Categorías: Opinión

¿Estaremos a tiempo?

Caballas es un proyecto político de nuevo cuño, osado y diferente, que incorpora a la vida política ceutí una serie de valores de indubitado interés de los que carecía. Ese es el motivo de la excitación y expectación que está suscitando. Su mayor atractivo es la traducción al ámbito de los hechos del concepto fusión entre las dos culturas que conforman nuestra realidad social. Pero no es el único. Caballas también representa la refundación del denominado en su día movimiento localista.
El localismo surgió en Ceuta a mediados de los años ochenta y, durante una década, su influencia fue determinante, obligando incluso a los partidos de ámbito nacional a modificar sus posiciones iniciales respecto a cuestiones fundamentales para nuestra Ciudad. La lucha autonómica fue su expresión más visible. Esta forma de concebir la acción política se fundamentaba en la idea, sobradamente contrastada, de que las singularísimas circunstancias que concurren en nuestra Ciudad en el orden político, económico y social, demandan una actitud permanentemente reivindicativa, que sólo podemos protagonizar los ceutíes (de toda condición e ideología) desde nuestra independencia, ya que el resto de fuerzas políticas siempre subordinan el interés de Ceuta a otras prioridades, según ellos, de más alto rango. Esta política de contemporización, enfriamiento y discriminación, quedó perfectamente explicada con aquella célebre frase de la época, que aún perdura: “Ceuta y Melilla son cuestiones de estado”. Como antítesis, los ceutíes sólo queremos ser una “parte más (subrayado) del estado”.  Tan simple. Tan complicado.
No obstante, un cúmulo de acontecimientos ya suficientemente explicados (la frustrante imposición del Estatuto de Autonomía, la insoportable inseguridad ciudadana provocada por el abrumador poder del narcotráfico y, sobre todo, el suceso del  Islote Perejil), terminaron por disuadir a la Ciudadanía. El miedo ante la enorme envergadura de los problemas que nos acuciaban nos llevó a pensar que sólo tendríamos opciones de salvación bajo el manto protector de un partido grande con capacidad de gobierno. Fue un tremendo error como han demostrado los hechos. Un repaso riguroso y sincero de la evolución de los principales indicadores sociales, incluidos los intangibles, dibuja un panorama desolador. El inventario de agravios es tan extenso como conocido. Ceuta es sólo fachada. Vulnerabilidad por antonomasia. Todos los puntos débiles han empeorado. El PP se consiguió infiltrar muy hábilmente en el sentimiento del pueblo de Ceuta, desde donde ha tejido una red de mentiras y falacias que han colapsado el sistema nervioso de nuestra sociedad, abortando cualquier tipo de reacción.
Como contraste, merece la pena establecer una inevitable comparación con la inteligencia demostrada por la Comunidad Canaria. Su confianza y perseverancia en el ideario localista, les ha reportado un excelente resultado en términos políticos. Su avance ha sido espectacular en todos los sentidos.
Las razones que engendraron el movimiento localista, siguen plenamente vigentes. Los partidos que se alternan en el Gobierno de la Nación, PP y PSOE, el primero disimulando y el segundo abiertamente, siempre piensan antes en Marruecos (y sus intereses) que en Ceuta. La dramática realidad es que en Ceuta sólo se hace aquello que tolera Mohamed VI, independientemente de que coincida, o no, con nuestros intereses. Este hecho, irrefutable, reduce extraordinariamente las posibilidades de superar las  gravísimas deficiencias estructurales que actúan a modo de de cepo. Es difícil predecir si aún estamos a tiempo de revertir esta situación. Pero lo que parece indiscutible es que un cambio en esta dinámica mortecina de apática resignación, requiere un rearme reivindicativo que sólo puede venir de la revitalización del localismo, encarnado en un nuevo proyecto político.
Caballas abre una nueva oportunidad, acaso la última, de defender los intereses de Ceuta sin ataduras, condicionantes ni hipotecas. Ceuta necesita una voz que surja desde lo más profundo de su dignidad. Que grite y no susurre. Que exija y no pida. Que luche y no llore. Somos la gente que vivimos y sufrimos en esta tierra, todos sin excepción, unidos y hermanados, quienes tenemos que conquistar el futuro. Nadie lo hará por nosotros. Tenemos que volver a sentirnos Caballas.

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