Opinión

El impredecible sentimiento de unidad toma nuevos bríos en Europa

La invasión rusa de Ucrania contrasta un intervalo crítico en la historia de la humanidad. Sin duda, uno de esos capítulos puntuales que sacuden el siempre enrevesado equilibrio geopolítico, porque el lance bélico no es únicamente una guerra regional, simboliza la quiebra entre Rusia y Occidente y desdibuja sutilmente el lugar que el Viejo Continente ocupa en el planeta. Allende a las derivaciones de la agresión de un estado soberano que van más allá de las vidas truncadas y daños materiales, la reconfiguración geopolítica parece por momentos precipitarse. Y si no, que se lo digan a la Unión Europea, UE, que no está habituada a asumir un conflicto de esta índole, debiendo de plantearse sus principios, desafíos y prioridades para responder apropiadamente al fuego cruzado de Vladímir Putin (1952-69 años) desde la unidad y la entereza. Igualmente, le ha ocurrido a la Organización de Atlántico Norte, abreviado, OTAN. A ambas organizaciones pertenece el Reino de España y, evidentemente, se ha visto empujada por la misma espiral. Luego, el embate de Ucrania se ha situado a la cabeza de la agenda de recuperación económica y no queda otra que implementar políticas en ningún tiempo antes contempladas, como por ejemplo a través del Ministerio de Defensa. Fijémonos en el decálogo de ‘Economist Intelligence Unit’ que mediante diez puntos sucintos ayuda a extraer, cómo se comporta el poder mundial que resulta de la penetración militar, y la prominente vulnerabilidad del tablero de ajedrez internacional en el que se decidirá el devenir geoestratégico. Primero, la irrupción irracional rusa encaminada a descomponer la soberanía de Ucrania y avisar de cualquier hipotética tentativa de ingreso en la OTAN y la UE, lleva dispuesta la encomienda de superponer parte o la totalidad del Dombás para establecer lo que el Kremlin llama ‘zona de seguridad’ entre Rusia y Occidente, que de igual forma esconde a la República de Belarús o Bielorrusia y la República de Kazajstán. La desaprobación de Moscú a lo que su razonamiento denomina ‘las reglas basadas en las directrices de Occidente’, sugiere el restablecimiento de un nuevo compartimiento en Europa tres décadas más tarde de la caída del Muro de Berlín (9/XI/1989), y dos de los ataques del 11-S en 2001, que sellaban el punto y final de lo que se reconoció en las embajadas como el tedioso letargo geoestratégico que ponía el título a la ‘Guerra Fría’ (1947-1991), identificado por una conflictividad de baja intensidad y sujeta a la esfera diplomática. Segundo, la primera mitad de la post-Guerra Fría se diferenció por la unipolaridad de Estados Unidos. Así, el trance político y económico de Rusia en 1998, dio origen a un período de unilateralismo de la Casa Blanca en la que se desplegó una supremacía militar y tecnológica incuestionable con extensos cursos de bonanza. Y en la que la República Popular China, iba cosechando en predominio global, geopolítico y económico en cotas insospechadas. Hasta que, llegados a los años más recientes del siglo XXI, se ha observado la revitalización de la Federación de Rusia, más el asalto al pódium del gigante asiático como superpotencia y una competencia paulatina entre los aliados occidentales que ha desgastado el protagonismo norteamericano.
