Este domingo nos dejaba Emilio Rubio, un histórico donde los hubiera de nuestro diario decano. Persona laboriosa, afable y entregada a su trabajo y a los demás se entregó por completo al quehacer del periódico no reparando nunca en horas ni en dificultades.
Todo un autodidacta, permaneció al frente del timón hasta que su salud comenzó a traicionarle. Con mi mejor recuerdo al gran y noble amigo con el que tuve ocasión de compartir algunas tareas, no me resisto a reproducir hoy en estas páginas el obligado capítulo que le dediqué en mi libro ‘El Faro, 75 años de historia’.
Descansa en paz, Emilio.
“Emilio Rubio, además de ser uno de nuestros más destacados veteranos, ha demostrado ser el auténtico prototipo de ese empleado fiel y leal hasta en los más pequeños detalles a su empresa. Trabajador incansable, nunca reparó en horarios o días festivos ni en arrimar su hombro al compañero que lo necesitaba, siempre de manera altruista y sincera.
Cumplida su vinculación laboral con ‘Cristalería Cruces’, Rafael Montero lo llamó para trabajar en la puesta en marcha de su partido, ‘Ceuta Unida’ (CEU), en el momento de su fundación. Una vez consolidado el proyecto político, el actual editor decidió contratarle para el periódico, cuando la redacción estaba en el Morro. Se precisaba una persona de su paciencia y meticulosidad para poner en orden la hemeroteca y el archivo fotográfico, cometido que llevó a la perfección, apoyando además a otras áreas del periódico cada vez que era preciso.
Trasladada la redacción a las actuales dependencias de la calle Solís, en 1989, Emilio pasó a hacerse cargo de la sección de fotocomposición en la que había de filmar las páginas de cada edición, previo pegado de las fotografías de las mismas, un proceso que ya es historia. “Era una labor costosa ya que, aparte de la cantidad de película que se gastaba, había que tener especial cuidado a la hora de impresionar las planchas de la rotativa”.
Las últimas tecnologías le desplazaron, poco tiempo después, de esta función, incorporándose entonces a la sección de publicidad, para encargarse de la composición y diseño de los anuncios, y su posterior envío al ordenador central, desde el que los redactores los capturaban para ‘pegarlos’, cada uno en sus páginas respectivas, de acuerdo con la orden de publicidad del día, ya con el nuevo proceso de edición.
“Yo no tenía horarios, pues esa labor la realizaba yo sólo. Se daba el caso de que poco antes de salir a la calle los especiales de Fin de Año, Semana Santa y Reyes, había días que me metía en el periódico por la mañana y ya no me iba a casa hasta transcurridas catorce o quince horas después”.
Ese fue la última función de nuestro hombre hasta que en 2005 sufriera un infarto cerebral, circunstancia que vino a coincidir casi a la vez con la muerte de su querida esposa, lo que conllevó su jubilación anticipada por imposibilidad física.
“Me jubilaron, sí, por desgracia para mí, porque me hubiera gustado terminar mi vida laboral dos o tres años después, una vez cumplida mi edad reglamentaria, con la satisfacción de haber desarrollado durante un cuarto de siglo mi vida laboral en mi querido periódico”.
Aunque con ciertas secuelas tras aquel infarto, especialmente en su pierna izquierda, Emilio Rubio se encuentra bastante recuperado del mismo. Actualmente la gran alegría de esta época de su vida la constituyen sus dos nietos de corta edad, fruto del matrimonio de su hijo mayor. El otro, Sergio, empleado que fue también del periódico en la sección de montaje, reside en Sevilla, donde permanece soltero”.