Andaba yo preocupado con las diferentes formas que ahora los jóvenes tienen de designar al noviazgo, al ligue, a la relación fugaces de sólo una noche, a la amistad de toda la vida, pero con derecho a roce; o, a lo que ahora se ha dado en llamar «pareja», sea inestable o con total estabilidad, pero que en ningún caso se puede mencionar esa palabra maldita que antes se denominaba: Matrimonio.
De tal modo, que uno de mis hijos fue a recibir a una amiga italiana que venía expreso a pasar con él una semana en «Los Caños de Meca*». Así, que ya en la puerta con todos los arreos playero para pasar una semana de ensueño con la italiana en la costa barbateña, me atreví preguntarle -no sin antes pensármelo dos veces- que si podíamos considerar a la trasalpina como su chica del verano…
Y, su respuesta fue explicita, clara y concreta, a saber: ¡¡Hombre, papa!!
Qué, a día de hoy, no sé bien lo que quiere significar, pero que, por su cara y los hombros encogidos, no me cabe duda de que este joven que vive en mi casa “per sécula seculorum”, y que no se ve viso de cambiar por lo menos en los próximos años venideros, quiso decir: “que no, pero que bien podría ser que sí…”
Bueno, muchacho -le dije-, te he entendido perfectamente, y el mensaje gestual -los jóvenes no pierden tiempo en emitir necesarias parrafadas que todo lo pudiera aclarar, así los maten- así lo confirma. Sin embargo, ¿quisiera insistir en que me dijeras que compromiso sentimental lleva eso de estar una semana tomando el sol y conviviendo en un apartamento con una guapa italiana?
Pero, si vosotros, tal vez, esperan una respuesta de mi «fillo», pierden el tiempo; porque sorprendentemente, este licenciado en Sociología y doctorando en la Universidad de Graná, no está en disposición ni ahora ni nunca, en hacernos concesiones explicativas que alcance a buen fin comprensivo a nuestras antiguas y anquilosadas mentes… Y, he ahí, que, por segunda vez, ante mis asombrados e incautos ojos me respondió lo siguiente: ¡¡Hombre papa!!
Sin embargo, yo no quería dar mi brazo a torcer, ni perder esta oportunidad de oro caída del cielo para comprender un poco a los jóvenes de ahora. Así, que sin darle respiro y a bocajarro, le repetí la pregunta, desde otro ángulo más discursivo para darle la oportunidad de contestarme sin evasivas y sin el correspondiente eufemismo de turno, a saber:
A ver, displicente y ensimismado, muchacho: ¿Es posible que me dijeras si la joven y guapa italiana es tu novia; o, ¿acaso sólo un afer de una semana en la rutilante y paradisiaca playa de «Los Caños» de arenas amarillas y azules aguas oceánicas?
Y, él, volviendo su rostro en el marco de la puerta, tuvo a bien -dada mi supina ignorancia en estos menesteres veraniegos de cuerpos danones tostándose al sol del mediodía- de mirarme con una mirada compasiva que lo decía todo sin tener que articular palabra: ¡¡Hombre, papa”!!…
Y, así, con el tercer ¡¡Hombre papa!!, en la boca, abrió la puerta del ascensor con todos los arreos playeros necesarios para permanecer una semana pajareando entre las dunas salvajes de «Los Caños», cual si fuera una ave migratoria de paso entre el continente europeo y África. Libre como el viento y con menos compromiso del que lo tiene todo y aún espera más, más de la vida, incluso de la vida enamorada…
Sí; mis queridos lectores, así se las gastan los jóvenes de hoy, a saber: prestos pa hacer el amor en una recóndita playa, un campo de flores añiles de espliegos; o, tal vez, junto a un arroyo claro de un arroyo que cruza un bosque de álamos; las sábanas blancas, limpísimas de un apartamento de las arenas de cabo Trafalgar, o donde encarte y le lleve el sublime acto amoroso de poseer y abandonarse a los besos y al cuerpo de una mujer morena, que en este caso que no ocupa, la elegida para la gloria fue una mujer racial, de silueta perfecta y mediterránea como la venus de Milo.
