Esto es una reflexión subjetiva, es decir mía, por lo que no busco la comprensión de los demás, pero las cosas yo las veo así. Además, lo hago porque esta obligada austeridad afecta personalmente a mí y a los míos. Y por ello, intento tener una más o menos comprensión acabada de… ¿por qué estamos sufriendo esta crisis?
Creo haber leído que Mao Tsé-Tung dijo: “Cuando el sistema político y financiero afectan negativamente en la base de la economía, el verdadero problema son el sistema político y el financiero”. Por su parte Platón sólo admitía tres clases de números, el lineal, el plano y el cúbico, posteriormente y con la moneda se inventaba uno nuevo: ¡El imaginario, como símbolo económico! Y como colofón de estas citas, cogidas a vuela pluma, ya Locke, nos lo anunciaba: “La moneda es un símbolo, por el que una persona puede poseer todo el mundo con ella, sin necesidad de trabajarlo”. No son textuales las citas, sólo son interpretaciones personales hechas de memoria.
Pero todo tiene su hermenéutica. Antes, cuando no existía la moneda, sólo se deseaba lo que se podía controlar con el trabajo manual y el trueque de su producción por la que producía otro. Porque… ¿quién podría desear algo más que aquello que el mismo podría trabajar o fiscalizar? Más, con la moneda esta filosofía de la economía real desaparecía. La moneda podía aumentar las fortunas de aquellos que más tenían, al tiempo que favorecían a los que menos poseían. Era un gran avance en el bienestar social. ¡El contrato con el diablo de la ambición humana era perfecto, daba riqueza con poco esfuerzo!
Pero en el diabólico contrato no se explicaba la maldad del mismo, ya que el símbolo monetario sin control tendría que traer efectos nefastos para los ciudadanos futuros. Porque, sin estar escrito, subyacía en el diabólico contrato monetario un extraordinario mal: ¡Se hipotecaba el sentido gentilicio romano de las generaciones venideras, cuyo futuro serian las esclavizadas por dicho símbolo monetario! ¡Sus resultados, ya lo estamos viendo en nuestros jóvenes!
¿Pero, qué es el sistema financiero? Pues, simplemente una estructura que canaliza el ahorro hacia los prestatarios, luego en síntesis es un sistema que capta el ahorro, que oferta recursos que se adaptan a las necesidades del consumo. Pero en el diabólico contrato no se especificaba que “no regulado” es su peor cáncer. ¡Era la trampa del diablo de la insaciable codicia humana! Ya que en él sistema financiero los más beneficiados son sus necesarios intermediarios… ¿Y éstos, buscan la estabilidad monetaria o su propio enriquecimiento?
No obstante, y con el tiempo, debemos reconocer que la moneda ha permitido grandes avances en todos los campos urbanos y sociales, ya que se podía invertir como símbolo significando la economía real. Surgía así, gracias a ella, la sobrepoblación, la sobreconstrucción y la sobredimensión económica que se da en todas las ciudades en aras de un mal llamado estado de bienestar. Porque…¡la crisis es algo urbano! Es más, se consideró que la maquina mundial de hacer moneda podría alimentarse a si misma, mediante el crédito y el endeudamiento. De esta manera se estableció un sistema financiero al margen de la economía real de la que se apartó totalmente. De esta manera, en 2002 existía la extraordinaria dicotomía de que 63,3 billones de economía real pertenecían a la economía real y…¡3.000.0000 billones a la economía financiera! ¡Más del quíntuplo del valor real en sus números imaginarios! Es el lógico resultado de la hiperglobalización sin control. (Son datos leídos en un estudio, no contrastados personalmente, pero que me asombran, y creo que, aunque no exactos del todo, enriquecen mis reflexiones).
Mientras… las instituciones intermediarias (gobiernos, bancos y mercados) cambiaban lógicamente su mentalidad económica buscando el logro de su propia e insaciable ambición y codicia. Y, de esta manera, abandonando la lógica de un sistema de ahorro o de capitalización individual en la economía doméstica y de las pensiones, que permiten la supervivencia del individuo y de la familia, siguen corriendo y estudiando la sostenibilidad del sistema financiero que ellos mismos crearon. La máxima piramidal es simple y agradable: ¡Toma mejor el dinero hoy y compra tu bienestar actual, que ya conseguirás mañana, y con el tiempo la forma de devolverlo!
También nosotros lo hacíamos personalmente en nuestras casas, y de esta manera hipotecamos en poco tiempo nuestra economía domestica que pasó rápidamente con los créditos sin control del 25% aproximadamente a casi el 70% actualmente. ¡Pero veíamos que teníamos más, lo que nos permitía vivir mucho mejor que antes!. Todo esto es así… pero… ¡Por Dios!… Que no nos digan que la culpa es nuestra por vivir por encima de nuestras posibilidades, porque la culpa es de ellos que nos confundieron y engañaron. ¡Y ellos, eran nuestros centinelas, por tanto son los responsables de los hechos que pasan!
