Categorías: Opinión

¿Cultura de qué?

La idea del gobierno de disparar los impuestos que gravan principalmente el cine, el teatro y los conciertos de música ha sido castigada con adjetivos de todos los tintes, destacando por encima de todos ellos el que acusa a aquella de intentar destruir la culturización de la sociedad. Personalmente no comprendo a qué culturización se están refiriendo, y no creo ser sospechoso de propugnar la incultura o desdeñar la importancia de la cultura. No obstante, me temo que el camino del cine actual (y recalco lo de “actual”), inmerso en una vorágine comercial recalcitrante e improductiva, está lejos de ofrecer algo más que ocio en un tanto por ciento elevadísimo. El cine español no es sino una ramificación más, dedicada a redundar en lo ya mascado y a continuar insistiendo en su auto-admirada ordinariez. Si la cinematografía española se ve afectada por una medida de estas características, es aquella, y nadie más, la que debe buscar soluciones, como concentrar el capital en lugar de dispersarlo. Estoy convencido de que si en lugar de plantearse cinco producciones (con sus respectivos presupuestos) se lleva a cabo una sola aunando criterios y con intenciones más allá de ser un breve momento de recreo, el resultado puede ser más constructivo de lo que es hoy. Aun así, formar parte de la cultura va más allá incluso de esto último.
Por su parte, el teatro experimenta una decadencia que se refleja de manera sobresaliente en su moribunda desorientación. Alejada ya del sentido profundo de otros tiempos, el teatro intenta encontrar el golpe de efecto en una línea muy parecida al mundo cinematográfico, menos en lo técnico, obviamente. Ni siquiera las representaciones de los clásicos resisten a la exagerada manipulación de unos directores en exceso tendenciosos, cuando no poco o nada ambiciosos. Por último, la música en directo es un espectáculo de tonos clónicos y letra irregular, puro ocio que, en algunos casos (por no decir la mayoría), viene acompañado de una profunda desinhibición de los sentidos que supone una forma de ocio más. Poco más se puede absorber de ella actualmente.
En síntesis, más que una verdadera defensa contra la cultura, leo en estas airadas reacciones una defensa de esta forma de vida por parte de aquellos que se aprovechan de ella. El argumento de la cultura es una bonita y efectiva excusa para enfervorecer incluso a aquellos que no sienten por la propia cultura ni la más mínima curiosidad.
A todo esto me surge una pregunta que no tiene pérdida: ¿quiénes luchan por los compositores, los guionistas y los diseñadores artísticos de las obras digitales? O de los videojuegos, como prefieran llamarlo. Desde que lo es, el músico queda encajado automáticamente en la cultura, pero parece que un compositor musical de obras digitales no tiene ese derecho; lo mismo ocurre con los guionistas y los diseñadores artísticos de dichas creaciones. ¿Por qué se ataca con tal virulencia esta medida de la que hablamos y jamás se ha hecho con los precios de las obras digitales? Obras que fuera de España son notablemente más baratas, y que ahora, además, verán cómo en nuestro excesivo territorio nacional aumenta aún más su precio. La respuesta quizá sea sencilla: los actores, actrices, directores y cantantes, entre otros tantos, tienen una repercusión mediática que pueden utilizar en su bien propio, mientras que los demás no cuentan con ella en tal grado, y menos en nuestro país. Entonces, no hablamos de una cuestión cultural sino de algo menos trascendente y más práctico, de una defensa personalista y no universal de la cultura.
España no es un país que dedique demasiadas fuerzas a conservar y propugnar la cultura, pero en este caso la medida no afectará al patrimonio, la esencia de la cultura, la que está en los museos, grandes y pequeños, de este país. Sus responsables no están por la labor de aceptar que se grave la fuente cultural por antonomasia, que no sirve únicamente como drenaje didáctico sino que, al mismo tiempo, es un útil imprescindible para distintos tipos de investigaciones. Aunque parezca una tontería, conseguir salvar el acceso de los ciudadanos al patrimonio nacional dentro de una crisis tan explosiva como la actual es todo un éxito.

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