La ofensiva rusa en tierras ucranianas es un claro reflejo de que la labor de Estados Unidos como guardián o vigilante cosmopolita se ha desvanecido, lo que lleva a digerir que el mundo se ha vuelto más turbulento, inseguro e ingobernable. O séase, el quebrantamiento de la soberanía de Ucrania sepulta el orden de la post-Guerra Fría. Tercero, el desarraigo en la parcela política y económica y en el diseño financiero general, ha dispuesto que Rusia invirtiera sus brazos diplomáticos prioritarios en dirección al Este y levantara una ‘entente cordiale’ con China, que hace un decenio comenzó su andadura particular de conveniencia, pero convertida en una coalición fundamentada en bases consistentes en contornos inconcebibles hasta hace unos años, tal y como destaca el Kremlin en una declaración oficial nada más detonar las primeras descargas de la guerra en Ucrania. Progresivamente, Rusia pivotó en 2012 al Este tras deducir que era improbable hallar puntos de encuentro en el tema de la seguridad con Europa, y de encajar que el porvenir económico recaía en Asia. Además, apoyó a China en las áreas energéticas, vigorizó su capacidad militar marítima y aérea en el matiz de la inteligencia y en el análisis diplomático y de Defensa, a cambio de cosechar financiación y tecnología. A Pekín, su socio y contendiente inconciliable durante la ‘Guerra Fría’, le brinda con seguridad fronteriza en el Norte, más fuentes y recursos naturales y un enfoque dosificado de autoritarismo y nacionalismo que choca con los valores occidentales.

"En la guerra que nos capta imágenes injustificables por su crudeza y severidad, Rusia es descrita como un monstruo temible y terrorífico dispuesto a lo inenarrable, y los europeos ante un potencial enemigo de estas características, ahora se ha alineado contra Moscú y se excede en su presupuesto de defensa"

Asimismo, en los Juegos Olímpicos de invierno, jornadas precedentes a la invasión de Ucrania, sus presidentes Xi Jinping (1953-68 años) y Putin expusieron literalmente que el compromiso “no conoce límites” y que reportaría a acentuar sus “objetivos militares y políticos compartidos a un nivel superior”.
Cuarto, China y sus competidores occidentales han estado pugnando durante años por asentar su hegemonía sobre las industrias y empresas tecnológicas. Actualmente, se coordinan para una próxima ruptura del andamiaje económico-comercial emanado del proceso de globalización. A decir verdad, la crisis de la pandemia ha proyectado aún más, si cabe, esta predisposición, mientras acontecen fuerzas centrífugas que demandan una vuelta de tuerca a la regionalización productiva. El rompimiento contundente con Occidente apresura la segmentación de los polos opuestos. En la misma línea, algunos estados han tomado nota, pero la amplia mayoría permanece en silencio para persistir en las dos alternativas. Si bien, este contrapeso deleznable llegará a ser cada vez más dificultoso de mantener. Quinto, a pesar de todo, la tendencia estratégica norteamericana sigue recayendo en el emergente influjo de China. Para la Casa Blanca las hostilidades que percuten en Ucrania son una materia de las fronteras orientales de sus aliados de la UE, que desenmascara el poder debilitado de Rusia.
Lo que no significa que por instantes vaya a descuidar una cuestión de este calado. Pero sus bríos están puestos en el riesgo chino y la solicitud expresa de protección del Estado del Japón, la República de Corea y, sobre todo, la Isla de Taiwán, siempre en el punto de mira de las tiranteces geopolíticas que trenzan una especie de OTAN asiática junto a la Mancomunidad de Australia y Nueva Zelanda, y que engloba la zona Asia-Pacífico.
