Igualdad de armas

Se ha impuesto una dura reforma laboral en este país. Aunque se diga que aún hay margen para la negociación. Fundamentalmente dependerá de la respuesta que la ciudadanía dé a la misma. Hoy, domingo 19 de febrero, los sindicatos han llamado a los trabajadores para que se manifiesten y muestren su repulsa al gobierno. Veremos qué resulta de las movilizaciones que se han programado.
Conforme vamos conociendo el contenido, y las consecuencias, de la reforma del mercado laboral que se ha aprobado, que entró en vigor al día siguiente de su publicación, es decir, el pasado lunes 13 de febrero, nos vamos dando cuenta de la enorme gravedad de la situación. Sobre todo, los que nos dedicamos a la defensa jurídica de los trabajadores. La conmoción por la creciente dificultad que vamos a tener para poder articular una defensa jurídica con unas mínimas garantías, terrible. La sensación de impotencia al contemplar la tremenda facilidad que van a tener las empresas para despedir a sus trabajadores, y sus abogados para defenderlas,  sofocante. El vértigo por la falta de “igualdad de armas” entre empresario y trabajador que se va a tener en los procedimientos judiciales a partir de ahora, estremecedor.  La sensación de que nos acercamos al abismo es cada vez mayor.
Nuestra civilización occidental es fruto de la conquista de la razón. La herencia del derecho romano y de sus principios es evidente. Y antes de esto, de los sofistas griegos y de los estoicos, que construyeron una doctrina que sirvió de apoyo para el pensamiento cristiano. La influencia de los principios del Iusnaturalismo, y del viejo humanismo cristiano, han contribuido a superar los Estados absolutistas y a construir la teoría de los Derechos Humanos. John Locke fundamentó el liberalismo y defendió la necesidad de que el Estado no violara los derechos naturales del individuo. A partir de ahí se inició la doctrina de la separación de poderes, que más adelante completaría Montesquieu, o J.J.Rousseau, que sentó las bases de la moderna democracia. En la actualidad, la forma de legitimación del poder político más generalizada, es la denominada "legitimación legal", como Max Weber la definió, según la cual el poder político subsiste gracias a la transferencia que de la potestad de mando hacen los miembros de la sociedad a un centro de decisión único. De esta forma, siempre es la sociedad el titular último del dominio y de los órganos que ejercen el poder. Que no se nos olvide.
Gracias a esta evolución de nuestras sociedades modernas, nos hemos dotado de legislaciones avanzadas que protegen los Derechos Humanos, y que hacen que nos autoimpongamos unas normas para defender a los más desfavorecidos, a los colectivos más marginados. Consecuencia de esta legislación, fruto de la evolución de la razón humana, es posible defender a los niños, a las mujeres, a los inmigrantes, o a los homosexuales. Incluso a los animales, o a las plantas. También gracias a esta evolución de la razón, ha sido posible mantener viejos principios jurídicos como el de igualdad de armas, el de proporcionalidad de las penas, o la función socializadora de las penas. Por esta razón, el derecho laboral es un derecho garantista y proteccionista. Porque la sociedad es consciente de que, a nivel individual, el “poder” del empresario es mucho mayor que el del trabajador. Todo ello es lo que ha permitido que Europa disponga de un Estado del Bienestar admirado en el mundo entero. Esto es lo que está ahora en juego como consecuencia de la crisis a la que nos han llevado los especuladores financieros. Cada vez está más cerca la “individualización” de las relaciones laborales. Algo que han perseguido los empresarios casi desde la primera Revolución Industrial.
La semana que acaba asistí a un grupo de trabajadores de una gran empresa en un juicio. Lo que allí se ventilaba no era el despido. Ya habían sido cesados. Era la cuantía de la indemnización. La empresa había jugado con las diversas sociedades mercantiles de la que estaba compuesta para traspasar trabajadores de una a otra y así eludir el mínimo legal de trabajadores para que el despido se considere colectivo. De esta forma evitaba la intervención de la Autoridad Laboral. También jugaba con los balances contables para intentar justificar pérdidas económicas, sin haberlas realmente. A pesar de que el concepto jurídico de “pérdidas” es de los que se llama “indeterminado”, pues la legislación no especifica claramente qué se entiende por tal para justificar el despido por causas económicas, los allí presentes conveníamos que la última reforma del Partido Socialista había facilitado mucho su definición. También, que la actual reforma había acabado de perfilar el concepto hasta llevarlo a una situación en la que el empresario podría despedir, prácticamente, sin argumentar ni justificar las razones, y de forma más barata. Pero aún en ese juicio, al que se le aplicaba la anterior legislación, quedaba un rayo de esperanza para poder demostrar que la empresa no estaba en ningún tipo de situación difícil que justificara la medida. Esto ha dejado de ser así a partir del 13 de febrero.
¿Razones para acudir a las movilizaciones que comienzan el día 19?. Todas. La más importante, bajo mi punto de vista, que a partir de esta reforma laboral el trabajador estará respecto al empresario en la misma situación que la de un boxeador atado de manos, y con los ojos vendados, frente a su contrincante. Se ha violado el sagrado principio jurídico de la “igualdad de armas” entre las partes. Lo único que le queda al trabajador es la unión con los de su clase para ejercer su verdadero poder: el control del proceso de producción a través de la huelga. Pero esto, mucho me temo, va a ser difícil de conseguir. El individualismo de la sociedad actual ha acabado destruyendo casi toda semilla de solidaridad. Y la campaña de propaganda que se lleva a cabo contra los sindicatos pretende terminar con uno de los pocos instrumentos de defensa que les queda a los trabajadores. Ya lo hizo Margaret Thatcher en Inglaterra. Que cada uno actúe en conciencia.