Más, ahora, qué pueden hacer las naciones, sus gobiernos y los denostados sindicatos ante la globalización desenfrenada a la que estamos asistiendo… ¿Nada? O… todo pasa por un cambio de mentalidad, actitud y objetivos que sean útiles para los ciudadanos y trabajadores. ¿Pero qué herramientas de lucha tenemos para enfrentarnos? ¿Seguir como hasta ahora, o cambiar los objetivos? No lo sé… pero ellos, las instituciones, verán… Su pervivencia depende de ello.
Pero, sigamos con la reflexión del sistema financiero. Empezaba así, con él, un sistema de crédito y endeudamiento sin control, al que una sociedad cada día más hedonista nos empujaba. Con esta filosofía de gasto a crédito, las gentes empezamos a vivir mejor, adquiriendo más cosas en el presente, que tan sólo con mucho esfuerzo podríamos conseguir en algún lejano e incierto futuro, y a esto ¿quién se puede negar, ante un dudoso mañana que todavía no ha llegado? Por ello, fue fácil que olvidásemos que con este sutil contrato hipotecábamos a las futuras generaciones.
Porque esto es lo que pasó, y aún sigue pasando. Consumir, tirar y comprar, se convirtió en el símbolo máximo de nuestra hedonista sociedad, a la que nuestros gobiernos, instituciones, bancos y mercados se lanzaron, y nos animaron sin control. Crédito en tiempo presente y deuda en tiempo futuro no les preocupaba demasiado. Todos éramos felices… ¡Aquí y ahora! Y el mañana…que más nos daba, si no sabemos si llegará. ¡Y casi nadie pensaba en nuestro futuro, ni en el de las nuevas generaciones!... porque, no nos engañemos, en nuestro país, tenemos muchísima gente sin talento concreto que llamamos diputados, senadores o sindicalistas, incluso a veces… gobernantes.
Y así, las cosas siguieron corriendo en el tiempo. El beneficio del crédito y el interés de la deuda se sobredimensionaban día a día. Pero era en un mundo cerrado donde se creía todo controlado. Es más, se creyó que el sistema financiero podría nutrirse de sí mismo, apartándose de esta manera de la economía real. Se aumentaba con esta filosofía el derroche insaciable de las instituciones en las que habíamos puesto nuestra confianza. Y todos pensábamos…¡Ya se pagará la deuda con el tiempo! Mientras ganábamos confianza y agrado con las inversiones faraónicas que institucionalmente se hacían, ante la seguridad de que algún día se pagarían.
Aumentaba con ello la burbuja económica que sin saberlo habíamos firmado en el engañoso contrato. Pero un día, siempre llega algún día, surgió algo inesperado que el diabólico contrato no contemplaba. Y así, cuando en nuestros benévolos espacios nacionales nos dedicábamos a mirarnos blandamente nuestros propios ombligos, algo estaba sucediendo fuera. Se llamaba hiperglobalización. Y con ella los campos de producción se ampliaban de forma tan extraordinaria y vertiginosa que no dio tiempo a controlarla. Porque con ella ya se podría producir en otros continentes y con menos costos las cosas que consumíamos tan alegremente. ¡Y ahora ya la tenemos encima, dejando que las naciones se abalancen unos encima de los otros vertiginosamente!
Lógicamente, con ella (la hiperglobalización) nuestros mercados y nuestros dineros se desplazaron a los lugares donde la producción y mano de obra era más barata, ya que el producto final seguiría siendo consumido a los precios por ellos establecidos. El mercado es lo que busca: ¡Mayores beneficios en el más corto de tiempo posible y como sea! De esta manera, se empezó a desmantelar las industrias en unos países ya estables, al tiempo que se creaban en otros cuyo régimen fiscal y laboral era menos exigente. ¡Más dinero en menos tiempo, es la idea que generaría los suculentos capitales golondrina! Concluyendo, y para ser breves… el mercado siguió la máxima de… ¡Coge el dinero y corre!
¡Causa y efecto! Esto produciría los nefastos primeros resultados de la crisis que sufrimos: por una parte, países con una extraordinaria mano de obra esclavizada cada día en aumento, ya que los costes de producción son más baratos, y por otra, los países con mano de obra dignamente pagada, que indefensos ven como aumenta día a día, y sin retorno, el desempleo y la crisis. ¡Y en ello, seguimos: Gobierno y banca, buscando en el mercado financiero endeudarse cada día más para mantener un estado de bienestar tan rápidamente alcanzado!
Por ello, si la filosofía de la austeridad y el endogámico sistema político, bancario y sindical (Todos ellos inventados para defender a aquellos que les dan motivo para existir), que padecemos, no cambian de criterio y se ponen a intentar resolver el fracaso del sistema financiero que la hiperglobalización nos ha creado, lo tenemos claro y… ¡Que Dios nos coja confesados, porque vamos hacia el más terrible austericido!
Concluyendo: el sistema político, financiero y sindical, con la hiperglobalización, está fracasando estrepitosamente y hay que cambiarlo. ¿Pero tendrán ellos… nuestros políticos y sindicalistas… el valor suficiente y sacrificio personal, como para cambiar su benevolente forma de vida? ¡Y en mi casa, Ceuta, también necesitamos soluciones nuevas, ya que, cada día más, estamos sufriendo los deletéreos efectos de la austeridad impuesta!