Ignacio Cembrero: “Nunca esperé que Marruecos acabara con el comercio atípico”

La situación de excepción que arrastra desde hace meses la frontera se debatirá este lunes, a las 19:30 horas, en la Biblioteca Pública del Estado. La conferencia-coloquio ‘La situación imposible de la frontera Marruecos - Ceuta’, organizada por el Instituto de Estudios Ceutíes, traerá al periodista y escritor Ignacio Cembrero (Madrid, 1954), que ejerció durante más de una década como corresponsal en el Magreb para el diario El País.

–¿Qué se van a encontrar las personas que acudan a la Biblioteca?

–Van a conocer un análisis de las relaciones entre España y Marruecos y en qué medida todo eso repercute sobre Ceuta. Responder a qué está pasando para que Ceuta, y también Melilla, cada una con un ritmo diferente, estén siendo estranguladas por el vecino marroquí. Y también sugerir soluciones.

–¿Qué está pasando con Marruecos y Ceuta y Melilla?

–En los tiempos de Hassan II, se hablaba mucho de Ceuta y Melilla como “ciudades ocupadas” y se hacían reivindicaciones territoriales.

Vemos cómo desde 2007 el rey, Mohamed VI, no reclamaba Ceuta y Melilla en público, desde que se produjo la visita de los Reyes de España a Marruecos, con Zapatero como presidente del Gobierno.

Pero sí que hay una clarísima voluntad de no integrar a las dos ciudades en el desarrollo del norte del país. En este caso, del noroeste: de Tánger a Tetuán, Castillejos o Larache. Y ahora hemos pasado a la fase siguiente, que es apretar las tuercas a Ceuta y Melilla, sabiendo la estrechísima relación que tienen con el vecino marroquí. En Ceuta, el fenómeno arranca en octubre, con el fin de lo que los ceutíes llaman púdicamente el comercio atípico, y que desde la perspectiva marroquí se considera contrabando.

–¿Cuáles cree que son las claves de las decisiones que ha tomado Marruecos?

–Marruecos va probando, y si no hay reacción, sigue dando pasos. Dio uno muy importante el 1 de agosto de 2018 en Melilla, cuando cerró la aduana comercial con la ciudad, y constató que no había ningún tipo de respuesta por parte del gobierno de Pedro Sánchez. Hay que recordar que la aduana existía desde 1866. Y prácticamente sin interrupciones, llevaba más de siglo y medio de existencia.

Sin embargo, fue cerrada de un plumazo sin ni siquiera comunicárselo a las autoridades españolas, a las que el gobierno de Marruecos puso ante el hecho consumado. ¿Hubo algún tipo de queja, de protesta, se convocó al embajador de Marruecos en Madrid, se redactó una nota verbal de protesta? Nada de eso se produjo.

La verdad es que a mí la interrupción definitiva del contrabando, del comercio atípico, me ha dejado atónito. Nunca esperé que Marruecos tomase una decisión de ese calibre en ese momento. ¿Por qué? Porque para ellos supone un problema. Pero aparentemente lo han llevado bien.

La repercusión económica y social del corte del fin de contrabando sobre el entorno de Ceuta es mucho más importante que la que va a tener la ciudad española, que también es grave, pero es menor comparada con el resto. Y, sin embargo, las autoridades marroquíes han osado dar ese paso, que por ahora les ha funcionado.

Lo que no me cabe la menor duda es que dentro de un tiempo, cuando ellos lo consideren oportuno, lo harán en Melilla, aunque creo que es más complicado.

–¿Por qué es más complicado en Melilla?

–Porque el entorno de Melilla es más pobre que el de Ceuta. No digo que los marroquíes que vivían del contrabando tengan inmediatamente una alternativa de trabajo, pero es un poco más fácil buscarse la vida entre Tetuán y Tánger.

Si pierdes un trabajo en Beni Enzar o en Nador, que es el entorno de Melilla, es mucho más difícil porque es una zona más pobre. Desde que llegó Mohamed VI al trono en 1999, la zona de Marruecos que más se ha desarrollado ha sido la zona de Tánger-Tetuán. Más que la parte de Casablanca, Rabat… y se ha desarrollado mucho. Yo creo que el rey ha hecho una apuesta inteligente por el puerto de Tánger-Med o por atraer a la industria automovilística.

