Cualquier lucha suele dejar tras de sí víctimas. Algunas emocionales. Otras mortales. La lucha por la igualdad no es en absoluto ajena a ello. En algunas partes del mundo se nos sigue considerando, a las mujeres, poco más que objetos a disposición de cualquiera que quiera hacer uso y abuso de nosotras ante la mirada pasiva de la mayoría, que lo ha asimilado como algo habitual. Como algo contra lo que no se puede hacer nada. A veces son usos implícitos y sutiles. Otras, violentamente explícitos. Y lo que es peor aún, suponen para determinados individuos una lección de quién manda.
En algunas partes del mundo, las mujeres luchamos por cobrar lo mismo cuando desempeñamos el mismo trabajo. En otras, por poder conducir. Algunas pedimos igualdad de oportunidades…. A fin de cuentas, todas esas reivindicaciones no son, ni más ni menos, que un grito con el que se pide respeto.
La joven india muerta estos días como víctima de la violación a la que le sometieron seis bestias es un ejemplo de esa lucha que llevan a cabo tantísimas mujeres en el mundo. Luchar por poder salir a la calle sin miedo. Tan simple.
Tan complicado. Lo que le ocurrió a la paquistaní Malala hace unos meses, también. En Estados Unidos, también suceden este tipo de hechos, el más reciente, la violación de una menor por parte de varios componentes de un equipo de fútbol.
Y nisiquiera hace falta irnos tan lejos. Recién estrenado el año ya tenemos que lamentar el fallecimiento en nuestro país de una mujer que ha perdido la vida degollada por quien se creía su legítimo dueño.
A veces hay quienes incluso pretenden subestimar y ridiculizar a las mujeres y a todas las personas que creen en la igualdad porque existen problemas más importantes. Como si la lucha por una igualdad efectiva entre todas las personas no fuera también importante y fundamental para el desarrollo social de cualquier pueblo.
Hoy, posiblemente más que ayer, es imprescindible que nos erijamos en defensoras y defensores de la igualdad en la sociedad y luchemos, cada cual en la medida de sus posibilidades, para dotar a la sociedad de una base más sólida y firme; una base que debe construirse desde la igualdad y para la igualdad.
Ante los que, en cualquier parte del mundo, continúan despreciando a las mujeres e intentando utilizarlas y manipularlas para su propio beneficio, sólo cabe que día a día esas mujeres tengan claras sus propias ideas, convicciones y decisiones, y sean más trabajadoras, luchadoras y constantes que nunca para poder alcanzar el objetivo del que todos nos beneficiaremos: el de la igualdad.
Frente a las personas que critican con el único afán de alimentar la desgana y la desilusión, sólo cabe hacer oídos sordos y continuar trabajando para demostrarles su error. Porque de lo que no se es consciente muchas veces es de que los ultrajes, sean del tipo que sean, fomentan la rebelión de muchas mujeres que acaban sacando fuerzas aun cuando creían que ya no las tenían para seguir luchando. Por ellas. Por todas. Por todos en definitiva.
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