Categorías: Opinión

Indolencia sindical

Como un suspiro se disipo el verano y esa convocatoria sindical anunciada justo antes parece que se nos echa encima sin solución de continuidad. Dormidos en el sueño estival, sabedores de la llegada de ese momento donde los sindicatos improvisan una fecha en “rojo” en nuestros calendarios, nos olvidamos del sinsentido que paralizará a un país entero por un día.
Recién nacido el otoño, nos llega la locura de detener a miles de empresas por miedo a las represalias de unos pocos de hombres pertrechados con una bandera roja al hombro (jamás la ondean…), seis u ocho pegatinas adornando su solapa y un grito acompañado de un altavoz que se atreve a llamar esquirol a todo aquel trabajador alejado de una realidad sindical. Porque la responsabilidad de sacar una empresa hacia delante donde los pagos se suceden, donde las ventas son el pan de cada día de sus empleados, donde los sueños son el empeño de crecer sin ayuda alguna y donde una manifestación amenazante que cierra su trabajo, no es más que un grupo de maleantes que nada tiene que ver con su forma de ganarse la vida.
Siempre lo he dicho, una manifestación acompañada de una huelga es la medida más medieval e ineficaz que puede realizarse. Es triste mirar el egoísmo de los supuestos defensores de los trabajadores, teniendo más de cien años de historia y encontrando la justificación de su incompetencia en juntar a unos cientos de personas que como una función teatral recrean la revolución bolchevique sin valorar los daños.
El gobierno en su aturdimiento sirve de aliño para darle alas a los sindicatos, callando ante una campaña publicitaria agresiva y llena de tópicos que atacan gratuitamente a la política conservadora, haciendo ver que ellos son compadres del PSOE y que la huelga sólo pretende zarandear a aquellos valientes que tienen empresas e intentan mantener la maltrecha economía de España.
Porque los empresarios para un sindicalista son fachas, carcas, señoritos absolutistas y amigos de la derecha más extrema. El defensor de los trabajadores no pretender buscar soluciones, sino poner en el disparadero a los creadores de empresas, metiéndoles en la casa de los líos y defendiendo temas ínfimos que no hacen más que crispar. Por eso su preocupación en los días previos a la huelga es la interrupción total de los medios de transporte (seguramente todos excepto los ocupados en llevar a sus afiliados a las principales manifestaciones…), el cierre total del comercio y disuadir a los empleados de las empresas públicas para que no acudan a sus puestos de trabajo (todo ello aderezado por la negociación de los servicios mínimos).
Un 29 de septiembre que supondrá pérdidas en todos los sectores debido al cierre obligado por miedo a represalias en forma de piquete. Los sindicalistas con más pinta de haber salido de “Cuéntame” que de estar al día de las realidades laborales, defenderán los derechos a gritos pero sin respuestas, ni soluciones viables, cantando consignas contra los arriesgados inversores y deteniendo la normalidad de las ciudades a su capricho.
Los sindicalistas con pinta de pueblerinos (con todos los respetos a la gente de los pueblos), con imagen de campechanos y con cierto look desaliñado, manejarán a una nación sumisa a los antojos de un grupo de desalmados que manipulan ideales entorno a un beneficio mas cerca del personal que del bien común.
Esperemos que la convocatoria sirva para desenmascarar a los liberados sindicales y se les destrone de esos puestos improductivos que a la vista está que no han servido para nada, pues la falta de empleo tiene mucho que ver con las desafortunadas acciones de los representantes de UGT y CCOO (algunos más que una pancarta deberían llevar un espejo para ver su inútil labor en la defensa de los trabajadores).
Seguimos en una nación gobernada para los funcionarios (ahora menos que nunca), los artistas, los inmigrantes y los defensores de las causas perdidas, donde no tienen cabida los empresarios con iniciativa que intenten reflotar al país porque ese campo no forma parte de sus posibles votantes. Mientras lo importante es retratarse con quien encaje cuando más convenga para seguir en la brecha y dejar que sus traviesos compadres de los sindicatos hagan y deshagan mientras los dejen estar.
El día se culminará con unas cuentas de manifestantes dispares según quien sea el encargado de contabilizarlos y aprovechable para otros para clausurar las barbacoas playeras (seguro que la convocatoria de disfrutar el día fuera de casa tiene más respaldo en número de personas).
Una huelga que sólo es refrendada por los afiliados y simpatizantes de los sindicatos y el resto debemos aceptar sin más remedio el “Hoc voluerunt” (ellos lo quisieron) de Fernández Toxo y de Candido Méndez.

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