La participación de los diputados extremeños en la discusión y aprobación de las Cortes de Cádiz de 1812 fue muy activa y destacada, a pesar de ser muy poco conocida tanto dentro como fuera de Extremadura. Entre los que sobresalieron en varias legislaturas, hay que citar a los hermanos Juan y José Álvarez Guerra, ambos de Zafra, el primero, filósofo y ministro de la Gobernación, liberal, que estuvo encarcelado en Ceuta durante el primer período absolutista, junto con el asturiano Agustín Argüelles, de izquierda, con el que trabó una amistad casi familiar, porque los dos fueron desterrados a Ceuta. Argüelles, primero como soldado raso forzoso del Regimiento Fijo, pero luego fue declarado no apto para el servicio militar por sufrir una dolencia pulmonar, a partir de entonces, permanecieron ambos allí desterrados viendo juntos varios años en régimen de media ibertad en una vivienda de Ceuta, cuyo alquiler y sustento de los dos los pagaba el extremeño, porque Argüelles fue tan honesto y honrado como político que su situación económica era muy precaria.
También destacaron Antonio Oliveros Sánchez, de Villanueva de la Sierra (Cáceres), Secretario General de dichas Cortes. Mateo Luján, de Castuera, prestigioso jurista. José María Calatrava Martínez, de Mérida, abogado, que fue Presidente del Gobierno de España. Francisco Fernández Golfín, de Almendralejo, Ministro de la Guerra en 1823, siendo fusilado en Málaga con el general Torrijos. José Casquete de Prado y Botello, de Fuente de Canto, obispo y presidente de aquellas Cortes en 1811. Álvaro Gómez Becerra, de Cáceres, presidente de las Cortes en 1836. Francisco María Riesco, de Llerena. Alonso María Vera y Pantoja, de Mérida. Gabriel Pulido Carvajal, de Bienvenida. Manuel Martínez de Tejada, de Zafra. Juan Justo García, de Zafra. Batolomé José Gallardo, de Campanario. Francisco Fernández Golfín, de Almendralejo. Manuel José Quintana, de Cabeza del Buey. Y el más relevante de todos, Diego Muñoz Torrero, de Cabeza del Buey (Badajoz).
Este último, Torrero, liberal, fue el “alma mater” de aquellas Cortes. Sacerdote, que después con sólo 27 años era ya catedrático y Rector de la Universidad de Salamanca. Él y Agustín Argüelles, fueron los oradores más elocuentes de aquellas Cortes. Torrero, fue quien habló el primero para pronunciar el primer discurso de la primera legislatura. Dicen las crónicas de la época que, “sus palabras eran más poderosas contra sus oponentes que mil bayonetas”. El libro “Notas Históricas”, del historiador José Belda, reco ge:“Fue, sin duda, el más sobresaliente y de mayor prestigio de aquellas Cortes. Sus grandes méritos: (inteligencia, moralidad y patriotismo), fueron justamente agrandados por su martirio”, porque fue muy perseguido por los absolutistas de Fernando VII al haber sido el protagonista de que la monarquía perdiera el poder real. Tuvo que huir refugiándose en Portugal, siendo allí aprehendido, encarcelado y atrozmente torturado hasta producirle la muerte el 16-03-1829, en Torre San Julián de la Barra (Portugal).
Argüelles, llamado “El divino”, también “El espíritu de la ley” y “El virtuoso”, por ser muy dechado en virtudes y bondades, también era el terror de sus contrarios. Así defendía la ley: “La ley ha de ser una para todos, y en su aplicación no ha de haber acepción de personas. De todas las instituciones humanas, ninguna es más sublime ni más digna de admiración que la ley. Todos deben ser iguales ante la ley, y la imparcialidad con que se observe será siempre el verdadero criterio para conocer si hay o no libertad civil en un Estado”.
