Se llama Macarena Gil, es sevillana y se ha convertido en la primera mujer que se sienta en el puente de mando de uno de los buques que conectan las orillas del Estrecho. No debería ser siquiera noticia si la teórica igualdad de oportunidades laborales fuese real, pero los tentáculos del machismo son aún demasiado largos y hay recovecos profesionales que parecían reservados únicamente a hombres. Su caso derriba un nuevo tópico, otra muralla. Es, a sus 35 años, capitán del Avemar Dos, el fast ferry de Balearia que recorta a diario la distancia entre Ceuta y Algeciras. “En teoría soy capitana, pero el nombre es lo de menos. Cada uno me puede llamar como prefiera”, asegura nada más atracar en la ciudad, mientras organiza otra inminente salida prevista solo media hora después de tocar puerto.
Bajo su mando queda cada jornada una nave con capacidad máxima para 855 pasajeros y 150 vehículos que puede alcanzar una velocidad de hasta 34 nudos. En total, tres rotaciones diarias en las que se alterna con Miguel Ángel Blanco, también capitán, al frente de un inmenso panel salpicado por decenas de mandos, botones y monitores. “Parece más complicado de lo que es. A mí me parece incluso más difícil conducir un coche”, bromea.
Antes de agarrar el timón –en sentido figurado–, Macarena tuvo que cumplir un estricto periodo de formación que dibuja en su currículum una licenciatura en Náutica y Tripulación Marítima y una diplomatura en Navegación Marítima. Después llegaría un año de prácticas y un examen que, superado, le abriría las puertas de la tarjeta de oficial. A partir de ahí, nueve años de experiencia en buques de pasaje en diferentes compañías como segundo oficial, primero y, finalmente, capitán desde hace dos años, cargo que ocupa en el Avemar Dos desde mayo.
La pregunta es recurrente: ¿se siente una excepción en un destino que alguien se había empeñado en reservar sólo a hombres? “Entiendo que llame la atención ver a una mujer al mando de un buque de alta velocidad, porque lo habitual hasta ahora era lo contrario. A veces tienes la sensación de que estás obligada a dar demasiadas explicaciones, pero por suerte cada vez será algo más habitual y llegará el momento en que no sorprenda”, augura. De sus órdenes depende una tripulación integrada por 15 personas y estructurada en tres departamentos (Cubierta, Máquinas y Fonda), una especie de puzzle cuyas piezas se encarga de encajar entre atraque y desamarre.
Ese engranaje casi perfecto es necesario en una línea que Gil define como “muy estresante”. “Es complicada por su propio funcionamiento. Llegas, cargas, vuelves a salir, llegas al otro lado, descargas... Además, a eso se unen las peculiaridades del Estrecho que todos conocemos: unos temporales y vientos muy fuertes en invierno y unas nieblas muy densas en verano que pueden aparecer a cualquier hora del día. Todo ello te obliga a estar muy pendiente”, destaca. Por si no fueran suficientes obstáculos, el calendario también aporta su particular grano de arena al capítulo de dificultades: “Tenemos muchas fechas punta: cualquier viernes, cuando el pasaje se multiplica a unas horas determinadas; pero también las fiestas, los puentes... Por no hablar de cuando el tiempo juega en contra y se cierran los puertos. Este trabajo es así, todo cuenta”. La responsabilidad, en definitiva, se multiplica, “como en cualquier caso en el que te pones al frente de un vehículo y sabes que de tu trabajo depende la seguridad de todo un pasaje”.
Estrés, rapidez y responsabilidad. Los tres ingredientes se entremezclan en una jornada laboral típica que acaba cuando se retira los galones y cuelga el uniforme. ¿Hay hueco para la conciliación familiar en un puesto como el suyo? “Imagino que sí. Es complicado, pero ya te lo diré cuando tenga hijos”, bromea Macarena mientras ordena poner rumbo de nuevo hacia Algeciras.