¡Oh!, regalo de los dioses, una mujer del país donde expresaron la belleza pintores como Leonardo** y Miguel Ángel***; y, canta en su góndola: ¡Oh, sole mío!, el gondolero en su canal de Venecia. Sí; una mujer italiana, que más que una mujer pudiera ser -digo yo- un sueño inalcanzable hecho mujer, casi una diosa. Ahí es na…
¡¡Hombre papa!! -deja que la poesía la ponga yo- pienso yo que pensaría este muchacho que vive conmigo en mi casa, que claro está, ya es su casa más que mía; y, tiene todo el derecho del mundo a decirme cuando lo considere oportuno, a saber: ¡¡Hombre, papa!!...
(*) SALUDAR AL OTOÑO EN LA ANTIGUA MECA DEL “Hippismo”.
Hay quien dice que en Caños de Meca se ve una de las mejores puestas de sol del mundo. Llega el otoño, bajan las temperaturas y las calles de las ciudades se llenan de cuerpos aletargados que anhelan los rayos del sol, el mar y la arena. Pero no todo está perdido: la pedanía gaditana de Los Caños de Meca, antigua meca del hippismo en la península, es hoy un escondite para quienes buscan disfrutar de atardeceres de película y playas salvajes en las que el verano dura hasta cuando quiera cada uno.
En teoría, se trata de una calle de 2,7 kilómetros en pleno Parque Natural de La Breña y Marismas del Barbate, plagada de casas bajas, restaurantes y bares. En la práctica, es un auténtico paraíso de acantilados roba-alientos y playas eternas, donde los azules del cielo se mezclan con los del océano regalando escenas irrepetibles que parecen haber sido pintadas (o soñadas).
El tómbolo de Trafalgar fue declarado monumento nacional en 2001.
Durante julio y agosto, la magia se conserva, pero acompañada de bastante más bullicio que en los primeros y últimos días del verano, cuando la tranquilidad es absoluta. Ya en otoño, todo son escenas familiares: los perros se revuelcan libres en la arena, las escasas sombrillas mantienen decenas de metros de distancia entre sí, los hippies retirados pasean y saludan a quien se cruce en su camino, y los camareros sirven cervezas y tortillitas de camarones en bares en los que la prisa no existe y las caras largas, mucho menos. Mientras, casi todos los turistas siguen el mismo ritmo: el del que solo busca pulsar el merecido off sin tener que pelear por un sitio en la playa, una mesa en un restaurante o un ratito de lectura en silencio.
En Caños de Meca se pueden encontrar diferentes tipos de playas, todas increíbles.
Un cabo de piratas, diosas y atunes
Todo arranca en el tómbolo de Trafalgar, declarado monumento nacional en 2001. Además de haber sido el escenario de la emblemática batalla homónima en 1805, cuenta con un importante valor geológico y allí se alzan el característico faro y los restos de una torre vigía instalada en el siglo XVI con el fin de proteger la costa de invasiones piratas.
El Parque de la Breña es el mayor pinar de todo Cádiz.
Se trata del enclave perfecto para ser testigo de una de las mejores puestas de sol del mundo. Por eso, a partir de las siete de la tarde, cuando el clima empieza a pedir el bienvenido jerseicito, ya se empiezan a ver en el camino que llega hasta allí a los primeros visitantes, ansiosos por conseguir la primera fila del espectáculo y hacerse con la mejor instantánea de todas (aunque recomendamos probar a presenciarlo sin pantalla de por medio, en línea con el ambiente de desconexión que se genera).
Muchos se esfuerzan por capturar el momento exacto en el que el Sol se esconde.
Pero no solo de escenas de película vive este islote: allí también se esconden importantes restos arqueológicos. "La cornisa del faro actual la fabricaron con piedras de lo que en época romana fue un templo dedicado a la diosa Juno. Cuando está la marea baja, se ve la base", cuenta Antonio Morillo, un boticario "de 85 tacos" -como él dice-, natural de la vecina localidad de Vejer. Lleva toda la vida veraneando en Los Caños y presume de haber sido, junto a su padre y su abuelo, el primero "en poner las pisadas en esa playa".
