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El ingenio del narco para ‘burlar’ el Tarajal

Hay noches en las que se detecta el paso de entre 7 y 8 drones. El trasiego es constante, la pretendida burla al control también. El cierre del paso del Tarajal –que separa Ceuta y Marruecos– hace más de un año ha agudizado el ingenio del narco, que suma al tráfico de hachís, pastillas y cocaína a bordo de drones otras fórmulas como el fondeo y la infiltración de buceadores para mover la mercancía. Los pasadores se llevan la comisión y el narco asegura la sustancia. En el fondo el negocio es el mismo, pero el coronavirus ha provocado la habilitación de vías secundarias ajenas a la autopista de la droga que suponía tener abierto el Tarajal.

En coches, adosado a personas, en el interior de sus organismos, oculto entre la mercancía... la frontera, con sus más de 30.000 tránsitos diarios y la imposibilidad de establecer un control fiscal antidroga como en el puerto, suponía un auténtico chollo para el narcotráfico.

Las noches evidencian ahora el tráfico de drones, algo más pequeños que los intervenidos en la exitosa operación de la Policía Nacional y Guardia Civil. Salen desde Ceuta o vienen desde Marruecos (mucho más en el caso de esta segunda opción). La media de transporte por aparato es un kilo de hachís, pero los pases -o los intentos- son constantes. A la inversa se trasladan pastillas de todo tipo para surtir la demanda del norte de Marruecos.

El goteo de los drones se entremezcla con la constante presión ejercida por los motores humanos, capaces de introducir cantidades muy superiores de droga. Mínimo, entre 10 y 20 kilos. De ahí, la suma va en ascenso, habiéndose abortado en una sola expedición entre fronteras el tránsito de hasta 300 kilos de hachís. El enlace de la cadena del narcotráfico se lleva una comisión y el narco se asegura la entrada de la mercancía en Ceuta. Entre inmigrantes, atrapados que intentan regresar a su país y menores asoman estas prácticas delincuenciales que son incluso más reiteradas en momentos de temporales, cuando presuponen que la vigilancia en las costas va a ser menor.

El tráfico es permanente, buscando las vías para sacar la mercancía

Entre el goteo de los drones y la constante presión de los motores humanos se presenta, y con fuerza, el fondeo de los bultos. Acercados en muchos casos por pateras que se entremezclan con los pescadores marroquíes, los fardos de hachís se fijan en un punto, en unas coordenadas establecidas para que, después, alguien recoja la mercancía. Allí intervienen los buceadores o las embarcaciones tipo kayak y motos de agua. Siempre se toma de referencia los mismos puntos y se intenta controlar la vigilancia que ejerce el Servicio Marítimo, cuya base central de operaciones permanece expuesta a la vista de quienes controlan los cambios de turnos y las salidas.

Las ventas de pesas y de determinado material vinculado al submarinismo en un negocio local de la ciudad no está aumentando porque sí. Como tampoco el empleo de trajes de buceo. En tiempos de covid el narco también se nutre de aquellos elementos necesarios para que la cadena del tráfico de hachís que comenzó en Marruecos tenga su resultado final exitoso en Ceuta, contando con enlaces dispuestos a la recuperación de esa mercancía.

En varias intervenciones la Guardia Civil ha podido recuperar pesas, relojes con GPS, motores submarinos y material propio empleado para la recuperación de ese hachís. El negocio nacido entre fronteras mueve mucho dinero y alimenta demasiadas bocas como para que la crisis sanitaria del covid termine provocando otra, a mayor escala, entre quienes no saben hacer otra cosa que traficar y pagar a quienes colaboran con ellos.

Ceuta, su eterna costa y la endeble acción política para frenar, por ejemplo, la constante incursión de pateras marroquíes que despistan el control sobre el centro del delito, constituyen factores que propician un negocio que no se rinde.

En detalle: la escapada de la droga

La mercancía que crece en las plantaciones de hachís necesita su escapada por diversas vías y una de ellas era la puerta de Ceuta, alimentada por un caos constante y una arquitectura obsoleta. El cierre del Tarajal a causa de la pandemia busca un aliviadero en otras posibilidades de tránsito del hachís. La más moderna es el empleo de drones, pero quedan y persisten los métodos tradicionales para mover lo que mantiene a muchas familias que viven de la droga.

El daño económico tras las intervenciones antidroga: 36 millones en 2020

La Guardia Civil intervino más de 12 toneladas de hachís en 2020 lo que, traducido en dinero, supuso un daño económico al narco de algo más de 36 millones de euros. Buena parte de esa droga fue intervenida a bordo de semirrígidas, las famosas narcolanchas, que llegaron a hacerse fuertes en la autopista del Estrecho lo que llevó a un refuerzo de las operaciones al más alto nivel.

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