Categorías: Opinión

¡Intolerable!

Estamos en manos de un gobierno acobardado y de un presidente sin agallas para defender España de las invasiones de extranjeros. Esta vez han sido cien los que han entrado por Melilla agrediendo a los guardias civiles con objetos y palos, resultando heridos seis miembros de la guardia civil, y otros casi cien han entrado por la frontera del Tarajal. Ver ese vídeo en el que centenares de extranjeros asaltan, como fieras, la valla de Melilla y hollan impunemente suelo español es descorazonador, produce tal tristeza e impotencia que causa dolor físico. Y miedo. ¿Por qué no? Miedo por el futuro que nos aguarda en manos de estos bárbaros. Estos africanos llegarán a los barrios de las ciudades españolas, el Raval, la Palmilla, Lavapiés, por ejemplo, e impondrán su ley, y cuyos moradores autóctonos saldrán a la carrera de esos ‘pudrideros multiculturales’ en los que se van convirtiendo lentamente los barrios que van cayendo en manos de esos asaltantes. Ese vídeo es el reflejo del país en el que vivirán nuestros descendientes. No se puede por menos que maldecir a esos políticos que nos gobiernan y que juraron defender las fronteras españolas. Se tomaron la inmigración a título de inventario y se les ha ido de las manos. Creían que permitiendo la entrada de unos cuantos ya sería suficiente, ya se acabarían las invasiones. Ver a un gobierno paralizado, timorato, acobardado y sin ideas para defender el suelo español produce indignación, ira, rabia, rebelión. Un gobierno remiso a cambiar la ley de extranjería y permitir las devoluciones “en caliente” y tipificar esos asaltos a la valla y la entrada ilegal en nuestro país como un delito y no como una miserable falta administrativa.
Somos un país indefenso, desamparado y abandonado por quienes tienen el sagrado deber de defender a los ciudadanos y a nuestro país. Somos el hazmerreír de africanos, de europeos y de las mafias. Ese país que heredamos de nuestros antepasados y que debemos entregar a nuestros descendientes tal y como lo hemos recibido nosotros, incluso mejor, está siendo invadido por masas africanas tercermundistas que, andando el tiempo, se encargarán de laminar nuestra identidad, nuestra cultura y nuestra historia. Estos gobernantes se configuran como auténticos herederos del traidor conde don Julián, que abrió las puertas de la ciudad a quienes nos costó 781 años expulsar.
Ese tipo miedoso, acobardado, paralizado y pusilánime, que responde al nombre de Rajoy y al cargo de Presidente del gobierno, no tiene las agallas que hay que tener para dar un puñetazo en la mesa y decir ¡basta!, ¡hasta aquí hemos llegado! No tiene carácter para enviar al ejército a defender las fronteras de Melilla y Ceuta, y, sin embargo, lo envía a Afganistán y a Líbano. Este individuo sin carácter y sin atributos y atenazado por el miedo es incapaz de dotar a las fuerzas que custodian el perímetro de ambas ciudades de medios antidisturbios, aparte de las escopetas que disparan pelotas de gomas, como gases lacrimógenos y cañones de agua a presión, medios antidisturbios que sí se emplean, y con dureza, contra los españoles cuando se manifiestan en las calles de las ciudades españolas. Machacar a los autóctonos, sí, pero a los invasores extranjeros, ni agarrarlos de mala manera. Este gobierno es incapaz de reconocer que no se puede detener a esas hordas asaltantes con una simple valla de alambre, y se niega a levantar un muro de piedra en condiciones, de suficiente altura, como hicieron en Israel. Es incapaz de reconocer y de darse cuenta de que en tiempos desesperados son necesarias medidas desesperadas. Ya no podemos, ni debemos, tener ninguna consideración ni respeto por esta casta política que ha dejado nuestro país, España, desamparado y a merced de esas masas bárbaras africanas.
España es un cadáver que camina con paso vacilante a un cataclismo identitario, etnográfico, social y cultural. Es un país que huele a cadaverina, y los “depredadores”, atraídos por el olor, saltan las vallas, como se ha visto en el vídeo, dispuestos a hacerse con los mejores trozos. Se disputan, como chacales, los mejores trozos de nuestro país. Y, estúpidamente, financiamos con nuestros impuestos y con nuestras carencias a estos asaltantes.