También sabe que, en 2018, junto al faro, un temporal de lluvia y viento dejó al descubierto una piscifactoría romana. "Los atunes vienen desde el Atlántico a desovar al Mediterráneo y, ya en época romana, eran capturados ahí. Estas almadrabas han sido importantes a través de las distintas civilizaciones", señala haciendo referencia a la técnica artesanal de pesca que se practica tradicionalmente en esta parte de la costa gaditana.
Cuidar de las playas: una de las pocas normas en Caños. Arena fina y buen rollo Es complicado dar con alguien que no sonría en esta pedanía del municipio de Barbate. Algo tendrá que ver esa eterna sensación de estar haciendo lo que te da la real gana. En bañador, vestido o como te trajeron al mundo: tú eliges cómo quieres pasear por esas interminables extensiones de arena fina que tan bien sientan a las plantas de tus pies y sumergirte en las frescas aguas de un océano Atlántico que te resetea al instante. Solo tienes una obligación y te la recuerdan los cubos de basura y ceniceros habilitados en varios puntos de las playas: cuida la naturaleza.
El viento de la costa gaditana favorece la práctica del surf.
Otra de las opciones más elegidas para recorrer Los Caños es mediante rutas a caballo o en bicicleta, aunque también hay quien decide sumarse a alguno de los deportes náuticos que allí se practican, aprovechando el fuerte viento que azota habitualmente la costa gaditana. "Kitesurf, piragüismo, surf, submarinismo... Quien viene aquí tiene multitud de opciones para gozar del entorno, de las puestas de sol, y de la tranquilidad del parque natural", nos cuenta Chari Marín, guía turística de la zona.
Coloridos murales por doquier.
Mientras, para Morillo, el principal atractivo de la pedanía gaditana es que "tiene playas muy sui generis, distintas, lo que hace que sea un sitio admirable, abrigado, y muy bonito", expone. "Fíjese si tiene encanto que mi madre antes de morir nos dijo: 'Heredáis el campo de tu padre, la casa donde vivimos, y Los Caños de Meca'. Menos mal, porque cada uno le tiene amor a su terruño".
El caballo es una de las maneras más elegidas para recorrer la pedanía.
Y como para no tenérselo. Pese a que su fama de lugar predilecto de peregrinación para hippies, bohemios y naturistas forma parte del recuerdo de lo que fue en los años 70, aún se conserva esa esencia en los mercadillos de artesanía del pueblo y de la playa, y en el buen rollo que se respira en los chiringuitos, sobre todo en los que se mantienen abiertos fuera de la temporada alta.
En Los Caños de Meca siempre es festivo.Ese ambiente es fácil de mantener cuando el entorno que te rodea está plagado de manifestaciones de la naturaleza en estado puro. En el extremo de Los Caños contrario a Trafalgar, las playas abandonan la inmensidad del cabo para formar calas más pequeñas, íntimas y ubicadas bajo imponentes acantilados, como la de los Castillejos o la nudista las Cortinas, donde la ropa y el pudor solo estorban.
Calas donde estar como en casa.
Desde allí parte un camino –ojo: únicamente accesible cuando la marea está baja–, donde quizás puedas ver caer desde las rocas algún chorro de agua dulce. En su día abundantes, hoy su caudal es menor debido al impacto de la extracción de los pozos y al agua que necesita el parque natural que abraza a localidad desde atrás. De hecho, muy cerca de estas playas arrancan algunos de los senderos que se adentran en el espacio protegido y recorren los acantilados desde las alturas. Las 5.000 hectáreas que conforman el parque de la Breña dan como resultado el que es "el mayor pinar litoral de la provincia de Cádiz", según Chari Marín. Además, aúna todo lo que hace especial a Los Caños de Meca, ya que "abarca cinco ecosistemas en un mismo sitio: el acantilado, el pinar, el sistema dunar, la franja marina protegida y las marismas". ¿Alguien da más?
