Es una vergüenza, pero es lo que tenemos. Una sociedad cada vez más extrema, radicalizada, que invade todos los ámbitos. También el educativo, ese del que se presupone debe salir la formación para las generaciones venideras.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, abandonaba ayer la Universidad de Navarra recibiendo insultos homófobos de un grupo de estudiantes. Le dijeron de todo, de paso también se acordaron de su madre y no precisamente para bien.
Es una vergüenza. A uno le puede gustar más o menos su gestión como ministro, pero nunca se puede incurrir en estos insultos, en este ataque, en este menosprecio. Menos aún en una universidad.
A Grande-Marlaska se le podía preguntar, criticar dentro del respeto. Existe de hecho un foro, el del debate, en el que exponer los argumentos contrarios a la política que lleva a cabo. Pero los términos usados por quienes se hacen llamar estudiantes solo demostraron los extremos a los que estamos llegando. Fueron auténticos radicales, el ejemplo más bajuno de lo que puede ser quien se está formando para un futuro profesional que empieza fracasado, al menos en el respeto y la educación.
La Universidad dice que va a investigar los hechos, han sido rápidos en su condena, en la denuncia de algo intolerable que afea la buena imagen del centro.
Pero lo lamentable es la normalización de hechos de este tipo. Ayer ocurrió a las puertas de una universidad de renombre, pero se repiten en todos los ámbitos. Ese extremismo ha burlado cualquier línea roja invadiendo, como ahora, el ámbito educativo, pero desde hace tiempo ya lo hace con el político.
Si nos reímos de estas situaciones, si no las consideramos insultantes o si las aplaudimos estamos colaborando con ese clima de menosprecio colectivo, de borreguismo y extremismos que a nada bueno va a llevar a esta sociedad.
Lo sucedido con el ministro en Navarra es imperdonable, pero tristemente es un claro reflejo de lo que estamos consintiendo por no criticarlo, por permitirlo o por no saber reaccionar a tiempo.
Hay que respetar la opinión de cada uno pero no compartirla. Él, a su manera, también insulta a periodistas, a víctimas del terrorismo, a los componentes de las fcse hasta ha llegado a humillarlos, no solo se ha conformado con el insulto y como la justicia no funciona como debiera, el ciudadano estalla.