Preguntas: ¿qué le importo yo a un inmigrante ilegal? ¿Qué le importa ese guardia civil, al que agrede y lo envía al hospital, a un inmigrante que viola nuestras fronteras? ¿Qué le importan a un inmigrante ilegal los miles de ancianos que viven en nuestras calles? ¿Qué le importa a un inmigrante violador de nuestras fronteras la ruina y la corrupción que nuestros políticos, banqueros, sindicalistas y demás compañeros de viaje han ocasionado al pueblo español? ¿Qué le importan a un inmigrante ilegal esos millones de españoles que han perdido sus puestos de trabajo? ¿Qué le importan a ese inmigrante que viola nuestras fronteras los ancianos españoles que se mueren de asco y de soledad en sus casas? ¿Qué le importan a un inmigrante ilegal esas miles de otras inmigrantes que se prostituyen en polígonos, calles y burdeles? ¿Qué le importa a un inmigrante ilegal que haya ancianos que se acuestan sin cenar para poder pagar sus medicinas, la calefacción, o el recibo de la luz? ¿Qué le importa a un inmigrante ilegal que ese español se haya colgado de una cuerda porque no podía pagar sus facturas o porque no podía alimentar a su familia? ¿Qué le importa a un inmigrante ilegal que este país se haya convertido en una charca pestilente de corrupción, en una cloaca de miseria moral, en un muladar, por obra y gracia de la infame casta política, los partidos políticos, los sindicatos y demás compañeros de viaje? ¿Qué le importa a un inmigrante ilegal que en este país un tercio de los presos sea inmigrante? ¿Qué le importa a un inmigrante ilegal que otros inmigrantes como él hayan convertido la convivencia en una jungla? ¿Qué le importan nuestras leyes, nuestras normas, nuestros reglamentos, nuestras costumbres, nuestra historia, nuestra idiosincrasia a ese inmigrante que ha violado nuestras fronteras? Nada. La respuesta es nada. No significamos nada para él. Nada le importamos a esa turba de africanos y asiáticos que nos invaden impunemente, exigiendo por las bravas que seamos condescendientes con ellos y les proporcionemos un lugar al sol. Nada, no les importamos nada. Menos que nada. La única palabra de agradecimiento que sale de sus bocas es “racista”. Pero, sin embargo, se parten el culo por venir a la Europa racista, xenófoba y fascista. Tan sólo somos un medio para que consigan sus fines, por las buenas o por las malas. Eso es lo que somos para esos desalmados, que no sienten el menor aprecio ni por nosotros ni por nuestro país. Exigen por cojones que se respeten sus costumbres teocráticas, a veces, bárbaras, sus modos de vestir, sus religiones, que nada tienen que ver con el espíritu europeo, exigen escuelas diferenciadas y que sus fiestas suplanten a las nuestras. Exigen, exigen y exigen, pero ¿qué dan a cambio esos inmigrantes que han violado las fronteras españolas? ¿Nuestro Estado de bienestar a cambio de qué? ¿Qué están dispuestos a ofrecernos esos inmigrantes? ¿Nada? ¿Gratis total? ¿En serio? El interés no entiende de escrúpulos.
¿Y el ciudadano español qué dice a todo esto? Al pueblo español le han robado el alma. Se la han robado la casta política y sus secuaces. Lo han convertido en un rebaño adoctrinado y lobotomizado. ¿Por qué eso? Pues porque le sucede como a los caballos salvajes, que sólo se dejan montar cuando tienen miedo. Y la casta y los apóstoles del multiculturalismo le han metido el miedo en el cuerpo a los ciudadanos españoles. Sobre todo, esa izquierda traidora al pueblo español y a lo que representa España. Esa izquierda ha puesto en circulación una sarta de mentiras sobre la bondad de esta inmigración masiva. Y son tan numerosos que se atropellan en la traición. Pero, eso sí, esos políticos traidores e infames han provocado un incendio y a continuación se han puesto a salvo con todo lo que han podido llevarse.
Nos hemos convertido en un país vencido, derrotado, por el Sistema, y como escribió Saurin, el oscuro y olvidado poeta dramático francés del siglo XVIII, “La ley del universo es ¡Ay del vencido!”. Así pues, estas masas africanas y asiáticas no tendrán piedad de nosotros. Y si este pueblo perdedor cree en algún momento que sus vencedores le sentarán a su mesa para degustar y paladear los manjares de la victoria, se equivoca, y, en ese caso, la derrota será aún más dolorosa y menos asumible. Yo tan sólo siento, no “admiración”, sino lástima de ese pueblo español vencido y humillado por la traidora casta política y sus malditos secuaces.
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