Quiero decir, tiene un gran impacto el fin del contrabando con Ceuta, pero menor que si algo parecido sucediera en Melilla.

–Quizá por la cercanía a Alhucemas…

–Bueno, en Ceuta hay tres motivos por los que era más complicado para Marruecos acabar con el contrabando. En Melilla hay un cuarto motivo más: y sí, tiene que ver con Alhucemas. Una de las razones por las que funciona el contrabando en Melilla, es porque creo que la gran mayoría de porteadoras no eran de Nador, eran de otros lugares de Marruecos.

La población en la provincia de Nador ha crecido mucho, donde ya hay más de 600.000 habitantes, y se ha traído a Nador población no rifeña. Por tanto, el contrabando ha servido para diluir o atenuar el carácter rifeño de esta provincia.

–¿En qué cree que puede acabar esta situación?

–A peor, sin lugar a dudas. A menos que el Gobierno de España se plantee actuar. Pero parece que no han tenido la intención de hacerlo, ni este ni los anteriores gobiernos. No digo yo que el PP se hubiera comportado de forma muy diferente si estuviese en Madrid. En este caso el PSOE no lo hace, pero mientras nadie pare el acoso marroquí, este va a seguir.

No digo que vayan a invadir ni muchísimo menos la ciudad. Pero sí van a seguir presionando y asfixiando. No veo otro camino por ahora.

La pregunta es por qué el Gobierno español no planta cara a Marruecos, un socio que ve clave para contener la migración irregular, cosa que en 2018 no hizo en absoluto. España tiene muchísimos más medios de presión sobre Marruecos, que Marruecos sobre España. Otra cosa es que no los quiere utilizar, porque piensa que si los utiliza puede desestabilizar al país vecino, y que la desestabilización de Marruecos sería una gran desgracia para España y el sur de Europa.

–¿Recuerda en todos estos años haber vivido algo similar?

–No. Tan grave no. Entre otras cosas, porque el comercio atípico ha funcionado desde hace décadas. Es verdad que en ocasiones con otro tipo de mercancías, pero siempre ha funcionado. Recuerdo otros momentos de bloqueo organizado de otra manera, para desabastecer a Melilla en agosto de 2010. Pero en ningún momento participaba el estado marroquí. Hoy en día sí. Los aduaneros son parte activa.

A pesar de la crisis de Perejil, el comercio atípico seguía funcionando aun con las tensiones y había mucha fluidez en la frontera.

–¿Cree que ha podido influir algo en las medidas que toma Marruecos que el gobierno de la Ciudad (PP) sea apoyado de Vox para gobernar?

–No lo creo. Sé que hay unos cuantos ceutíes, incluido el secretario general del PSOE, que andan diciendo que la colaboración desde diciembre de Juan Vivas con Vox para aprobar los presupuestos podría explicar esto. Recordaré, entre otras cosas, que el fin del comercio atípico empieza el 7 de octubre. Después, se reactiva la circular diciendo a los funcionarios marroquíes que no vayan a Ceuta ni siquiera si están en tránsito de viaje hacia la Península. Todo eso es mucho antes de que Vivas hubiese empezado a entablar conversaciones con Vox para aprobar los presupuestos.

Por tanto, cronológicamente ese argumento no se sostiene. Yo creo que Marruecos lo que quiere es asfixiar a estas ciudades, convertirlas en una especie de lastre para el estado español y puede haber factores añadidos, como por ejemplo una forma de expresar o manifestar su gran enfado por la acogida reservada por algunos dirigentes de Podemos que hoy en día están en el Gobierno a los padres de Nasser Zafzafi (un activista rifeño, líder de las protestas que hubo en Alhucemas contra el gobierno marroquí) que estuvieron de gira por España, en Madrid, Barcelona, Málaga, Cádiz, donde fueron recibidos por el alcalde…

Eso ha molestado profundamente a las autoridades marroquíes, las cuales no siempre expresan abiertamente su enfado, si no que a veces utilizan cauces sorprendentes para manifestar su enfado y su disgusto.

–¿Por qué cree que ahora es necesaria esta conferencia?

Diría fundamentalmente porque me han invitado. Ceuta y Melilla son lugares muy peculiares. No existen ciudades con estas características en la Unión Europea, y creo que es un laboratorio interesante de lo que más tarde puede suceder en otros lugares de Europa.