Opinión

Inés del alma mía

Conocí a INÉS en un instituto de bachillerato ya hace más de 20 años. El Columela es uno de los Centros más antiguo de Cádiz y se ubica antes de entrar al Gades antiguo, " PUERTA TIERRA" lo que los gaditanos llaman " el Cádiz, Cádiz" con sus barrios y plazas típicas: La caleta, La viña, la plaza de Mina, la plaza de las flores, el Falla, la cuesta de las calesas, el puerto, el parque Genovés, el Castillo de San Sebastián y otros tantos sitios en los que nacen las chirigotas y se maman los carnavales. Decía Carlos Cano que Cádiz era la Habana... y así es.

Mi horario era vespertino y ello implicaba que los alumnos ya eran mayores y asistían a las clases con mucho esfuerzo, interés y ganas para sacarse el bachillerato. Muchos alumnos me superaban en edad pero había un ambiente extraordinario en el que nos contábamos la vida entre filósofo y filósofo. Recuerdo con mucho cariño a Estela y Dionisia Ninguina Mutinda, dos monjas negras con sonrisa blanca. Estaban en España escapando de la dictadura de Somoza, aunque ellas no lo confesaran nunca.

Inés lideraba el grupo. ¿Sabéis cuál es mi libro favorito? Ella respondió " Cien años de Soledad". En ese instante sellamos una amistad que duraría hasta nuestros días

Inés era auxiliar de clínica, trabajaba en el hospital general y, cuando arrancaba tiempo, cuidaba a enfermos o bien en casa o bien cambiando turnos con los compañeros.

Me contaba historias sobre sus pacientes y muchas veces yo terminaba llorando como una magdalena. Era especialista en el dolor, en gente desahuciada. Trabajaba con enfermos de sida cuando el sida aún era una enfermedad mortal. Y así recuerdo ese año que me forjó el alma y me proporcionó una visión del mundo completamente distinta: la enfermedad, la muerte, la droga, el desamor, la pasión y las ganas de comerse el mundo o arrojar una pena que servía de caparazón de la realidad.

Inés arrancaba las risas al más pintado en los momentos más insospechados: bailaba a lo Lola Flores, imitaba al mismo diablo, cantaba, taconeaba, movía los brazos que subían al cielo como una enredadera.

Mientras ella me contaba su vida yo le ocultaba la mía. Me invitó a salir del armario con tanta ternura y tanta clase que me quitó un peso del alma, una carga irresistible que habitó en una fortaleza inexpugnable donde viven los condenados.

Inés era de Barcarrota, un pueblo de la provincia de Badajoz y se vino a la tacita de plata desde muy joven. Sus padres eran de mente antigua pero ella tenía la habilidad de escaparse cuando veía que las cosas no pintaban bien.

Yo vivía en San Fernando, un día me esperó una parada, se subió en el bus y me llevó una tortilla. Indicó al conductor que esperara y me dijo: " es para ti". Nunca lo olvidaré.

Con los años nunca nos perdimos la pista y supimos el uno del otro aunque hubiera temporadas de silencio.

Conocía a la gente típica del Cádiz viejo que fueron protagonistas en las letras del Carnaval.. Travestis, locos, vendedores, cantineros: el manteca, la Uchi, la Petróleo, la " guapa" que vendía churros en el mercado; todos eran la salsa de las chirigotas.

Inés, voy a hacer de letrista y te escribo una canción a ver si Joaquín Sabina se anima y le pone música. A Inés Victoria le gustó la idea. También pensé en ponerme en contacto con Almodóvar pues daba todo el perfil de sus personajes.

Esta es la letra para Inés, para la Inés del alma mía, para mi Chavela particular de tantas noches de cerveza.

INÉS DEL ALMA MÍA

Ella sabe de tristezas, de certezas muy inciertas.

De amores y desamores que riegan todas las flores aunque sean de papel.

Ella pinta las sonrisas, las lágrimas y las desdichas en las alas de un corcel.

Ella imita a Lola flores con sus trajes de colores. Estoy hablando de Inés.

Ay Inés del alma mía entre alcohol y cocaína siempre te acuerdas de él.

Un amor desenfrenado, unos besos acabados y un cubata en el mantel.

Se la ve en hospital trabajando día y noche sin atender los reproches del cansancio de su piel.

Mientras los enfermos de sida, desahuciados y sin vida, aferran a aquellos brazos a todos los brazos de Inés.

Arrancando las sonrisas, animando las desdichas de de las noches de visita que ella pinta de satén.

Por las calles de su barrio, por por el Cádiz solitario.

Anda sin rumbo y sin prisa, buscando unos besos rotos de unos amantes remotos siempre confunde con él.

Va mirando a la Caleta mientras oyes chirigotas del Selu , el chapa y Juan Carlos invitando a la petróleo a una copa y a un café.

Bailas y mueves las manos, zapateas taconazos en un Falla de Babel.

Nuca piensas en las prisas, no te importan las pesquisas de todos los que hablan de Inés.

Capaz de comerte el mundo mascullando en lo profundo que no hay nada que perder.

Y yo que que escribo esta historia conociendo a esta paulova que me sacó del armario escondido y solitario que nunca quise perder.

Haciéndome una tortilla me contó sus pesadillas mientras amanece ayer.

La loca, la arrepentida, la que se bebió la vida.

La que fuma, la que esnifa, tarareando al Sabina, despertando adrenalina.

Estoy hablando de Inés.

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