Imprudencias de unos pocos afectan a todos

• Los socorristas reclaman a algunos bañistas más respeto a sus indicaciones

El trabajo de los socorristas sería algo más fácil con un poco más de colaboración de la ciudadanía en general y con un comportamiento mucho más cívico por parte de determinados individuos con los que vigilantes y el resto de bañistas tenemos que compartir las playas cada verano. “El ciudadano que quiere escuchar, va aprendiendo poco a poco. Cuando se hace una cosa mal, un socorrista le explica cómo hacerla bien y ya está”, señala Ion Mundin, comunity manager de Marsave. Las dificultades surgen cuando en la playa los socorristas se encuentran con un bañista o usuario que no quiere escuchar. Entonces llega la imprudencia, aparecen los problemas y hay que hacer frente a las consecuencias.

Una de las funciones que desarrollan los responsables del Servicio de Socorrismo en nuestras playas es la comunicación. Y no es precisamente la más fácil. “La labor más importante es la prevención. Gran parte de ello está basado en la comunicación, pero comunicar con algunos usuarios es muy difícil. Lo intentamos por megafonía, con las banderas... En las redes sociales hacemos trabajo de concienciación...”, señala el responsable de Marsave.

En opinión de Ion Mundin, hace falta que la población sea un poco más consciente del trabajo y de la función que llevan a cabo los socorristas. “La gente se tiene que dar cuenta de que somos importantes y que nos tiene que hacer caso”, señala, “no vamos a poner multas. No estamos para eso. Estamos para explicar cómo se hacen bien las cosas”.

De hecho, si las cosas se hicieran bien, muchas de las intervenciones de los socorristas no serían necesarias. Por ejemplo, la mayor parte de las heridas y cortes que se producen en la playa tiene su origen en la falta de concienciación de algunos usuarios que no prestan atención a los carteles ni hacen uso de los recipientes para deshacerse de la basura, en especial de los objetos metálicos o de cristal. “El resultado es que el mal de unos lo acaban pagando otros”, señala Mundin.

Y en muchas ocasiones quienes “pagan” son los propios socorristas, que se ven obligados a poner en riesgo su propia vida para salvar a quien no ha seguido sus indicaciones y se encuentra en una situación apurada. “Hay que darse cuenta de que si una persona se pone en riesgo y está en peligro, otra persona, el socorrista, se tiene que poner en riesgo, siempre con cautela, para salvarla”, explica el responsable de Marsave. Precisamente, eso es parte del trabajo del socorrista, ayudar a los bañistas en apuros, aunque lo sensato sería que éstos últimos adoptaran todas las medidas y siguieran las indicaciones para evitar verse en una situación de riesgo.

En cambio, no forma parte de la responsabilidad de los socorristas estar pendientes de menores que se encuentren en la playa sin la supervisión de un adulto. “No están para vigilar a los niños. No te puedes creer que la playa es una guardería porque haya gente vigilando. Los padres tienen que estar al 100% con sus hijos menores”, subraya Mundin.  A pesar de todas estas dificultades añadidas a la profesión de socorrista, no pierde la esperanza. “Es un trabajo largo de muchos agentes que estamos implicados... poquito a poco”, señala el comunity manager de Marsave.

Satisfacción por la pasada temporada de baño en Ceuta

La temporada del baño del pasado verano finalizó sin ninguna muerte en Ceuta. Es un dato que satisface a los responsables de Marsave, aunque Mundin señala que “siempre se pueden hacer más cosas”. De hecho, para que así sea, han analizado los datos para intentar prestar un mejor servicio. No obstante, reconocen que la suerte es un factor a tener en cuenta. “Si a un señor le da un infarto en la playa, nosotros estamos ahí para darle una oportunidad. A veces sale y otras no. Nuestro trabajo es estar ahí e intentarlo”.