Opinión

Incendio

Tras el incendio llegan los golpes de pecho y las fotos, muchas fotos. El espacio para la crítica queda aparcado, como siempre ocurre ante una desgracia que se ve venir pero a la que no se le pone remedio. El presidente Vivas, con colocarse la chaqueta de Protección Civil y estar en el puesto de mando pendiente del incendio toda la madrugada -ya se encargaron de contárnoslo hasta la saciedad y dejar testimonio gráfico de ello-, ya parece que ha cumplido su papel. Fue uno más en el puesto, luego fue llegando más gente, más políticos para hacer bulto. Todos al puesto de mando, ninguno a Calamocarro para hablar con los vecinos de madrugada, cuando no sabían si iban a perder sus casas, cuando las llamas eran cada vez mayores, cuando solo un puñado de guardias civiles y de policías locales les consolaban porque ni siquiera venían a darles mantas, agua, un café. Nada de nada. Pasaban las horas, las llamas eran cada vez peores y de madrugada esas familias asustadas tenían frío, miedo y no podían más que resguardarse en sus coches y sacar sus animales. Nadie, ni un solo político, ni una autoridad, ni un responsable se acercó por allí. Estaban, nos han contado, en el puesto de mando ‘coordinando el incendio’. Tan bien lo coordinaban que a ninguno se le ocurrió activar a la Cruz Roja, que no llegó hasta primera hora de la mañana porque, sencillamente, a nadie se le había ocurrido que eran necesarios. Que había niños, ancianos, parejas... todos en sus coches solos, sin alimento, sin calor, sin agua, sin atención psicológica pero con mucho miedo.

Pero desde el puesto de mando se coordinaba todo y allí acudían coches y más coches y desde allí se difundían vídeos y fotografías para que supiéramos que alguien coordinaba y trabajaba. ¿Por qué no se distribuían de las familias desalojadas? Porque ninguna autoridad, ningún responsable estaba con ellos. Solo los policías y guardias civiles que perimetraban la zona mientras los bomberos se jugaban el tipo para salvar el monte.

Por cierto, bomberos sin medios, sin personal suficiente, exponiendo sus vidas en un monte abandonado, en donde hemos encontrado hasta bañeras y restos de más de 30 años tirados por la zona. Pero no pasa nada, ya hemos dejado atrás el incendio, las llamas, el desastre... hemos dejado todo y los hay quienes se apresuran a pasar página. En otra ocasión señores políticos dejen el puesto de mando para los que saben y empaticen con los ciudadanos que no entendían qué pasaba, que preguntaban por qué no venían los helicópteros ya, que clamaban contra los protocolos porque veían que en cuestión de minutos podían perderlo todo: sus casas, sus granjas, todo por lo que han luchado. Y allí, doy fe, no tenían a nadie que les consolara, a nadie que les escuchara, a nadie que les diera ropa, agua, comida...

Pero de esto nadie habla porque desde el puesto de mando no se ve el sufrimiento de la gente, hay que estar allí. No se les olvide nunca. El paripé no lo merece.

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