Sexto, la descomposición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la antigua URSS, extrajo la enseñanza del ‘dividendo de la paz’ e imprimió una etapa de bajada de los presupuestos militares. No obstante, en los últimos años la carrera armamentística se ha restablecido, con China y Rusia ensanchando su arsenal nuclear, y Estados Unidos y la República Francesa y el resto de los actores atómicos modernizándolos. Para ser más preciso en lo justificado, la cantidad de ojivas nucleares empleadas durante los ejercicios militares se ha agrandado considerablemente, revertiendo una inclinación decreciente desde el año 1991. Así, el cheque presupuestario en 2021 raspó los 2 billones de dólares, suma equivalente al volumen del PIB de la República Italiana. Simultáneamente, el tratamiento y acomodo de los misiles antibalísticos, más las armas antisatélite y los proyectiles hipersónicos han aumentado la percepción de amenaza entre los contendientes geoestratégicos, y precipitado el curso de las fuerzas armadas más poderosas y armas eficaces. Este acometimiento táctico todavía no ha sobrepasado la dimensión que se adquirió entre Rusia y Estados Unidos a lo largo y ancho de los años de la ‘Guerra Fría,’ pero la inversión militar del Pentágono es 2,5 veces por encima que el de China, que, a su vez, lo está ampliando. Indiscutiblemente, la guerra en Ucrania refuerza la proliferación de armas y trastorna la doctrina de la distensión. Séptimo, el conflicto bélico de Ucrania ha ahondado el encasillado entre el autoritarismo y la democracia. Rusia alcanza uno de los reflujos más extremados en el muestrario de democracia anual. En un indicador en desplome fulgurante desde la determinación de Putin en 2012, por aquel entonces, como Primer Ministro, en algo así como una superposición con la Jefatura del Estado de prolongarse como Presidente. Desde aquel tiempo, ha crecido el rango de corrupción, deteriorándose la libertad de expresión, arreciando la represión en las protestas políticas y oprimido el espíritu democrático. Al unísono, China, también ha agigantado su autoritarismo bajo la jefatura de Jinping. De ahí, que el endurecimiento del eje ruso-chino de cara a Occidente puntee el mayor hito histórico. Octavo, el afán de Berlín de suministrar armas a Ucrania y destinar 100.000 millones de euros en su Ejercito y encaramar el coste en Defensa superando el 2% de su PIB, el propósito que ha preconcebido como factura mínima entre los socios de la Alianza Atlántica, conjetura un salto sustancial en la política exterior germana. A resultas de todo ello, un margen de respuesta y de inflexión, como refirió el canciller Olaf Scholz (1958-63 años).
O, vislumbrado de otra manera: la República Federal de Alemania descarta el ‘soft power’ o ‘poder blando’ en su conexión bilateral con Rusia. La contraseña de la persuasión puesta en escena en los dos decenios en los que se ha desenvuelto la dependencia energética con Moscú, y que asumió como medida la inmovilización del gaseoducto Nord Stream 2. Esta coyuntura concede a Alemania mayor atribución de influencia en el contorno militar entre sus aliados europeos inexplorado desde la ‘Segunda Guerra Mundial’. Y emplaza a la UE ante la apuesta de subsanar las prioridades de Europa: la Seguridad y la Defensa acaparan las agendas políticas.
Noveno, el ‘despertar de Europa’, como numerosos analistas han distinguido uno de los rastros colaterales de la invasión de Ucrania, entreve que Estados Unidos desempeñe el liderazgo en la OTAN, pero los dictámenes e intereses de Francia y Alemania no pasarán desapercibidos. Rusia vuelve a coger el listón del cartel como adversario público número uno de la Alianza Atlántica, sumida en una reconversión de envites entre los que se menciona a China, la ciberseguridad y el cambio climático. Como reza el título de esta disertación, Ucrania ha forjado un impredecible sentimiento de unidad entre los aliados, pese a que podría terminar rompiéndose por futuras atracciones nacionales y regionales. La disconformidad transatlántica en lo que atañe al veto energético a Rusia, confirma que la aceptación del consenso continúa siendo complicado. Y décimo, fuerzas regionales con