Los maravillosos 106 años de Yeya

El jueves por la noche quiso marcharse definitivamente nuestra querida Yeya, la mujer de la eterna sonrisa y la mirada serena. Su ahijada Alicia, como su buen amigo y confesor espiritual, Francisco, nos dejan unas lindas palabras de quien fue por tantos años la matriarca de la familia.

Mi Yeya era la simpatía por naturaleza, trasnochadora y gran jugadora de dominó. Sacaba tiempo para cocinar a cuantos a su mesa querían sentarse; no sólo su familia sino también a los amigos de sus hijos y nietos. Entrar en su casa era como sentirte en la tuya propia y también ayudaba que era una gran cocinera.

“Una gallina clueca” que disfrutaba con todos a su alrededor y hacía que su casa fuera tan acogedora y tan divertida que pequeños y mayores disfrutaban con ella.

Le encantaba celebrar sus cumpleaños, las fiestas familiares, las reuniones, todo lo que representara tener a su familia y amigos junto a ella. Para eso contaba con su querido marido Rafael, “otro pedazo de pan”.

No se perdía una excursión a la playa de Restinga, aunque nunca se la vio en bañador, pero allí pasaba el día, bajo su sombrilla, disfrutando del momento, porque eso es lo que hacía, disfrutar de la vida en toda su plenitud.

Única mujer entre cinco hermanos, le sacaba partido a todo.

"Le encantaba celebrar sus cumpleaños, las fiestas todo lo que era tener a su familia junto a ella"

No viajaba mucho pero con mis padres se animaba y de vez en cuando se lo pasaban muy bien viajando los cuatro.

La recuerdo ayudando a muchas personas mayores, llevándoselas a su casa y cuidándolas con el gran cariño tan característico de Yeya, su generosidad no tenía límites, por no hablar de su amor por los animales.

Te vamos a extrañar todos, querida madrina. Has sido una guía para todos los que te hemos conocido. Ahora descansa en paz.

Para el Padre Francisco, ella era más que una de sus feligresas, era Yeya.

Te doy gracias Señor del Cielo y de la Tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se la has revelado a los pequeños (Mt 11, 25).

Estas palabras del Evangelio de San Mateo resumen toda su vida. El misterio de la vida se nos revela como algo hermoso cuando acompañamos humana y espiritualmente a nuestros mayores. En ellos apreciamos valores que trascienden los siglos pero que siempre permanecen.

"Pasé de ser un Párroco a ser su nieto, como gesto de agradecimiento"

El valor de la vida, la familia, el hogar y por supuesto la fe… Y otros como la escucha, el consejo, la preocupación, el cariño y los detalles…

Sin embargo, cuando todo ello se vive desde la fe, la vida se llena de plenitud y de auténtica felicidad. He aquí el secreto mejor guardado. Su felicidad no provenía de las cosas materiales sino de su profunda convicción religiosa. De la fe que recibió de sus padres y que nos manifestó a todos.

Hoy todos esos momentos compartidos, junto a ella, son para mí la más bella lección de mansedumbre y humildad, que no debe faltar en la vida de un sacerdote. Pasé de ser su Párroco a ser su nieto, como gesto de agradecimiento de fortalecer, con la gracia de Dios, su alma.