Hemos cerrado los ojos y le hemos permitido a la indigna casta gobernante que seamos suplantados por estos invasores africanos tercermundistas, hemos permitido que se esté llevando a cabo un genocidio identitario y étnico de ciudadanos autóctonos españoles. Les estamos ofreciendo a estos asaltantes la cuerda con la que seremos ahorcados en nuestra propia casa. A nadie se le puede ocultar ya a estas alturas que esta inmigración descontrolada va a destruir nuestro país. España es un país acabado, extenuado y entregado a las masas africanas porque así lo han querido los sucesivos gobiernos que han sido en España. Es un país cuya soberanía ha desaparecido a manos de esos extranjeros que nos asaltan impunemente las fronteras y hollan nuestro sagrado suelo. Suelo, no se olvide, que, quienes hicimos el servicio militar, juramos defender al jurar la bandera. España es un país que está exangüe, en coma, próximo a dejar de ser lo que es, próximo a dejar de existir tal y como lo hemos conocido hasta ahora. Es un país cuya casta política está vendida a un sistema impuesto desde Bruselas, nido de filomafiosos, filosionistas y de filomasones, país cuyo ejército e instituciones de todo tipo han abandonado a los españoles a su suerte. No podemos esperar nada de ellos, nadie vendrá a socorrernos, esperar será en vano. La miserable casta política y sus secuaces y aláteres se pondrán a salvo ellos y los suyos y se refugiarán allá donde nos les llegue el hedor de lo que ellos llaman ‘multiculturalidad’. Lo más triste de todo es que hemos llegado demasiado lejos en la Historia para merecer esto, para renunciar a lo que somos. España no merece lo que le está pasando.    
Y qué decir de esa ciudadanía lanar y bovina que es incapaz de elevar una queja ante la hecatombe que se cierne sobre su país. Esa masa está silente, ausente, como si no fuera con ella. Incapaz de reaccionar aun a sabiendas de que esta siendo manipulada y engañada por el execrable gobierno  que tenemos, por los sindicatos, por las ONGs (a este propósito, un miembro de la Cruz Roja ceutí declaró en la televisión: “Hasta que tú no abrazas a un inmigrante para darle calor no entiendes el fenómeno de la inmigración”. Pero, eso sí, no tenemos noticias de que este personaje haya tenido un recuerdo para con los guardias civiles que son heridos para defender las fronteras españolas.), esa ciudadanía manipulada por las instituciones, ajenas a estas invasiones, y por esa prensa que ha dejado de estar al servicio de la verdad y se niega a contar los efectos demoledores que esta inmigración masiva tendrá para el futuro de nuestro país, y, así, se ha convertido en brazo armado del sistema, incluso, no pocas veces, celebra estas invasiones arguyendo que no se puede hacer nada, que no se le puede poner puertas al campo. Pero, claro, esta acobardada casta gobernante ha de contar con gente dispuesta a dejarse engañar, a dejarse manipular, y ha encontrado en el pueblo español un filón, ha encontrado una masa estúpida que odia a su país y calla miserablemente. Un pueblo aborregado que se dejará matar antes de denunciar este estado de cosas. Una masa bovina que pone todo su empeño en desaparecer a manos de esos invasores africanos tercermundistas. Parece que este rebaño ciudadano tiene prisa por desaparecer y pide perdón por no hacerlo a la velocidad que sus gobernantes desean.
Es tal el grado de estulticia al que se ha llegado en España que quien critique esta invasión de ilegales extranjeros y advierta que España se encamina a un cataclismo identitario, étnico, social y cultural será perseguido y se pedirá su procesamiento en virtud de ese artículo 510 del CP, tan querido a “gatos rabiosos y sarnosos”, por odio al diferente y demás zarandajas. Por el contrario, esos invasores que hollan nuestro suelo, agrediendo a nuestras fuerzas del orden, esos se van de rositas y se considera su acción como una ¡falta administrativa! y no un delito. He ahí la diferencia de trato que se le dispensa a un español que cumple las leyes y a un extranjero que las incumple desde el primer segundo que pone los pies en suelo español.  De lo que se trata es de amordazar al ciudadano e impedir que ejerza su libertad de expresión para que no cree una corriente de opinión que posibilite que la ciudadanía despierte de su letargo y se dé cuenta de que su país está siendo entregado a esas masas africanas tercermundistas. Pero el día en que el pueblo español se quite la venda de los ojos que se preparen los que abrieron la puerta  e incentivaron la invasión, esos sí tendrán motivos para temer. Es ¡intolerable! que el gobierno  pretenda seguir mirando hacia otro lado. ¡Intolerable! desde cualquier punto de vista. ¡Intolerable! se mire como se mire. ¡Intolerable!

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