Categorías: Opinión

Impresionante

Muchas veces se ha dicho que a la mayoría de la gente - especialmente cuando ya tienen algunos cuantos años - lo que le gusta y hasta conviene es una vida sencilla, corriente, sin sobresaltos y hasta pasan de las alegrías estruendosas del "gordo de Navidad" sin embargo hay cosas, o hechos, que sobrepasan lo corriente y causan verdadera admiración a casi todo el mundo, aunque esa admiración sea expresada de muchas y muy diferentes formas. Hasta en las mismas familias los caracteres de unos y otros tienen sus facetas peculiares y en sus actuaciones se reflejan esas características, aunque en el fondo hay algo común y de mucha fuerza, el amor. Es que el ser humano tiene algo maravilloso, la capacidad de rectificar y sentirse impresionados por lo que es bueno.
Impresionante fue, sin duda alguna para nadie, la victoria, en el torneo de fútbol Champions ( así creo que se titula, aunque no estoy seguro; perdónenme por favor ) del Barcelona sobre el Milán en el partido jugado en la noche del martes de esta misma semana. Las cosas no le venían bien al Barcelona, pues, como ustedes saben muy bien, debía anular y superar los dos goles en contra que había encajado en el parido jugado en Italia - en el campo de su contrincante - y, además no estaba en su mejor forma. No hace falta ser "hincha" del equipo catalán y hasta se puede mantener una actitud contraria al mismo, pero nadie puede dejar de afirmar que su actuación, ante el equipo italiano, fue verdaderamente impresionante. Su juego fue excelente y dominador: el resultado - 4 a 0 - lo acredita plenamente.
Impresionante ha sido, a mi juicio, la ceremonia previa a la constitución en Cónclave de los 115 Cardenales de la Iglesia Católica que gozan del derecho y de la responsabilidad de elegir al nuevo Papa. No impresionaba tanto por el orden y la vistosidad de la ceremonia, incluido el juramento personal prestado por cada uno de ellos de forma individual, sino por la trascendencia de la misión que se les solicitaba llevar a cabo para el bien de la Iglesia; para el bien de todos los católicos y, en definitiva, para el bien de toda la gente del mundo. Era impresionante la consideración de esa misión y la gran responsabilidad que cada uno de ellos contraía de forma tan específica. ¿Qué podía hacer uno sino encomendar a cada uno de ellos? También esta oración íntima impresionaba a uno mismo. Impresionante ha sido para mi ver y oír en TV un concierto grabado pocos años después de la 2ª Guerra Mundial. Esa grabación no tenía la belleza de imágenes que la tecnología actual ofrece, pero sí tenía la gran calidad de sus intérpretes. Esa sinfonía, para violín y orquesta, estaba interpretada por personas - la gran mayoría varones - que habrían intervenido - de una u otra forma - en la citada guerra. El solista no hacía movimientos o gestos para llamar la atención, pero su serenidad y seriedad en el manejo del violín agrandaban, a mi juicio, la calidad de las notas; las hacía más cálidas, más emotivas, más apropiadas para aquellos momentos en que se grabaron y para cualquier otro tiempo. Nunca he escuchado esa sinfonía con más atención y respeto. Les aseguro que fue impresionante para mi. La vida de toda persona está rodeada de infinidad de detalles y cuestiones muy variadas y cada una de ellas puede contener un algo que es capaz de llegar a tu alma y removerla de forma profunda. No es una sensibilidad ocasional y pasajera sino algo que queda para siempre y que forma parte de ese principio básico del amor; de ese amor  que se entrega siempre para el bien de los demás.

La vida de toda persona está rodeada de infinidad de detalles y cuestiones muy variadas y cada una de ellas puede contener un algo que es capaz de llegar a tu alma y removerla de forma profunda. No es una sensibilidad ocasional y pasajera sino algo que queda para siempre y que forma parte de ese principio básico del amor; de ese amor  que se entrega siempre para el bien de los demás.

Descanse en paz ese hombre que no conoció, a no supo entender, una sabia frase de Aristóteles - gran pensador de la antigüedad - que dice: "Sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego".

Manuel de la Hera Pacheco.- 6 Marzo 2013

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