No descuidemos el hueco mensual que desde aquí dedicamos a los amantes de cine clásico (dijo alguien que se le da el apelativo de clásico no a algo viejo o famoso, sino a algo que no puede hacerse mejor), y lo dedicaremos a una de esas películas gigantescas que deben estudiarse, y de hecho se estudian, en cualquier sitio en el que se aprenda a hacer o valorar cine.
Me permito el atrevimiento de recomendar al respetable una película de 1960, rodada en blanco y negro. Sé que de primeras impone respeto. Si encima añado que se trata de una cinta japonesa, de más de dos horas, supongo que a muchos les costará incluso seguir leyendo. Pero créanme, de verdad que no me he vuelto loco ni me he puesto gafas de pasta para hablar de una película de Akira Kurosawa, icono de todo aquél que pretenda darse ínfulas de entendido de cine por encima del populacho que se entretiene en el cine o en casa viendo series de asesinatos o películas de superhéroes. Resulta que me gustan las películas de superhéroes, quien me conoce, bien lo sabe, y esta película que nos traemos entre manos es uno de los máximos exponentes de cine negro, que bien podría haber sido firmada por el mismísimo Hitchcock, conocido tanto por ser el maestro del suspense como denostado en su época por ser “demasiado comercial”. El peliculón que les recomiendo a ustedes es, por encima de todas las cosas, si somos capaces de aparcar los prejuicios, una enorme historia que mantiene el interés y la tensión de inicio a fin, entretenida como pocas y que cautiva al espectador hasta sus títulos de crédito, envuelto e implicado en una historia humana, con dilemas morales, investigación, intriga, un inicio vertiginoso, un nudo de ritmo propio de los mejores thrillers hollywoodienses, y también un estupendo final.
Kurosawa firma un trabajo redondo, impecable en lo técnico (maravillosos planos con muchos personajes sin superponerse y fotogramas propios de fotografía de exposición), sin los efectos que la actualidad del cine ofrece y, ya en lo argumental, con las limitaciones tecnológicas de los años sesenta que dificultan la investigación, haciéndola mucho más interesante.
Toshiro Mifune, otro icono del cine japonés, posiblemente el icono del cine japonés, interpreta a un empresario que se encuentra en un momento clave en su trayectoria profesional. Acaba de poner en peligro su vida de millonario, hipotecando sus bienes para hacerse con el control total de la empresa en la que realiza su trabajo. Pero cuando está a punto de dar ese salto al vacío, recibe una trascendental llamada telefónica asegurando que su hijo ha sido secuestrado y exigiendo un demencial rescate que daría al traste con la mentada operación financiera. Las cosas se complicarán más aún cuando el personaje de Mifune haga un interesante descubrimiento al respecto, y un gran dilema moral que le cambiará la vida en uno u otro sentido aflorará para darle a la trama un interés superlativo y acercarla en lo humano a cualquiera que me haga caso y tenga la paciencia de dar una oportunidad esta obra maestra en blanco y negro, y a ser posible para mayor locura cinéfila, en versión original. Ya se acordarán de mí, ya, y espero que para bien…
La ficha
- Dirección: Akira Kurosawa.
- Título original: Tengoku to Jigoku.
- Año: 1963.
- País: Japón.
- Duración: 143 minutos.
- Género: Cine negro. Thriller. Intriga. Drama. Crimen. Policíaco. Secuestros.
- Intérpretes: Toshirô Mifune, Kyoko Kagawa, Yutaka Sada, Takashi Shimura...
- Guión: Hideo Oguni, Akira Kurosawa, Ryuzo Kikushima, Eijiro Hisaito.
- Novela: Evan Hunter.
- Música: Masaru Satô.
- Fotografía: Asakazu Nakai, Takao Saito (B&W).
- Productor: Kurosawa Production Co., Toho.