Categorías: Opinión

¿Dónde termina el control?

Hay robos que llaman la atención porque, claro, tienen su origen pero también su final. Es lo que sucede con el robo del hierro. El paseo de las Palmeras se ha quedado prácticamente sin bolardos y ya ni contamos la cantidad de arquetas, tapas y demás elementos viarios que van desapareciendo todos los días en forma de goteo. Ahora hay que hacerse la pregunta de marras: ¿a dónde va ese hierro? Ustedes lo saben: a Marruecos. Así que, pensamos, tendrá que pasar por esa caótica frontera del Tarajal, y tendrá que hacerlo en las típicas furgonetas chatarreras que no ocultan que vienen aquí a eso, a recoger todo el hierro que después puedan vender. ¿Dónde empieza y dónde termina el control sobre esta mercancía? Es evidente que dicho control es nulo y que poco a poco, de forma gradual, se está desvalijando el hierro que forma parte del peculiar mobiliario urbano de la ciudad.
Quizá se nos debería facilitar un dato: el daño económico de esas reposiciones de hierro que tiene que hacer la Ciudad cada vez que descubre un robo de estas características. Es un saco sin fondo, toda vez que se trata de un producto al que se le saca un beneficio económico al otro lado.
Lo curioso es que todos vemos esta realidad como si no fuera con nosotros, como si fuera algo fantasma. Delante de nuestras narices circulan, en dirección a Marruecos, los vehículos cargados de este material. Y no me refiero a los que pagan por el hierro que se llevan, que los hay, sino a los que se hacen con él de forma ilegal, sumando a la carga de hierro que roban las piezas de coches que desarman en la vía pública.
Una ve esos vehículos, también chatarra, y se pregunta cómo es que pueden circular. Después intenta evitar cruzarse con ellos no sea que terminen provocando un accidente del que nunca podrán responder. Cargados de hierro, regresan a su vecino país sin que nadie en la frontera revise, dude o cuando menos se plantee qué carajo hacen cuarenta bolardos en la carga de una vespa. Por ejemplo. En cambio sí que asoman esas dudas y reflexiones cuando, a la inversa, el agente de turno te decomisa las cuatro bolsas que has podido comprar en el zoco de Castillejos en base a no sé que norma. ¿Dónde termina el control?

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