En España se vive una situación muy convulsa, en la que parece existir un contubernio entre la extrema derecha y la derecha para intentar derribar al gobierno legítimo de nuestro país. No lo hacen mediante el mecanismo que contempla la Constitución, a saber, la moción de censura. Los números no le dan todavía. Lo quieren hacer a base de bulos, noticias falsas y denuncias judiciales sin fundamento. Para ello se están sirviendo del Sindicato “Manos Limpias”, que de limpio no tienen nada y otros grupos fascistas similares. Como decía Rufián días atrás, están muy “subidos”. Feijóo ya lo experimentó en Galicia para sacar del poder al gobierno de izquierdas.
La cuestión es que hay un delincuente confeso, Alberto González Amador, que debe casi 500.000 euros a Hacienda, y es novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ha propuesto un acuerdo a la fiscalía, en el que reconoce los delitos, a cambio de no ir a la cárcel. Estos son los hechos. Sin embargo, por las estrategias y las mentiras del jefe de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), un mentiroso compulsivo y difamador, que amenaza a la prensa libre y ofende sin freno a las instituciones del Estado; el Fiscal General del Estado está siendo investigado por una presunta revelación de secretos, que dicen podría haber producido “indefensión” en el novio de Ayuso. ¿Indefensión? Pero, de qué necesita defenderse alguien que se ha autoinculpado para evitar la cárcel.
Pero hay más. Denuncias sin fundamento al hermano del presidente del Gobierno y a su esposa. A ministros, jefes de Gabinete y asesores. La cuestión es crear un clima de crispación y de indignación, falso, y con poco recorrido judicial, pero que se difunde a una velocidad increíble. Y si faltaba algo, el presidente de la Generalitat Valenciana, Sr. Mazón, que ha demostrado una incompetencia presuntamente criminal en el desastre de la DANA de Valencia, se suma al coro mediático de la derecha, ahora, para criticar y difundir mentiras respecto a las ayudas aprobadas por el gobierno central y, de paso, ocultar su propia irresponsabilidad.
Un estudio de hace unos años, desarrollado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts venía a demostrar que las noticias falsas se difundían hasta veinte veces más rápido en Twitter que las verdaderas; la culpa no recaía sobre los bots, sino sobre las personas. Los investigadores estimaron que una noticia ficticia se diseminaba a 500 usuarios en 10 horas, mientras que una historia contrastada tardaba unas 60 horas en alcanzar al mismo número de personas. Y aunque las redes sociales pueden favorecer unas sociedades más plurales, ese pluralismo, imprevisible e inestable, puede afectar a la seguridad global al ser utilizado como arma en contra de los adversarios.
En línea con lo anterior, un reciente estudio, publicado en la revista Science, titulado “Misinformation exploits outrage to spread online”, de Killian L. McLoughlin y otros demuestra que las publicaciones con información falsa provocan más enfado que las fiables, y ese sentimiento es el que facilita la amplificación de la desinformación, que se comparte incluso sin leer el contenido. Facunto Macchi lo explica con detalle en un artículo del pasado 28 de noviembre en el diario El País.
Lo que nos dicen los autores del trabajo es que tras haber examinado esta hipótesis a través de distintas plataformas y periodos de tiempo, han deducido que la indignación es muy atractiva y no necesita ser precisa para lograr sus objetivos comunicativos y para ser una señal atractiva para incrustar en la desinformación. Lo que demuestran, tras analizar datos de las plataformas Facebook y Twiter, y tras realizar dos experimentos sobre comportamiento humano, es que las fuentes de desinformación provocan más indignación que las fuentes fiables, lo que facilita el intercambio de información errónea, al estar los usuarios más dispuestos a compartirla.
Los editores de la publicación nos dicen que en ese estudio se demuestra que las fruentes de desinformación evocaron más reacciones de enojo e indignación que sentimientos felices o tristes las noticias confiables. Y además, los usuarios compartían sin leer las noticias. Es decir, “la desinformación sigue siendo una amenaza importante para la integridad democrática, la seguridad nacional y la salud pública en los Estados Unidos”. Sin embargo, este problema no puede circunscribirse exclusivamente a los Estados Unidos, sino que se ha convertido en un problema a nivel mundial.
Es lo que ocurre exactamente en nuestro país, que tras la hábil mediación de los propagadores de noticias falsas de la derecha, se ha conseguido que produzcan más indignación estas noticias falsas y, por tanto, que se difundan a más velocidad, que la verdadera noticia, en este caso, de que un presunto defraudador de Hacienda confiesa su delito a cambio de evitar la cárcel. Y de paso, ocultan la responsabilidad de Mazón en el desastre de la DANA. Todo un acto de maldad infinita que emponzoña la actividad política.
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