atracciones revanchistas o aspiraciones expansionistas como la República de Azerbaiyán, China o la República de Turquía, supervisan la marcha de los acontecimientos que se viven en Ucrania. Porque, en el conato ruso de encorvar la soberanía ucraniana y la calidad de réplica e intervención de Occidente dispondrá los próximos movimientos. E incluso, si no emulan al Kremlin, la guerra adquirirá repercusiones desestabilizadoras en otros conflictos armados. Lo que queda claro, que la Rusia que dirige Putin no es una novedad en esto de hacer la guerra, tanto dentro como fuera de sus fronteras, o en tantear territorios como ‘Estados Independientes’ para preconizar sus intereses. Recuérdese al respecto, cuando intervino la República de Georgia y dio nuevos aires a los separatistas de la República de Osetia del Sur y Abjasia, dándoles estatus de república independiente. Con lo cual, los puntos anteriores se sintetizan conjuntamente en variables intervinientes como la dicotomía que se evidencia en Europa; o la transgresión de la soberanía de Ucrania que relega el orden de la post-Guerra Fría; al igual, que el conflicto bélico reinante prende la alianza geoestratégica entre Moscú y Pekín; la acción militar rusa anticipa la divergencia del mundo en dos bloques enfrentados; la defensa combinada de la OTAN incluirá hasta Asia; la carrera armamentística se multiplica; los patrones democráticos se hacen más inaccesibles; Alemania hereda un encargo emprendedor en la política de la seguridad; el continente europeo se verá apremiado a resituarse en el orden global que subyace; y, por último, la guerra de Ucrania rizaría la belicosidad en otros focos blindados. Consecuentemente, lo que en su día, o séase, desde el pasado 24/II/2022 se previno como una invasión en toda regla contra Ucrania, lleva semanas para mal prosperando en la deshumanización y con millones de refugiados y muchas interrogantes de cómo se reordenará el mundo tras una complejidad que no tiene visos de terminarse. Y, es que, este hecho desemboca en otro orden que inquieta en el tablero internacional. En otras palabras: con Washington y Moscú, por antonomasia, las mayores potencias militares enfrentándose mutuamente, irremediablemente se nos viene encima un orden mundial irresoluto que drásticamente transformará el temperamento de los lazos internacionales. Esta trayectoria ha prevalecido desde antes de la ‘Gran Guerra’ y la ‘Segunda Guerra Mundial’, respectivamente, produciendo varios moldes en las formas de ‘Pax Persica’, ‘Pax Romana’, el ‘Concierto Europeo’ y el ‘Orden Bipolar’ detrás de la ‘Segunda Guerra Mundial’ y la ‘Guerra Fría’. Y, poco más o menos, un siglo más tarde del plantel que prosiguió a la ‘Primera’ y ‘Segunda Guerra Mundial’, da la sensación de que Europa y Estados Unidos, en oposición a Rusia en Ucrania, exploran sentar las bases para otro orden mundial. A todo lo cual, Rusia indagó cómo tomar la delantera en los vínculos internacionales a través de una guerra preventiva, con la evasiva de que Ucrania se ensamblase a la OTAN y obtuviera sus intereses globales desmembrando la barrera psicológica de las sanciones. Ahora que la guerra ha rebasado el segundo mes y el Kremlin supuestamente no ha alcanzado el triunfo deseado, el conflicto cabecea en los Estados Unidos y Europa en los marcos político, económico y de seguridad. A tenor de lo dicho, el entresijo de Ucrania no puede compararse con la crisis de los misiles cubanos (16-X-1962/28-X-1962), y los pactos subsiguientes que despejaron un nuevo capítulo en los nexos entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En este mismo año se llegó a un entendimiento entre las dos superpotencias que fragmentaron la aldea global en los campos Este y Oeste. Toda vez, que se tercia algo más, porque Estados Unidos y sus aliados realizan una presión más directa sobre Rusia. En el plano político, Europa y Estados Unidos se enfrentan a la circunstancia que Rusia y China han cambiado principalmente desde la ‘Guerra Fría’. Digamos, que Rusia ha controlado Europa mediante una imposición energética y China no se ha quedado rezagada como coloso económico que mantiene el pulso en la eminencia de la economía mundial.

