplegó impidiendo, a la altura de Sidi Ibrahim, que los más fuertes y rápidos pudieran cruzar la doble valla que separa nuestra ciudad del vecino país.
Cuatro de estos jóvenes lograron encaramarse a la valla. Solo dos aguantaron un poco más. Se requirió la presencia de uno de los vehículo-grúa usados para las reparaciones del vallado para intentar bajar a la pareja. Ambos gritaban, en medio de una madrugada en la que solo asomaban las luces de los focos de la doble valla. Iban de un lado a otro, negándose a descender mientras los guardias civiles que estaban a pie de terreno les instaban a que bajaran. No lo hacían porque tenían miedo, no querían verse como los compañeros que, al otro lado, estaban siendo detenidos por los agentes marroquíes. Por eso aguantaban, por eso estuvieron más de una hora sin descender, sin bajar por las escaleras que había colocado el Instituto Armado.
Sus gritos se escuchaban desde la zona más alta de Sidi Ibrahim. Unos gritos completados con los ladridos de los perros, constantes, alocados... todo ello constituía un escenario complicado. Pasadas las 8.00 horas llegaba una unidad de la Cruz Roja. Fue solo entonces cuando uno de los inmigrantes decidió bajar, dejándose caer desde media altura del vallado. Después lo haría su compañero, por la escalera. Ya no podían más, estaban exhaustos, reventados físicamente pero también derrotados psicológicamente.
Dos agentes sufrieron lesiones leves, uno de ellos, del GRS, puede causar baja
Tras ser examinados por los miembros de la entidad humanitaria se procedió a su devolución. Primero uno, prácticamente en volandas. Después el segundo, en la imagen quizá más dura de todas si es que cabe elevar más aún el grado de ese dramatismo. El agente marroquí entraba en el espacio entre vallas para ayudar a la Guardia Civil a devolverlo a ese lado. Y ahí, cuando poco faltaba para cruzar, el joven se aferraba a las concertinas mirando a los agentes, en un intento por evitar una entrega imposible.
Terminaba así la odisea de una pareja que estuvo a punto de conseguir el pase, que aguantó como pudo en un doble vallado que se ha convertido en el muro imposible para los cientos de inmigrantes que llevan más de un mes intentando entradas constantes a Ceuta.
Se escribe así una nueva página de la inmigración, reflejo de lo que semana tras semana está ocurriendo a pie de valla, reflejo de la desesperación que les lleva a intentar de forma constante un pase que parece imposible.
Dos agentes de la Guardia Civil resultaron heridos en las labores de contención. Uno, componente de los GRS, presumiblemente cumplirá baja al presentar una rotura. Las lesiones, leves, fueron producidas por las labores de contención de madrugada.
Las reacciones de lo ocurrido en Ceuta, en clave política, no se hicieron esperar. La primera la del ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido.
“En España aplicamos la legislación vigente y el derecho de la Unión Europea”, señalaba ayer Zoido a preguntas de la prensa en la Embajada de Francia, donde asistió a la entrega de condecoraciones a miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
“No se comete ninguna ilegalidad y estoy seguro que han actuado las fuerzas de seguridad como lo tienen que hacer, respetando la ley”. Zoido había sido preguntado por lo ocurrido en la valla, semanas después de que Estrasburgo dictaminara que las devoluciones en caliente son ilegales.
El ministro se volvió a referir a la “presión migratoria tan fuerte que está padeciendo la Unión Europea”, en concreto en España por parte de ciudadanos provenientes de Argelia llegados a la costa de Murcia durante el fin de semana. Algo que choca con lo ocurrido en Ceuta en donde la valla siempre marca, en donde cualquier intento de entrada por esta vía siempre es dramático por todos los condicionantes que lo rodean.
A las 8.30 horas todo había vuelto a la normalidad, parecía que Ceuta era ajena a lo ocurrido en unos rincones a los que pocos llegan, en unos escenarios en los que, en resumen, hombres y hombres protagonizan historias que para unos terminan en drama y para otros en servicios complicados de asimilar.
Los gritos de los inmigrantes afectaban a todos y las imágenes de hombres colgados de hileras de alambre impactan a quienes son encomendados a ejercer un papel ordenado por la clase política y mantenido por los miembros de una UE que no sabe ni cómo asimilar ni cómo tratar el drama africano.
Cruzar el vallado se ha convertido en una odisea para la población subsahariana que espera al otro lado. Una y otra vez intentan pasar a Ceuta, una y otra vez intentan cruzar ese muro y una y otra vez se topan con los férreos controles de los agentes marroquíes que, de forma constante, peinan los montes.
“No se comete ninguna ilegalidad, estoy seguro que se ha actuado bien”, dijo Zoido
Cruzar ayer fue imposible, como lo ha sido durante estas últimas semanas. Porque casi a diario, en el último mes, se han pretendido incursiones por la valla o por la propia frontera. Al otro lado, en los montes, la población subsahariana está desesperada. Son hombres fuertes que soportan las batidas constantes de Marruecos, cuyos agentes con perros registran todos los rincones.
Son hombres fuertes que intentan mantenerse en los campamentos como pueden, que buscan en la unión la fuerza, que tienen que hallar la manera incluso de conseguir alimento porque salir a la carretera es arriesgarse a una detención segura.
Lo que ha ocurrido la pasada madrugada es el reflejo de lo que está pasando todas estas noches. Se cree que muchos de los que están intentando cruzar son las mismas personas, las que se han salvado de las batidas marroquíes, de las detenciones y traslados en camiones lejos del entorno perimetral.
Las oenegés que trabajan al otro lado de la valla denuncian las malas condiciones en que se encuentran, ponen de manifiesto la situación que rodea a los que siguen en los montes y así permanecerán hasta que logren cruzar a este lado. Porque pasar esa línea es, sencillamente, tener un futuro o al menos disponer de la posibilidad de disfrutarlo.
La oenegé Ca-minando Fronteras denunciaba ayer a través de la activista Helena Maleno que la acción llevada a cabo constituía una violación de los derechos humanos porque se trataba de una devolución en caliente en toda regla.
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