La inmigración y sus informes

Cada año entidades como CEAR publican informes poniendo el acento en las cosas que no se hacen bien en esta llamada Frontera Sur. Cada año pone el foco en las decisiones incongruentes que se toman sobre los solicitantes de asilo a los que se les impide su libertad de movimiento aunque haya sentencias que lo avalen. Cada año insisten en que es imposible que un subsahariano cruce la frontera del Tarajal para golpear la puerta de la oficina de asilo que se colocó estratégicamente en este punto para encontrar una excusa barata que simule el cumplimiento de los derechos humanos. Por eso hasta la fecha esa oficina ha sido un canto a la inutilidad.

CEAR lleva años denunciando que las devoluciones en caliente no pueden llevarse a cabo, que no se pueden hacer expulsiones masivas por el vallado sin saber si la persona que está siendo rechazada es víctima de persecuciones que ponen en peligro su vida o es menor de edad. Porque ese límite entre ‘los más o menos de 18’ no los puede establecer una “apariencia” sino una prueba con todos los protocolos habidos y por haber.

Pero en la Frontera Sur nada se hace como se debiera y por mucho que CEAR publicite informes con aseveraciones claras para cualquiera, estos chocan con una realidad que es difícil de entender porque se mueve enmarañada en el conjunto de intereses políticos. El Gobierno de España siempre ha hecho lo que ha querido en sus vallas, ha ordenado devoluciones en caliente o las ha frenado según intereses, nunca ha seguido criterios con fundamento ni ha aplicado protocolos racionales. Cada año conocemos, coincidiendo con fechas específicas, informes que son similares, cuyas reivindicaciones se repiten, cuyas recomendaciones hacen hincapié sobre lo mismo. Pero como si esto fuera un juego, ellos proponen, aconsejan y el resto hace lo que considera mientras los demás asistimos al más puro ejemplo de una pantomima, muy mediática, pero pantomima.

Son demasiados años de vallas, demasiadas incongruencias, demasiados ejemplos de improvisación en un territorio en el que sigue valiendo todo, en el que a pesar de las denuncias, de las advertencias y de los informes nada cambia. Aunque le digan: te cambio una concertina por un tubo. Todo sigue igual.