"Cuanto más se adentre Rusia en el corazón de Ucrania que se desangra en el número de víctimas, más se sumergirá en la ciénaga de esta conflagración por crímenes de guerra"

La gestión de Joe Biden (1942-79 años) trata de sacar lo mejor de sí de la guerra de Ucrania, apretando a Moscú y alimentando su retraimiento. Incluso prevé las implicaciones del derrumbe de Kiev y la permisible cesión de la capital ucraniana a la ciudad occidental de Lviv, próxima a la frontera con la República de Polonia, y con el pleno sostén de los valedores ucranianos busca acrecentar el gasto militar y económico de Rusia.
Es decir, lo que llanamente se diría poner a Putin contra las cuerdas.
A día de hoy, los deslices en el recuento de las fases de planificación y cumplimiento, han imposibilitado que las tropas rusas invadan por completo Ucrania. Ni que decir tiene, que el respaldo de Biden a Ucrania le hace recuperar su presencia diplomática en Kiev y le brinda con más ayuda militar y económica, transfiriendo un recado a China de que, como en la ‘Guerra Fría’, es posible el esclarecimiento de otras esferas de influencia.
En la irresolución de Ucrania, Estados Unidos indaga el fraccionamiento del mundo en dos bloques. Llámese Europa Occidental y la OTAN que quedan bajo el control estadounidense, y se supone que ha de disminuir su dependencia de los suministros de energía rusos y acudir a las empresas inspeccionadas por los americanos.
Mientras el contexto en Ucrania se agrava y Moscú advierte con utilizar armas nucleares, Europa, divisa el chantaje ruso como una máxima de Estados Unidos y avala a Washington, que precisa plasmar la amenaza rusa de forma objetiva a los estados de Europa Occidental. En estos momentos, tal y como reconoce Estados Unidos, Rusia es un desafío estratégico a largo plazo que induce a una confrontación planificada.
El otro bloque comprende naciones con recursos energéticos suficientes. Hasta no hace demasiado, pocos creerían que Estados Unidos y la República Bolivariana de Venezuela, además de Europa y el Estado de Qatar, comenzarían negociaciones sobre la adquisición de petróleo y gas. Por lo tanto, la disposición de Estados Unidos de castigar las ventas de petróleo de Rusia y desbastar su acceso a los ingresos por ventas, es una muestra de la cooperación de la administración de Biden y del Congreso en la creación de un plan integral e interdisciplinario para anular a Rusia. El auxilio irrevocable de los territorios europeos a Ucrania facilitando la remesa de armas antitanque y lanzamisiles, es otra de las rúbricas de que, en contraste con las últimas dos décadas, Europa está por la labor de un mundo occidental encabezado por Estados Unidos. Cuanto más se adentre Rusia en el corazón de Ucrania que se desangra en el número de víctimas, más se sumergirá en la ciénaga de esta conflagración por crímenes de guerra. Europa y Estados Unidos o Estados Unidos y Europa que han constituido una alianza sin precedentes después de la ‘Segunda Guerra Mundial’, pronosticando que la batalla se alargará en el tiempo, barajan la cimentación de un consenso internacional y la imposición de amplias sanciones contra Rusia. Sin soslayarse, que las sanciones impuestas direccionadas al petróleo ruso, también pueden ser una amenaza para China.
Teniendo en cuenta que no hay nada peor que la insatisfacción social de un país en guerra, las empresas como MasterCard, Apple Pay y Visa, han interrumpido las operaciones en una tentativa por espolear el descontento de la sociedad y generar serias impugnaciones para el gobierno de Putin.
Esta contrariedad podría expandirse velozmente por Rusia: languideciendo la moral de los militares y apremiando a importantes tumultos internos que representarían una seria intimidación. De cualquier manera, en la guerra que, día a día, nos capta tristemente imágenes injustificables por su crudeza y severidad, Rusia es descrita como un monstruo temible y terrorífico dispuesto a lo inenarrable, y los europeos que llevan años resistiendo la falta de unidad y discordia ante un potencial enemigo de estas características, ahora se ha alineado contra Moscú y se excede en su presupuesto de defensa, para estar preparados ante una confrontación directa en la que se huele el peligro real de la ‘Tercera Guerra Mundial’.

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