Las 10 horas en el mar de Abdelhakim, burlando a la muerte

Abdelhakim llegó a pensar que era su final. Que la ruta soñada hacia España no la completaría y terminaría perdido en el mar, en un Estrecho que se ha llevado la vida de muchos compatriotas como él, jóvenes que huyen de Marruecos porque en su país ni encuentran futuro ni alternativas. 10 horas estuvo perdido, viendo pasar de cerca grandes buques mercantes y sintiendo ese frío que llegó a paralizarlo. Tuvo mucho tiempo para pensar, también para temer que no volvería a ver a su madre, a la que dejó junto a su progenitor de 82 años en Safí, el lugar donde nació. Unos plátanos y un puñado de dátiles le ayudaron a mantenerse hasta que la embarcación de Salvamento Marítimo lo vio y lo trasladó al puerto de Ceuta.

Esta es la historia de un joven de 32 años que guarda en su teléfono móvil imágenes de sus diplomas de soldador, el oficio que conoce y del que nunca ha podido vivir en Marruecos. Que guarda también las grabaciones de un periplo clandestino que comenzó cuando el 2 de febrero decidió dejar su hogar. En una entrevista con El Faro de Ceuta, Abdelhakim cuenta que hasta en dos ocasiones intentó echarse al mar en un kayak que le había costado 30 euros. La presión marroquí en las costas, con agentes que hacen batidas con perros, se hacía insoportable. Lo perdió todo cuando le quitaron el kayak, que era la única posibilidad de escapar.

Malviviendo por las calles de Tánger, los pocos ahorros conseguidos le sirvieron para hacerse con un traje de neopreno y unas aletas con las que se echó al mar el 7 de mayo. Se puso encima la ropa de calle y caminó, en pleno mes de Ramadán, hacia un lugar del que poder salir sin que el inicio de su travesía fuera abortado por los agentes de fronteras. “Llevaba el teléfono al cuello, compré 6 plátanos y un cuarto de dátiles. Llevaba medio litro de agua en una botella amarrada al brazo pero se me perdió en el mar”, relata mientras enseña los vídeos que se fue grabando en plena ruta, vídeos que quiso dejar como testimonio y que compartía con amigos a los que enviaba mensajes para que, desde tierra, pudieran guiarle.

Llevaba media docena de plátanos, unos dátiles y una botella con algo de agua

“Veía barcos enormes”, recuerda. Las hasta 10 horas que permaneció en el mar resultaron eternas. La marea podía arrastrarlo hacia donde no quería, pero él intentaba mantener su ruta para ser rescatado en el Estrecho. “No tenía miedo, solo pensaba en mi madre y en mi padre”. Los buques mercantes pasaban muy cerca, “pero era de noche y no me veían”. Llegó un momento en el que el frío le hizo temer lo peor. “No podía casi moverme”, recuerda. Sus amigos le habían enviado el teléfono de Salvamento Marítimo al que recurrió para pedir ayuda. En mitad del Estrecho casi le arrastra la marea, pero la aparición del barco de Salvamento supuso el final que había esperado. Una unidad de Marruecos también lo había estado buscando, pero cuando pasó cerca de donde estaba lo que hacía Abdelhakim fue esconderse bajo el agua.

Tras toda una noche en el mar, era rescatado y trasladado a la base de Ceuta. “Nadé 23 kilómetros”, cuenta ahora mucho más tranquilo, confiado en obtener una oportunidad para demostrar su propósito, para lo que ha venido a España que no es otra cosa que “a trabajar. Solo quiero poder buscarme la vida de lo que sé hacer”, explica.

Después de haber burlado a la muerte permanece en Ceuta acompañado de amigos. Él ya pasó por las naves del Tarajal para cumplir la cuarentena, ya que su entrada fue mucho antes de la masiva del 17 al 19 de mayo, en concreto, llegó a Ceuta el 8 de mayo. Quienes le conocen le ayudan a salir adelante. Ahora revisa con nostalgia los vídeos que se grabó en ruta, las palabras que dejó recogidas por si algo le pasaba y era encontrado, buscando así dejar un testimonio visual de lo que supone una ruta en la que muchos otros compatriotas se han dejado la vida sin que ni siquiera se les haya podido identificar. Esa es sin duda la mayor de las desgracias.