Torrero, ya el Dos de mayo de 1808 cuando el pueblo de Madrid se levantó en armas contra los franceses, arengó ardorosamente a la población para que se sublevara y defendiera con las armas la independencia de España. Organizó clandestinamente numerosos núcleos de resistencia y contribuyó a fundar las llamadas Juntas de Defensa. Se presentó a diputado por Extremadura ganando el escaño. El prestigio adquirido como joven Rector de Salamanca, su condición de liberal moderado y el hondo impacto que solían tener sus homilías, hizo que los diputados vieran en él el más idóneo para pronunciar el discurso inaugural y más trascendente de aquellas Cortes el día 24-09-1810, donde comenzó su discurso: “Los diputados que componen este Congreso y representan a la Nación española se declaran legítimamente constituidos en Cortes Generales y Extraordinarias, en las que reside la Soberanía Nacional”.
Sólo esa frase, significaba que las Cortes se constituían como un poder revolucionario, auténtico depositario de la soberanía, y que las decisiones aprobadas en ellas tendrían preeminencia sobre el resto de disposiciones de las Instituciones del Estado. Las propuestas por él hechas fueron discutida por los diputados en una sesión que se prolongó hasta las doce de la noche y aprobadas todas por unanimidad. Siendo luego ratificadas por el Consejo de Regencia para darle validez legal y base jurídica legitimadora a la Constitución. Especialistas de entonces aseveran que fue él el verdadero artífice y auténtico “padre” de aquella Carta Magna, sobre todo, en lo que respecta a los conceptos que él redactó e introdujo sobre “Soberanía nacional”, “Nación” y “Libertad de prensa”. Torrero definió los principios fundamentales en que había de basarse el proceso revolucionario de Cádiz. Los Diputados allí reunidos, eran auténticos representantes de la Nación española, que se declaraban legalmente constituidos en Cortes Generales y Extraordinarias en las que residía la Soberanía Nacional. Recogió la división de poderes de Montesquieu, como pilar básico donde se asentase el nuevo edificio constitucional.
Para Torrero, la “Soberanía Nacional” se hallaba depositada en las Cortes en su calidad de único órgano de representación. Estaba recogida en el Título I, Capítulo I (artículos. 2 y 3) del proyecto que él aportó. Lo defendió con verdadera pasión contra los conservadores que arremetían contra él. Dijo que la Soberanía Nacional había residido siempre en la Nación, pero que ésta fue despojada de ella por la actuación arbitraria y despótica de sucesivos gobiernos tras la implantación de la monarquía absoluta. Los antiguos códigos legales de los diferentes reinos o provincias que componían la Península demostraban que, en otro tiempo, los reyes no habían tenido en exclusiva el poder sobre sus vasallos y que sus actuaciones habían estado sometidas a las normas aprobadas por las Cortes.
Torrero ligaba el concepto de “Soberanía nacional” al de “Nación”, que debía ser libre, independiente e indivisible, que debía alcanzar la unificación legal de todos los territorios que la constituían, divididos en provincias, eliminando los diferentes fueros existentes en las regiones aforadas. Logrando estas premisas previas, se conseguiría un Estado fuerte y homogéneo. También elaboró el Título referente a los derechos individuales que aparecen en los artículos. 6, 8, 9, 10 y 247 de aquella Constitución. Fue el principal autor del título XII sobre la reforma eclesiástica y las relaciones con la Iglesia, y propuso y se aprobó, tras su férrea defensión, la abolición de la Inquisición. El historiador Rafael María de Labra, dice en su libro “Muñoz Torrero y las Cortes de Cádiz: “…Su carácter y rasgo personal, su intervención en los actos y resoluciones más señaladas de las Cortes gaditanas, su posición o influencia dentro de ellas…le hacen muy superior a todos sus compañeros y le aseguran tal representación que no se puede hablar de aquellas Cortes sin hablar de Muñoz Torrero”.
Aquella Constitución de 1812 vino a marcar un hito importante en la historia de España. En realidad fue la primera Ley de leyes que nuestro país tuvo, porque antes sólo habían estado vigentes las llamadas Leyes Fundamentales históricas del Viejo Régimen que representaban la tradición monárquica, donde el poder emanaba de los propios reyes, en virtud de la concepción que entonces se tenía de que el poder del soberano residía en la comunidad la que, a su vez, lo había recibido de la instancia divina que lo depositaba en el pueblo. Y antes, había estado en vigor el Estatuto de Bayona, que no fue una auténtica Constitución otorgada por el pueblo, sino una especie de ley de leyes impuesta por Napoleón a su imagen y semejanza para dar cobertura al reinado en España a su hermano José I.
