El error es consustancial con la condición humana. Hasta el extremo de ser considerado como un derecho. Precisamente por este motivo, la rectificación se asocia con la inteligencia. Sólo la maldad o la idiotez impiden la rectificación, cuando se ha constatado fehacientemente la comisión de un error. El devenir de la infausta fundación denominada 2015 o, sarcásticamente, Crisol de Culturas, evoca estas reflexiones.
Nadie conoce muy bien el origen del dislate. La verdad sigue siendo un bien muy escaso en esta ciudad. Según algunas versiones, la única intención era encontrar un acomodo a personas relevantes del PP retiradas de la primera línea. Buen sueldo, poco trabajo y mucho boato. Pero lo más probable es que su gestación obedeciera a una sobredosis de megalomanía. Se concibió como colofón del mandato de Vivas con tintes históricos. El alcalde más votado, más querido, y más longevo de la historia de Ceuta, debía adornar su impresionante currículum con un galardón a la altura de sus proezas. Descartados los Juegos Olímpicos, se pusieron a indagar. Era necesario encontrar una conmemoración que encajara en su periodo de gobierno y que acumulara dos ceros al final, para justificar el desmedido despliegue. El plan era ideal. Todos los sesudos investigadores de la localidad se dedicaron a bucear en la historia. ¡Eureka! En 2015 se cumplen 600 años de la llamada Batalla de Ceuta. Perfecto. Coincidiendo con la próxima campaña electoral se organizarán una serie de actos que entronizarán a Vivas en la gloria eterna, como líder mesiánico, en loor de multitudes y arropado por todas las personalidades que en el mundo son.
Se omitió un detalle. Quienes están acostumbrados a ver la vida con un solo ojo, no se percataron de que la efemérides que pretenden festejar es considerada en muchos libros de historia como una “Cruzada contra el Islam”, que se representa en grabados en los que aparecen musulmanes con las cabezas cortadas y lanceados por las tropas portuguesas. Por increíble que pueda parecer, a nadie se le ocurrió pensar que este hecho puede no resultar grato a los miles de musulmanes (la mitad de la población) que forman parte de nuestro pueblo. El grado de sensibilidad de los individuos que integran un colectivo nunca es homogéneo. En este caso, puede oscilar entre la indiferencia a la indignación; pero lo que parece más que evidente es que intentar la comunión de toda la ciudadanía en torno a una matanza de musulmanes en una ciudad como Ceuta es un ejercicio de estulticia insuperable. Aquí debió zanjarse el asunto. Un error, sin más. Pero no. Tenemos la extraordinaria habilidad de complicarnos gratuitamente la vida como si no tuviéramos ya de por sí problemas descomunales sobrevenidos. Libramos día a día una dura batalla por reforzar los cimientos sobre los que se asienta una frágil convivencia entre comunidades. No resulta fácil. Los extremistas y radicales de ambos lados no dejan pasar una, están siempre al acecho para sembrar odio y cizaña. A pesar de ello, otras muchas personas de buen corazón se afanan con su comportamiento en erradicar actitudes hostiles y estrechar lazos de fraternidad. Necesitamos como el aire que respiramos actos, gestos y señales de unidad. ¿Se puede entender en este contexto a nuestras autoridades metiendo con calzador en la vida pública una innecesaria celebración, sumamente venenosa, que sólo puede provocar discordia?
Ellos mismos advirtieron el desvarío. Pero en lugar de rectificar, se ofuscan y empecinan en el proyecto; ahora, dándole un giro a la perspectiva histórica para eludir el problema artificialmente creado. Para ello se apoyan en argumentos peregrinos imposibles de digerir. Han llegado a decir públicamente que debemos estar orgullosos de “toda” nuestra historia. Una cosa es aceptar y asumir la historia, y otra muy diferente, imprimir relevancia social a determinados hechos con la intención de grabarlos en la conciencia colectiva como una seña de identidad. Han recurrido al siempre útil recurso del eufemismo. A una masacre le llaman “encuentro de culturas” (ciertamente una batalla no deja de ser un encuentro). O se pertrechan en argumentos pergeñados desde la erudición. Todo este esfuerzo es estéril. Las ideas que se trasladan al ámbito de la opinión pública, con ánimo de difusión masiva, quedan siempre reducidas a mensajes cortos y simples que suelen ser indesmontables. No hay lugar para la sofisticación. Para comprenderlo, basta con pulsar el estado de opinión de algunos sectores de la población. “La Fundación Ceuta 2015 celebra el triunfo cruento del cristianismo sobre el Islam”. La lógica indignación entre el colectivo musulmán de Ceuta por esta inoportuna y ofensiva exaltación es patente, latente y creciente.
No parece suficiente para frenar el desaguisado. El Partido Popular, prietas las filas, sigue con su labor de socavamiento de los cimientos de nuestra convivencia, procurando la división y alentando el enfrentamiento. No se explica muy bien por qué lo hacen. Lo más probable es que se haya vuelto a imponer el criterio del reducto más radical del PP, cuyo nivel intelectual se limita a comprobar la altura de los pantalones, y el Gobierno no se atreve a defraudarlo. Quizá Vivas se sienta capaz de convencer a los demás con sus razonamientos melifluos, en la búsqueda de un equilibrio imposible. Otro error. Que sería bueno corregir cuanto antes. Esta ciudad no se merece tanta maldad ni tanta idiotez.
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