Mucho se está escribiendo, y, lo que es peor, más se está diciendo, sobre el nuevo hospital. Si nos ceñimos a lo escuchado al nivel de calle, lo que se llama popularmente como “vox pópuli”, la opinión es casi unánimemente negativa. Y no precisamente por las instalaciones: Superar las del viejo hospital no era difícil. Dejando al margen los fallos lógicos inherentes a la puesta en marcha, da la impresión de que no hay demasiada voluntad de corregirlos, de que lo importante fue “abrir las puertas”. Cualquiera que tenga la necesidad de hacer uso tanto del área de hospitalización, como de la de consultas externas, podría aportar observaciones sobre cosas manifiestamente mejorables. Las más de las veces soluciones lógicas y a la vez sencillas, observando con un poco de sentido común o poniéndose en la piel de un paciente o un visitante.
El problema de los recursos humanos es harina de otro costal. Y ello sencillamente porque, inevitablemente, surgen las comparaciones. En el hospital Cruz Roja era frecuente recibir el agradecimiento de los familiares de los pacientes, cuando no de estos mismos, incluso públicamente. Las páginas de este diario han servido de vehículo habitual para manifestar ese reconocimiento. Los pacientes y sus familiares percibían que todo el personal del hospital, médicos, enfermeras, auxiliares, celadores, administrativos, telefonistas y limpiadoras, añadían a su profesionalidad (fuera de toda duda) un plus de sobreesfuerzo en forma de cariño, comprensión, y verdadera obsesión por “solucionar problemas”. Era lo que los antiguos del lugar llamábamos “el espíritu de Cruz Roja”, que se iba transmitiendo a los “nuevos”.
¿Qué ha pasado?. Los trabajadores, persona a persona, son los mismos. Y, sin embargo, los usuarios están descontentos. ¿Acaso aquellos han perdido su profesionalidad, su humanidad, sus ganas de “solucionar problemas”?. Rotundamente no. Pero, ante la falta de aumento de medios humanos proporcional al incremento tanto de nivel asistencial como de espacio, los trabajadores están desbordados. Y, además, este hospital no permite tomar “atajos”, cosa que sí ocurría en el antiguo. Mis compañeros (siempre serán mis compañeros) saben a lo que me refiero. Hemos perdido en NECESIDAD de improvisación (lo cual es bueno y necesario). Pero también hemos perdido en CAPACIDAD de improvisación, sencillamente porque en el nuevo hospital no debería ser necesaria.
Mientras tanto la dirección, ¿qué dice?. Me consta que conocen el problema, ya que de esto saben más que nadie. Por algo están donde están. Y sin embargo niegan la mayor, sencillamente, porque están atados de pies y manos. No hay recursos económicos suficientes ni para cubrir la mitad de las plazas que sería necesario ampliar, y sin embargo dicen que todo va “óptimo”. La realidad es que no hay un euro (un duro, que diría un castizo), y éstas son las consecuencias. Crisis manda, y las instrucciones de “arriba” (¡¡¡gracias ZP por lo que lo estás haciendo y, sobre todo, por lo que NO estás haciendo!!!) es que se aguante el tirón como sea, que se mire para otro lado.
Y nuestros directores dejan de lado la realidad y el sentido común, repiten que “todo es óptimo”, siguiendo instrucciones de Madrid, y deciden ser más políticos que médicos. Y puedo prometer y prometo, porque he trabajado con ellos y porque los conozco, que son unos magníficos médicos.
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