Inés siempre será recordada por los pacientes a los que trató durante todos sus años de ejercicio en la Policlínica de Ceuta como la médica que conseguía reconciliarlos con una vida sana. Porque esa era la clave de todo, cambiar los hábitos para lograr el equilibrio con una dieta acertada.
La semana pasada nos dejaba Inés Merino Ruiz a la edad de 65 años. Una médica dietista que entregó su vida a lograr una mejora para sus pacientes. Ejerció durante años en Ceuta haciendo lo que mejor sabía, desarrollando un trato directo y sincero que es precisamente donde radica el éxito en los diagnósticos.
“Era una auténtica especialista, estudiaba cada caso que le llegaba”, recuerda emocionada su hermana Marita, a quien se le agolpan las anécdotas compartidas con una hermana de la que disfrutó mucho.
Los recuerdos permanecen y eso es lo que queda a familiares y amigos de una médica alejada de grandes focos y titulares, pero con una labor clave para los pacientes que confiaban en ella.
Pionera en su familia en el estudio de Medicina, siendo de hecho la primera mujer en los Merino Ruiz que estudió esta carrera, a Inés, hija de militar, le tocó nacer en Larache en tiempos del Protectorado.
Sus hermanas fueron naciendo en otras ciudades hasta que el destino llevó a la familia a Ceuta en donde hizo su vida, forjó sus amistades y se ejercitó como una médica dietista de referencia.
Se sentaba con sus pacientes y ejercía esa necesaria labor psicológica previa para saber cuáles eran sus hábitos al objeto de poder diagnosticar con claridad y acierto en donde radicaba la causa de esos kilos de más. Inés era contraria a las dietas milagro, esas sustentadas en el consumo de pastillas. “Lo que hacía era reconducir al paciente hacia una comida sana”, recuerda Marita. Y así convertía en fácil lo que parece una auténtica tortura.
Aficionada a la lectura, al cine, a la música y a la cocina, Inés era además amiga de sus amigos. “Tenía muy buena voz, le decíamos que podía haber sido cantante como Ana Belén porque lo hacía muy bien, también tocaba la guitarra…”. Y junto a la música que le acompañaba desde que se levantaba, también la cocina. “Le gustaba experimentar con recetas, desde pequeña iba al mercado con mi madre, le encantaba”.
Quizá ahí fue estuvo el origen de la profesión que tan bien ejerció y con la que tanto ayudó a pacientes que lograron así reconducir su camino, sentirse bien con lo que comían y con cómo comían.
Inés, la doctora amable, sencilla, educada y estudiosa de los casos de sus pacientes ayudó, quizá sin saberlo, a muchísima gente desde su labor de años en su consulta en la Policlínica.
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