(**) Leonardo da Vinci (Leonardo di ser Piero da Vinci) escuchar (Vinci, 15 de abril de 14522-Amboise, 2 de mayo de 1519) fue un polímata florentino del Renacimiento italiano. Fue a la vez pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo,3 artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Murió acompañado de Francesco Melzi,4 a quien legó sus proyectos, diseños y pinturas.2 Tras pasar su infancia en su ciudad natal, Leonardo estudió con el pintor florentino Andrea de Verrocchio. Sus primeros trabajos de importancia fueron creados en Milán al servicio del duque Ludovico Sforza. Trabajó a continuación en Roma, Bolonia y Venecia, y pasó sus últimos años en Francia, por invitación del rey Francisco I.
Frecuentemente descrito como un arquetipo y símbolo del hombre del Renacimiento, genio universal, además de filósofo humanista cuya curiosidad infinita solo puede ser equiparable a su capacidad inventiva,5 Leonardo da Vinci es considerado uno de los más grandes pintores de todos los tiempos y, probablemente, la persona con el mayor número de talentos en múltiples disciplinas que jamás ha existido.6 Como ingeniero e inventor, Leonardo desarrolló ideas muy adelantadas a su tiempo, tales como el helicóptero, el carro de combate, el submarino y el automóvil. Muy pocos de sus proyectos llegaron a construirse (entre ellos la máquina para medir el límite elástico de un cable),Nota 2 puesto que la mayoría no eran realizables en esa época.Nota 3 Como científico, Leonardo da Vinci hizo progresar mucho el conocimiento en las áreas de anatomía, la ingeniería civil, la óptica y la hidrodinámica.
Su asociación histórica más famosa es la pintura. Dos de sus obras más conocidas, La Gioconda y La Última Cena, han sido copiadas y parodiadas en varias ocasiones, al igual que su dibujo del Hombre de Vitruvio. No obstante, únicamente se conocen alrededor de 20 obras suyas, debido principalmente a sus reiterados (y a veces desastrosos) experimentos con nuevas técnicas y a su inconstancia crónica. Este reducido número de creaciones, junto con sus cuadernos con dibujos, diagramas científicos y reflexiones sobre la naturaleza de la pintura, constituyen un legado para las sucesivas generaciones de artistas.
(***) Michelangelo Buonarroti (Caprese, 6 de marzo de 1475-Roma, 18 de febrero de 1564), conocido en español como Miguel Ángel, fue un arquitecto, escultor y pintor italiano renacentista, considerado uno de los más grandes artistas de la historia tanto por sus esculturas como por sus pinturas y obra arquitectónica.1 Desarrolló su labor artística a lo largo de más de setenta años entre Florencia y Roma, que era donde vivían sus grandes mecenas, la familia Médici de Florencia y los diferentes papas romanos.
Fue el primer artista occidental del que se publicaron dos biografías en vida: Le vite de' più eccellenti pittori, scultori e architettori, de Giorgio Vasari, publicada en 1550 en su primera edición, en la cual fue el único artista vivo incluido,2 y Vita de Michelangelo Buonarroti, escrita en 1553 por Ascanio Condivi, pintor y discípulo de Miguel Ángel, que recoge los datos facilitados por el mismo Buonarroti.3 Fue muy admirado por sus contemporáneos, que le llamaban el Divino.4 Benedetto Varchi, el 12 de febrero de 1560, le envió una carta en nombre de todos los florentinos diciéndole:
(4) toda esta ciudad desea sumisamente poderos ver y honraros tanto de cerca como de lejos... Vuestra Excelencia nos haría un gran favor si quisiera honrar con su presencia su patria.
Tolnay (1978, p. 14)
Triunfó en todas las artes en las que trabajó, caracterizándose por su perfeccionismo.a La escultura, según había declarado, era su predilecta y la primera a la que se dedicó; a continuación, la pintura, casi como una imposición por parte del papa Julio II, y que se concretó en una obra excepcional, la bóveda de la Capilla Sixtina; y ya en sus últimos años, realizó proyectos arquitectónicos. Fue autor de numerosas obras, de las cuales hoy en día se conservan entre 40 y 50 esculturas, 4 pinturas, varias decenas de dibujos y los frescos de la Capilla Sixtina y la Capilla Paulina. Irene Valiente (Guía Repsol).
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