Han pasado ya seis días desde que Ismael D., el policía nacional de 35 años, cayó desde lo alto de la cubierta del colegio García Lorca. Su compañero de zeta durante esos días, Juan Antonio V., agente en prácticas, se encuentra fuera de Ceuta desde la misma mañana en que ocurrió el accidente, debido a que cuenta con unos días de vacaciones, pero sigue muy afectado. Ha sido una experiencia traumática para alguien que lleva nada más que unos meses en la calle, desde el pasado mes de julio.
Ismael y Juan Antonio estaban de turno esa noche. Unas horas después saldrían del servicio y contarían con unos días de descanso. Recibieron alrededor de las 03.30 horas una llamada de la central del 091 para que se dirigieran a la mayor velocidad posible hacia el centro escolar. Un aviso que también tuvieron otros vehículos que pusieron rumbo hacia la zona. Unos vecinos habían visto en el interior a dos personas sospechosas. Nada más llegar, Ismael y Juan Antonio no se lo pensaron. Mientras que el resto de compañeros establecían un perímetro de seguridad alrededor del establecimiento escolar, los dos deciden entrar dentro: “Entramos dentro del colegio. Saltamos el muro por la parte más cercana del edificio, por uno de los laterales. Un vecino nos indicaba por donde estaban los supuestos ladrones. Logramos acceder gracias a una de las vallas de obras amarillas”.
Reconocimiento
Su primera decisión al encontrarse ya en el interior del colegio es dar una batida de reconocimiento y buscar si había alguna puerta o ventana forzada, pero la mencionada batida resulta negativa. Eran dirigidos en todo momento por un vecino que, desde su atalaya privilegiada, se encontraba en un piso alto de uno de los edificio colindantes y les informa de que los dos supuestos ladrones se habían subido a la cubierta de la pista deportiva. Se encaminaban hacia allá. Nada más que subió Ismael, “porque era imposible que subiéramos los dos. Me quedé junto al edificio. Ismael se subió a mis hombros, se puso de pie y desde ahí se enganchó a la cornisa y accedió a la cubierta”.
Mientras que Ismael comienza a dar sus primeros pasos por la cubierta de la pista deportiva, Juan Antonio se queda cerca del edificio del centro, a unos diez metros aproximadamente. A ninguno de los dos se le podía pasar por la cabeza que, en escasos segundos, todo iba a cambiar. Pisó una de las claraboyas y se precipitó al vacío. A su compañero, como nos reconoce, se le paró hasta la respiración. Sin embargo, el policía logró agarrarse a una de las estructuras de la cubierta.
Nos narra nuestro interlocutor que “lo primero que se me pasó por la cabeza es que Isma pudiera recuperarse y volver a subir por donde había caído, pero era muy difícil. Para mí era imposible subir hasta donde se encontraba ni podía pararle en caso de que cayese. Nada más que podía pedir ayuda a los compañeros que estaban fuera y a la sala del 091”. Intentó mantener la calma en todo momento y Juan Antonio reconoce que “no sé qué tiempo estuvo colgado, porque, en momentos como esos, el tiempo pasa como si fuera una eternidad. Lo mismo fue un minuto o menos. No lo sé. Pedía ayuda y le decía que intentase cogerse de la mejor manera para que no se cayese”.
Sin embargo, sobrevino la tragedia y vio cómo su compañero caía desde una altura de más de diez metros. Se acercó rápidamente hasta Ismael, mientras daba aviso de lo que había sucedido, lo que se podía esperar; a los compañeros que estaban fuera para que aligeraran en lo máximo la manera de entrar dentro del colegio y que pudiera el policía herido ser atendido por los servicios del 061.
Juan Antonio intentó abstraerse del mundo que le rodeaba. Sabía que allí nada más que estaban los dos: Ismael y él. Las primeras palabras que le dijo era que se moría, pero pudo aplicar las enseñanzas que había recibido. Lo primero “que hice fue ponerle lateralmente, en posición de seguridad. Él ya había caído de lado e intenté moverle lo menos posible. Le realicé un triaje y una baremación para ver su estado. Le hacía preguntas para ver si contestaba de manera adecuada y ver qué era lo que le dolía. Otra preocupación que me agobiaba era ver si tenía sensibilidad en las piernas y en los brazos”.
No le quedaba más remedio que seguir aguantando, seguir hablando todo lo posible con Ismael. Cerraba los ojos de vez en cuando y éso no le convenía. Por ello, Juan Antonio explica que “le comentaba que nos íbamos a ir a bucear, porque había veces que cerraba los ojos. También le gusta la pesca submarina y le animaba. Quería darle conversación y que no cerrara los ojos, porque podía haber perdido el conocimiento, hubiese parado la función motora y hubiera fallecido. Mi intención era mantenerle despierto”.
Al igual que le sucedió durante el tiempo en que su compañero permaneció colgado de la estructura de la cubierta, en que no sabía cuántos minutos habían transcurrido, le pasó mientras le atendía allí en el suelo de la pista deportiva: “Unos minutos que fueron eternos, desconozco qué tiempo pasó”.
Respiró cuando los compañeros entraron y también los servicios del 061 que ya se hicieron cargo de Ismael. Había sido la experiencia más impactante que había vivido en los escasos meses que lleva como policía en prácticas. “Ha sido una experiencia muy fuerte, pero es la parte más fea pero con la que ya contamos nosotros. Es nuestra profesión. Nos jugamos la vida todos los días y contamos con ese riesgo”.
Juan Antonio lleva en Ceuta desde el pasado mes de julio y permanecerá hasta mayo, cuando termine su período de prácticas y ya entonces será cuando reciba el despacho como policía y le vendrá su primer destino como profesional. Reconoce que “me ha tocado trabajar con él en alguna ocasión y la verdad es que es muy buen compañero y muy buena persona”. En este último turno que había tenido de seis días “he trabajado con él, codo con codo, durante tres o cuatro días. nada más”.
No ha podido hablar con Ismael, ni con su familia a lo largo de estos últimos días, aunque sí ha estado informado por otros compañeros del estado que tenía el policía herido. Sin embargo, afirma que en cuanto regrese a Ceuta que será para dentro de unos seis o siete días aproximadamente, lo primero que quiere es ir a ver a su compañero de zeta, si es que éste también ha vuelto a Ceuta después de someterse a la operación del codo en el Hospital jerezano donde fue trasladado hace unos días.
Y es que Juan Antonio también ha tenido que asumir todo lo que ha pasado, éso que el mismo ha reconocido que ha sido una “verdadera experiencia traumática”.
Los campos del Príncipe Tuhami Al Lal y Aiman Aomar de Ceuta han acogido este…
Ya lo dijo Don Miguel de Cervantes, en su famosa obra “Don Quijote de la…
El jugador caballa, Redru, ha sido uno de los protagonistas de la jornada de este…
El Ceuta se lleva tres puntos de oro en el ‘Alfonso Murube’, tras derrotar por…
Como cada 22 de diciembre, se celebra el Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad,…
La Guardia Civil ha localizado el segundo cadáver de un inmigrante en aguas de Ceuta…