La reivindicación marroquí sobre los territorios hispánicos en el norte de Africa forma parte perenne y programática del ideario alauita. Es histórica e imprescriptible. No va a extinguirse nunca en horizontes contemplables. Esa es la certeza de técnica diplomática bilateral en el contencioso más complicado que tiene España.
Las dudas radican en el “cuándo” y también en el “modo”, extremo que excede a estas líneas de urgencia, además de ser para especialistas militares y de inteligencia. Yo como inveterado tratadista de nuestros contenciosos, vengo reiterando el diplomático, el que quedó congelado en Naciones Unidas el 13 de agosto del 75 y su potencial alcance ante el Comité los 24, en las modalidades del Estatuto de Territorios no Autónomos. Era el momento del Sáhara y Hasan II en buen táctico decide bifurcar ambos asuntos.
Rabat no va a entrar “todavía” en el, digamos, fondo del asunto reivindicatorio. Necesitaría previa e inexcusablemente solventar el Sáhara como marcó en su sagesse de dosificador de los tiempos con Madrid, Hassan II: “el tiempo hará su obra o la lógica de la historia”. Mohammed VI, a pesar de sus espectaculares, desequilibrantes logros diplomáticos no lo ha conseguido y más urgido que su predecesor, se ha lanzado a lo que yo mismo he denominado “diplomacia acelerada”, presionando con éxito coyuntural a Madrid, mediante acciones que se califican por sí mismas.
La solución definitiva a la controversia saharaui pasa por el acuerdo entre las partes como preceptúa Naciones Unidas y ni la RASD ni Argel, parte más que interesada, aceptan la neotérica posición española.
A pesar de los esfuerzos de Madrid, la cumbre de la OTAN no ha variado la cobertura formal de la Organización, lo que hubiera requerido la modificación de la carta fundacional. Pero ello resulta irrelevante como lo es el nuevo concepto estratégico precisando en su exhaustividad conceptual que se cubre “el territorio de todos los miembros”, “hasta el último ápice”, con un léxico de escaso estilo que acaece en esas redacciones “declarativas” ya sobre el tiempo, antes del champán, en las negociaciones en las que técnicamente no se puede ir a más. Simplemente “por no corresponder”.
Ahora que recientemente se ha incluido por primera vez a Ceuta y Melilla en la Estrategia de Seguridad Nacional, corrigiendo en mi opinión una llamativa ausencia que tal vez no haya permitido felicitar a nuestros numerosos geoestrategas (tres veces más miembros tiene el CNI que la carrera diplomática y eso sin contar en las proximidades funcionales, adláteres, similares y hasta aficionados), quizá interese traer a colación el dato geoestratégico de las alianzas en zona hipersensible, que engloba teóricamente hasta las Canarias. Y entonces, un breve apunte que se quiere operativo en esta sinopsis de urgencia: los dos principales aliados de Rabat, se caracterizan, Francia por ser el único país de la UE miembro permanente del Consejo de Seguridad, con todo lo que esa especial condición/llave comporta; y Estados Unidos, con la entente bilateral antigua desde 1777, cuyo más que blessing para blindar al aliado israelita ha desequilibrado la cuestión saharaui, amén de, ya sobre Ceuta y Melilla, respecto de la cobertura de las ciudades, atenuar ¿sobremanera? el principio de solidaridad entre los miembros en las intervenciones fuera de zona por parte de la OTAN.