En todo este tiempo que llevamos trabajando por Ceuta, pocas cuestiones hemos vislumbrado con tanta claridad como la importancia patrimonial e identitaria que posee el Monte Hacho. Sin menosprecio del otro gran espacio de esparcimiento que es él área de Calamocarro y su barranco, debemos centrar la mirada en un insólito promontorio que lleva la marca de la Ceuta antigua y genuina por encima de otras muchas consideraciones. El Hacho es un favorable y emotivo símbolo de unión de todos los caballas que se refrenda constantemente con la afluencia de público que deambula por su carril de circunvalación para peatones. La mayoría gustan de pasear, admirar el paisaje y respirar la profunda brisa marina que en algunas zonas se funde con el embriagador aroma del campo ceutí. Las actividades deportivas son habituales y es fácil ver a diario corredores, marchadores a paso ligero y en su privilegiado litoral algunos pescadores submarinos y amantes de los paseos en kayak. Sus escarpados acantilados son tan bien frecuentados por escaladores. En un día de tiempo claro, el Monte Hacho resplandece y se llena de gentío, se convierte en un lugar de encuentro dónde cada persona sube a buscar belleza y un rato de felicidad realizando su actividad favorita.
Es también un encuentro familiar desde el Parque de San Amaro hasta la cala del Desnarigado dónde no pocos amigos y parientes disfrutan de un día maravilloso entre el mar y el monte. La mayor parte de los cementerios están también concentrados en la zona de Santa Catalina, y los musulmanes disfrutan del cenobio de Sidi Abbas enclavado al inicio del Camino de Ronda. ¡Qué decir de la ermita de San Antonio y su significado para el colectivo cristiano de nuestra ciudad! En Ceuta, hablar de cementerios es tocar de lleno la tradición de la festividad de la Mochila que no es otra cosa que la celebración, a través del recuerdo, la nostalgia y la cercanía con nuestros seres queridos que ya marcharon. Es por tanto una cuestión gratificante que se puedan recuperar tradiciones tan interesantes como nuestra Mochila que de alguna manera nos acerca al inevitable paso por la muerte. En este encuentro entre vida y muerte trascurre la existencia de nuestra especie como la de todas las demás y recuerda lo efímero que somos todos los seres vivos y por lo tanto la necesidad que tenemos de trascender a nuestra propia e insignificante existencia. La proyección de la vida se entiende a partir de la colaboración con otros y del apoyo mutuo entre seres vivos. Nuestra fuerza moral está en cuestiones como la cultura de los cuidados y en saber encontrar nuestro papel en la biosfera que nos ha producido. Quizá la tradición de la Mochila puede tener interpretaciones más complejas y trascendentes y el nuevo entorno que se está generando en Santa Catalina. Tal y como están las cosas en la zona de Santa Catalina, sería muy bueno que todos entendiéramos que tenemos la obligación de no fracasar. Desde nuestro punto de vista, posiblemente algo sesgado, pensamos que cuando finalicen los trabajos de acondicionamiento del antiguo vertedero debemos trabajar para encontrar todos los ingredientes que necesitamos y desarrollarlos en un nuevo espacio. Al estar planificado de manera sencilla, el nuevo espacio trata de celebrar el paisaje y ofrecer posibilidades de asueto y esparcimiento a los muchos que gustan del Monte Hacho. Pero además no puede renunciar a desarrollar ciertos aspectos culturales y naturales que están muy inmediatos a la zona. Un espacio para la interpretación cultural, histórica, natural e identitaria sería un fantástico escenario para explicar todo lo que significa para Ceuta el Monte Hacho entendiéndolo como uno de nuestros grandes patrimonios. A lo largo del espacio diáfano que se está generando, los promotores ya han diseñado una serie de zonas para disfrutar de las actividades deportivas y más contemplativas o reposadas como la lectura. Se recuperará la isla con una plataforma que la unirá a la península de la Abyla. Pensamos que sería un excelente emplazamiento para que el espíritu de Juan Bravo disfrutara de una escultura en su honor y en el de todos aquellos que, de alguna forma u otra, han estado contribuyendo a la recuperación de nuestra memoria histórica a través de la arqueología submarina. Por otra parte, también pensamos que el arte debe estar presente en el espacio y para ello hay que fomentar también zonas para que las inquietudes artísticas, sobre todo la pintura, la literatura y la poesía y la fotografía se tengan muy en cuenta. Al lugar y a sus vientos le vendrían muy bien unas esculturas cantarinas ideadas por uno de nuestros afamados escultores ceutíes que tan bien capta la esencia de nuestra alma norteafricana.
El Monte Hacho conserva todavía en su medio emergido y a pequeña escala algunas especies de vertebrados de interés y no pocos insectos y plantas de los que disfrutar y conocer más de cerca. Estos aspectos también deben estar presentes en un espacio singular como el que se está desarrollando. El patrimonio natural que representa nuestro medio marino y el paso de aves son la naturaleza a gran escala que habla por sí misma y ofrece un valor enorme a todo el paraje natural que representa el Monte Hacho incluido su medio sumergido (del que por cierto ya podemos disfrutar de un levantamiento topográfico tridimensional), por este motivo también debe tener una presencia variada e imaginativa de manera que además de los sempiternos formatos típicos de explicaciones a través de material impreso o a través del centro de interpretación también deben ofrecer su faceta más artística y convertirse en arte propiamente dicho a través de montajes y representaciones apropiadas. La reconstrucción de una gran ballena puede ser en sí misma una obra de arte con la que todo aquel que visite la zona podría disfrutar, identificando algunos de los valores naturales del espacio marino protegido donde está enclavado el antiguo vertedero.
Todos tenemos cabida en Santa Catalina: vivos y muertos, historia, presente y futuro. Tenemos una buena oportunidad para trasformar el área de Santa Catalina en un espacio para el encuentro y la diversión cultural y natural con el inmejorable marco paisajístico que constituye el brazo de mar que nos rodea. Todo ello relacionado a través de caminos apropiados con el carril de circunvalación de manera que Santa Catalina se convierta en un lugar de paso y también en un punto de encuentro que explique e invite a disfrutar del Monte Hacho en toda su dimensión.
Sin embargo, el Monte Hacho está muy amenazado por la especulación y la codicia. Por ello, el actual equipo de gobierno tendrá que superarse si desea ganarse realmente el cariño de este pueblo y cerrar definitivamente las posibilidades a aquellos que solo desean amasar dinero dilapidando los recursos de todos y la calidad de vida. En buena lógica, se tendrán que ir acometiendo las rehabilitaciones oportunas de un buen número de hitos históricos que quedan repartidos por el perímetro costero del Monte Hacho.
En el Parque Cultural del Monte Hacho quedaría obviamente descartada cualquier nueva iniciativa de urbanización, el medio natural emergido de la cala del Desnarigado y su entorno deben ser rehabilitados y quedar a salvo tanto de la propia administración, que ya dio pruebas de gran incompetencia cuando desarrolló una infame regeneración en cubierta, como de las promociones de viviendas para ricos y de ninguna otra aventura de especulación oculta que nos quieran intentar endosar.
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