Hay fatalidades, terribles y brutales, que se presentan sin cita previa en los senderos de nuestras vidas, y que por más que te preguntas cuáles son los porqués que puedan justificar o racionalizar sus apariciones, no encuentras respuesta alguna, como si fuesen manifestaciones de una cosmología superior e infinita cuyas actuaciones estuvieran más allá de nuestra limitada comprensión humana.
Y eso es precisamente lo que ocurrió el miércoles pasado, 28 de febrero, cuando después de muchos años luchando con coraje y sin descanso contra el cáncer, Cristina Acevedo Ruiz nos dejó para siempre.
Ya sé que la muerte es consustancial a la vida, y que desgraciadamente no es la primera ni la última víctima de esta enfermedad, y que a todos nos llegará la hora y que, además, diariamente multitud de personas fallecen sin que se altere en lo más mínimo la rutina de los que seguimos sobreviviendo; sin embargo, por debajo del devenir de lo que tiene que de ser, queda irremediablemente el dolor y el vacio, personal e intransferible si se quiere, que el duelo produce en los seres humanos que compartieron, en mayor o menor medida, el camino de los que se fueron.
Pero para aquellos, los que continuamos aquí enfrentándonos cada mañana al despertador que suena, además de los abrazos del desconsuelo y la pena con los que la ausencia de Cristina nos acompaña en estos momentos, queda un maravilloso regalo que, incomprensiblemente e ilógicamente, el arbitrario poder superior no nos logró arrebatar: los recuerdos de una gran mujer.
Recuerdos que se agolpan en mi mente, y que poco a poco van saliendo y cobrando vida, en algo parecido a una secuencia interminable de una película sin título que se proyectará en sesiones alternas en el cine de mi memoria: el de una preciosa niña rubia de Villajovita, que está sentada en una acera en compañía de otras amigas y cuya mirada se entrecruza por unos segundos con la de un ensimismado adolescente, de piernas largas y una desgarbada gabardina verde; el de una jovencísima maestra que camina por la carretera que une Chiclana con La Barrosa, con una maleta en la mano y escoltada por varios compañeros, en busca de su primer destino profesional; el de una docente intensamente comprometida con la renovación pedagógica, que escucha pacientemente sentada frente a Santiago, su esposo, las intervenciones acaloradas y pasionales de otros miembros del Colectivo Educativo Ceutí para hacer realidad una nueva Escuela de Verano o un número más de la revista de educación Almina; el de una mujer animosa y valiente, ejemplo a seguir para todos los que la conocían en su batalla interminable por vencer al cáncer, que nada de boya a boya en la playa Benítez para fortalecer sus brazos y paliar así los efectos de su larga dolencia o el de una gran señora a la que, en el pasado verano, le pregunté cómo estaba y ella me respondió con un abrazo y una hermosa sonrisa mágica.
No sé dónde estás ahora, estimada Cristina, pero quiero decirte también que siempre he admirado tu fe cristiana, humilde y sincera, despojada de cualquier parafernalia y dogmas grandilocuentes.
Por esto mismo sería de justicia, al menos por esta vez, que volvieras a renacer en tu cielo, ese que es solo tuyo y de nadie más, y que estuvieras allí disfrutando de una nueva vida que te permitiera potenciar, entre otras muchas cosas, la gran capacidad artística y creadora que corría por tus venas desde que yo te conocí. Descansa en paz, querida compañera, e infinitas gracias por dejarnos tantos ejemplos de vitalidad para sobrellevar nuestra cotidiana existencia.
Ha podido ser una auténtica desgracia. Ha ocurrido a primera hora de este jueves en…
El anuncio de una licitación pública para el servicio de recogida de enseres ha encendido…
“Que se lleven a cabo las actuaciones de adecentamiento necesarias en la barriada de Finca…
La autoridad judicial deberá señalar vista oral para juzgar a un residente del centro de…
Esa certeza de que los okupas tienen más derechos que los propietarios parece que, a…
La presencia del arte urbano en el espacio público de la ciudad como factor de…