21. 80. 69. Simples números para cualquiera, el trabajo de toda una vida para Mustafa. Son los números de los taxis de Ceuta que condujo a lo largo de su vida. Tal era la dedicación de este vecino de Los Rosales, que él no se consideraba un chófer, él era un profesional del taxi. Así lo decía y así lo reconocían sus compañeros. Desgraciadamente la ciudad de Ceuta no podrá disfrutar más de sus carreras. Mustafa ya no sumará más números a su lista particular.
Este jueves, Mustafa, de 57 años y padre de familia fallecía en el clínico de Loma Colmenar a causa de las secuelas que el coronavirus había dejado en su cuerpo. Llevaba diez días ingresado en el Hospital, desde que aparecieron los síntomas de este virus que ya se ha llevado a un centenar de personas en Ceuta. Había logrado superar la enfermedad y se encontraba en la que llaman la ‘UCI limpia’, pero su cuerpo estaba demasiado débil tras la ardua batalla que tuvo que librar.
Trabajador, de buen corazón, limpio y meticuloso, el sector del taxi llora la pérdida de unos de sus componentes más conocidos y queridos. Mustafa no dudaba en participar y apoyar las mejoras de las condiciones laborales. De hecho era muy activo: participó en la creación de la nueva Asociación de Asalariados del Taxi. Tanto es así, que este viernes varios taxistas se concentrarán e irán con sus coches al entierro para homenajearle.
Mustafa no se ponía al volante desde febrero. Tras llegar a un acuerdo con el dueño del taxi que conducía, Javi Heredia, ambos decidieron que lo mejor sería un ERTE ante la falta de clientes por la crisis del coronavirus. Apenas llevaban más de un año y medio trabajando juntos y ambos deseaban que Mustafa se jubilase con Javi.
Desde que dejó de trabajar, aprovechaba todas las mañanas para pasear por la ciudad. “Era un hombre sano, estaba bien físicamente, le gustaba el ejercicio”, cuenta Heredia. No era raro verle pasear por la carretera de Benzú.
Javi recuerda que Mustafa vivía con miedo por el coronavirus. La pandemia despertó en él cierto recelo que le hacía tener el máximo cuidado posible. “Siempre saludaba con el codo”, detalla Javier. “En los primeros meses de pandemia me pidió no salir porque tenía miedo por su mujer y quería protegerla”. Aunque, desgraciadamente, hay cosas que siempre escapan al control.
Las únicas palabras que consigue pronunciar Javi son de halagos hacia el taxista: “Era una bellísima persona. Religioso y muy respetuoso con todo”. Ese es el recuerdo que deja Mustafá: la sensación agradable de un buen corazón.
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