Algunas veces (evidente eufemismo que sustituye a “la mayoría de las veces”) el sentido crítico de ciertos medios y personajes del contexto político torna rotundamente ridículo, si es que no es este su estado natural. Hace unas semanas se atacaba fulgurantemente al PSOE por carecer de democracia interna, señalando el ejemplo del enfrentamiento entre Tomás Gómez y Trinidad Jiménez como el más directo de las tiranías del presidente Zapatero al intentar imponer a la segunda al mando del PSM. Y no les faltaba razón en ese momento, ya que todo apuntaba a una jugada precipitada, como últimamente suele hacer todo la cúpula socialista, para borrar del mapa político a Gómez; se olía, desde muchos sectores, un pucherazo en toda regla. No obstante y en contra de todo lo que parecía haberse cocido, la victoria del antiguo alcalde de Parla ha desmontado por completo cualquier teoría que apuntara a una imposición sin que la democracia mediara, pues ha quedado diáfano que, al menos en esta ocasión, no ha sido así.
Lejos de reconocerlo, se ha procurado un movimiento brusco pero efectivo del centro de atención, cambiando el dilema de la democracia interna por una ruptura entre diversas tendencias dentro del mismo partido, reivindicando que es más noticia un resquebrajamiento lógico y obvio en lugar de la buena praxis de la democracia. Y digo que es lógico y obvio este resquebrajamiento, aunque no debiera calificarse de esta manera, pues todo partido político cuenta en su haber con distintas tendencias siempre opuestas y, la mayor parte del tiempo, en tensión. Cuando unos están muy arriba y el resto demasiado abajo, no surge ningún problema relevante a nivel mediático, pese a que la confrontación sigue existiendo, porque su repercusión es mínima; el problema recala cuando las tendencias se encuentran al mismo nivel o a uno cercano, debido al crecimiento o al progresivo deterioro (o a ambos) de una de ellas, puesto que entonces la tensión existente cobra una fuerza superior y la susceptibilidad de las fuentes de información, ante la debilidad general del partido, se agudiza para sacar su provecho.
¿Es esto acaso noticia? No, por lo menos, a estas alturas, cuando la tendencia que respalda el presidente se ha desgastado delante de todos los ciudadanos de este país debido a la titubeante política ejecutada por este último. Después de tantas acusaciones cabía esperar que se reconociera al PSOE la capacidad de llevar a cabo y controlar un proceso democrático tan polémico cuyo resultado no ha podido controlar ni la máxima figura del partido a nivel nacional, la más influyente y poderosa.
Pero esto no vende periódicos, ni se desarrolla en consonancia con el ataque y derribo sistemático que se ha establecido contra el Gobierno con cada una de sus respiraciones, unas por ser cortas, otras por largas y las últimas por ser demasiado escandalosas. Así nos ha ido y así nos irá.
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