La ultraderecha ceutí se llevó el martes por la noche una nueva decepción peor que la derrota de la selección española en el Mundial. Ni en la ciudad ni en ningún otro punto de España hubo incidentes, altercados o desmanes reseñables por parte de quienes mostraron en las calles su alegría por la victoria de Marruecos.
Abortada la posibilidad de presentarse como acertados profetas del desastre, el triunvirato local de Vox descargó su frustración en las redes sociales con insultos y su manida acusación a al menos la mitad árabo-musulmana de los ceutíes de ser unos traidores a la patria.
Todo sirve a los extremistas para intentar encender la llama de la discordia que les proyecte electoralmente como salvadores cruzados y templarios de la españolidad que pretenden patrimonializar y sobre la que sentencian a diario quién es digno de abanderar o no.
Vox se atribuye de forma incívica y antidemocrática la capacidad para condenar a la muerte civil a cualquiera que no piense, rece o cante como sus dirigentes plenipotenciarios, que si tuvieran en sus manos la capacidad de decidir seguramente impondrían un régimen tribal de aniquilación de la diversidad a todos los niveles, la misma uniformidad anacrónica que pareció añorar el senador Muñoz Arbona en un comentario en Facebook.
Las muestras de alegría conocidas en Ceuta por la victoria de Marruecos deben ser contextualizadas en el resultado de un partido de fútbol e interpretadas, por tanto, como agrias para la práctica totalidad de los caballas tras el sinsabor deportivo. Que ese júbilo, aunque desagradable para la inmensa mayoría, se pueda manifestar por parte de cientos de nacionales del país vecino residentes (casi 5.000 oficialmente) con civismo, como en el resto de ciudades de España, es un motivo para el optimismo como prueba de que el modelo de convivencia local resiste envites tan duros e inaceptables como el de mayo de 2021, pero también las incendiarias manipulaciones de la realidad de los ultraderechistas.
El hecho de que aquí tampoco se registrase ningún enfrentamiento entre los aficionados marroquíes y los que la extrema derecha intentó recular por Internet para “defender las calles” como si fueran a ser víctimas de una invasión y la Policía no sirviera para nada, también.
A falta de propuestas para el futuro, Vox tiene todas sus expectativas depositadas en que la demonización de otro (a ser posible de otro color, credo o ideología, ahora también equipo) dé recorrido a sus ambiciones electorales, tanto dentro como sobre todo fuera de Ceuta, propósito para el que los de Abascal no dudan en probar todas las vías de calcinar la convivencia en la ciudad.