La constitución de Cádiz, supuso un cambio profundo en todos los sentidos. El poder casi divino de la monarquía pasó a estar controlado y limitado por el pueblo. Los españoles dejaron de ser súbditos del rey para convertirse en ciudadanos libres, sujetos de derechos y obligaciones. La soberanía nacional, que había estado residenciada en el monarca, pasó a estar representada por la Nación. Se implantó la llamada “división de poderes” de Montesquieu, dentro de una pacífica y equilibrada convivencia y supuso que ejecutivo, legislativo y judicial eran independientes, colaborando entre sí para lograr el equilibrio y evitar que cada poder abusara. Se debían conseguir los fines del Estado, que eran, y siguen siendo, defensa de los intereses generales y del bien común del pueblo al que sirven. Y también aquella Constitución abrió a España las puertas de Europa, de donde nos llegaron las distintas corrientes librepensadoras, enciclopedistas, revolucionarias, liberales, etc.
Pues bien. Resulta que, con ocasión del 200 Aniversario de la Carta Magna gaditana, desde 2012 se han venido celebrando una serie de actos conmemorativos y de homenajes, tanto en Madrid como en diversas Comunidades Autónomas, a “La Pepa” (sobrenombre dado a aquella Constitución por haberse aprobado el día de San José). Y, por lo que respecta a Diego Muñoz Torrero, ha venido siendo reconocido y honrado de la forma siguiente: Sus restos, primero, en 1857, fueron trasladados a España. En 1864, fueron trasladados al cementerio de San Nicolás de Madrid y colocados en el mausoleo colectivo, en una cripta construida en 1857 bajo una estatua que representa la Libertad, y donde se encuentran los de Torrero, Agustín de Argüelles, José María Calatrava, Juan Álvarez Mendizábal, Francisco Martínez de la Rosa y Salustiano Olózaga. Los de Torrero, en 1912 se trasladaron de dicho mausoleo al Panteón de Hombres Ilustres, donde reposan.
En el Congreso de los Diputados, ya existía una bandera de tafetán utilizada en las Cortes de Cádiz, con dos fajas rojas y una amarilla intermedia, todas de igual anchura, y que el mismo Torrero regalo en 1820 da la Milicia Nacional de Cabeza del Buey, su pueblo. En 1837 fue trasladada al Congreso, donde ha permanecido expuesta durante más de 150 años, pudiéndose contemplar hoy en la III ampliación del Congreso de los Diputados. Pero, además, Torrero fue homenajeado en el Congreso el 8-10-2018, en un acto presidido por su presidenta, Ana Pastor, con la asistencia de autoridades y el presidente de Extremadura Guillermo Fernández Vara, descubriéndose un busto de bronce de Torrero, en cuyo acto, Ana Pastor destacó que fue uno de los primeros diputados que alzó la voz para reclamar la división de poderes, "de plena actualidad hoy en día". "Lograr lo que hemos logrado, no hubiera sido posible sin el legado de Muñoz Torrero". Y Fenández Vara ensalzó su defensa de la libertad de prensa y de la soberanía nacional que hoy reside en el conjunto del pueblo.
Asimismo, en San Fernando (Cádiz), sede de las Cortes de Cádiz de 1812, se organizó una conferencia impartida el 23-09-2018 por el catedrático de Historia Contemporánea, Juan García Pérez, como acto público de reconocimiento y distinción a Muñoz Torrero, presidido por la alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada, con la asistencia de la alcaldesa de Cabeza del Buey, Ana Belén Valls. En su disertación, el catedrático García Pérez resaltó que Torrero “fue incomprensiblemente acusado de hereje, jacobino, enemigo de Dios y de los hombres, aun siendo sacerdote”. Y luego, también fue descubierta una efigie de Torrero en el Ayuntamiento de San Fernando, con la asistencia de numeroso público. Teniendo constituida en Cabeza del Buey la Asociación “Muñoz Torrero” para el estudio y profundización no sólo de su obra y figura, sino también de los principios democráticos emanados de las ideas que defendió y plasmó en la propia Constitución de Cádiz de 1812. Felices Fiestas a todos/todas, llenas de PAZ, SALUD y BIENESTAR, que les colmen de todo lo mejor.
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