Me encanta la espiritualidad hindú por muchas razones relacionadas con la profundidad de su pensamiento y sagrada vocación natural; esto siempre toca mi espíritu de naturalista y amante de la naturaleza. Siempre veo reflejada a la Magna Mater en sus parábolas y leyendas; y por supuesto en el surgimiento de su hermosa espiritualidad en las tierras altas del Indo donde según el gran mitólogo de nuestro tiempo J. Campbell surgió todo este ancestral pensamiento. En el norte de la península del Indostán nace la alta cultura hindú, es una región bañada por las aguas que bajan de poderosas cordilleras que forman bosques húmedos únicos; el valle del Indo tuvo gran importancia primigenia en el desarrollo del pensamiento mitológico hindú. Una cultural por otra parte marcada por la selva y lo selvático cuyos dioses reposan en lo más profundo del inconsciente colectivo de los hindúes. El gran dios Ganesha es uno de mis favoritos porque representa la mixtura perfecta, representando al hombre dios elefante que merced a una leyenda desgarradora de amor y celos hace su acto de presencia y se consagra como la representación del dios elefante. Un arquetipo esencial en esos territorios pues los elefantes del Indostán son los grandes mantenedores de los caminos en la selva y resultan importantísimos en el conocimiento natural de las selvas y su funcionamiento. Por no hablar de lo que ha supuesto para la especie humana en estos lares la domesticación y el cuidado de estos gigantescos cuadrúpedos. También utilizados como caballería pesada en las batallas y confrontaciones armadas entre ejércitos y en la lucha y defensa de las fronteras contra los bárbaros invasores. En fin, todo en la India está plagado de reverberaciones de la Diosa Madre y que mejor ejemplo que la imagen de la triunfante Durga a lomos de un precioso león, coronada con todo tipo de atributos otorgados por el resto de las deidades ya que ella representa la creación natural a la que todos los dioses sirven y se recrean; sin Durga no hay seres humanos a los que descubrir el misterio de la vida y el cosmos y sin estos los dioses carecen de sentido de veneración e incluso de ser; el mismísimo Krishna no tendría que venir a este mundo como un pequeño niño retozando y jugando entre tinajas y Vishnu seguiría soñando el cosmos en su quinto elemento sin que se levantaran templos o se convocaran rituales en su honor. Por eso el culto a Durga es tan relevante y a pesar de haber pasado los peores tiempos de desarrollismo atroz y destructivo, siempre estuvo defendiendo el mundo de la creación natural y soportando lo indecible con sus guerreros de la naturaleza que se han consagrado a ella “Om Dum Durgaye Namaha”, amén y por siempre sea nuestra guía a través de este mundo de imposturas y sufrimientos economicistas, pestilencias codiciosas, peleas sin fin por la mentira del poder, demonios del miedo al porvenir e infeliz y repugnante burocracia. Me siento consagrado a ella y la sirvo con entusiasmo pues me alimenta amorosamente con su eterna sabiduría y me levanta el velo de la verdad profunda dejándome frente a la magia de los ecosistemas marinos y aéreos. Gracias a ella veo con mis entrañas y siento el mundo invisible por venir junto a otros iguales y entrañables amigos de la vida en la que se incluyen no solo hombres y mujeres sino también paisajes, plantas y queridos animales, especialmente mis canes; pues Durga me concedió prácticamente desde la cuna el don de las alianzas naturales y la bendición de la domesticación de lo salvaje y disfrutando de su sagrada compañía entre canes, colas ondulantes y pelos ha transcurrido la historia de mi vida, “Om Dum Durgaye Namaha”. En esta mixturada simbología se sintetiza el amor de los hindúes por la naturaleza y la veneración que sienten hacia ella. A traspasado épocas e influido notablemente en otras maneras de buscar la santidad expandiéndose por todos los puntos cardinales pues oriente y el Indo y Mesopotamia son la fuente de casi todo lo que tiene que ver con los dioses; el propio nacimiento del Buda y el parto de su madre en el bosque y por supuesto su iluminación bajo el árbol sagrado donde alcanzó la serenidad perpetua. Con un poco de cultura e imaginación se puede recorrer el infinito sendero de las influencias del pensamiento espiritual hinduista pues si la naturaleza es la puerta del conocimiento y del ser no lo son menos los símbolos que la espiritualidad ha estado trazando a través del arte y las huellas materiales y tecnologías populares a lo largo de la historia. Tanto el ecólogo como el arqueólogo iniciados y devotos de Durga son buscadores del tesoro de la existencia.
Gracias a Juan Carlos Ramchandani (para conseguir este volumen se pueden dirigir a ramchandanijc@gmail.com o mediante el whatsapp al 638738662) se ha escrito un capítulo más de la profunda bondad que encierran los símbolos y la naturaleza mostrando sus tesoros a través de la tradición de cuentos y fábulas recogidos en la India. A través de las páginas de este sencillo librito Krishna (que es el nombre espiritual de Juan Carlos) ha puesto a nuestra disposición esta información valiosa para dirigirse en la vida con rectitud e inteligencia. Las cosas más sencillas suelen ser las que mayor valor tienen en nuestras vidas y las que mejor alimentan espiritualmente. Además como he comentado anteriormente, la naturaleza está siempre presente, ya sea de fondo para una metáfora moralizante o con una implicación directa en la búsqueda del tesoro escondido. Más de la mitad de los pequeños relatos incluidos dentro de este libro tienen elementos de la naturaleza bien visibles. Quizá “el pájaro azul” es el cuento que mejor muestra el tesoro que encierra la naturaleza, las vivencias naturales nos integran en la magia de la vida y el cosmos. Así el pájaro azul es el gran premio que nos ofrece la naturaleza al que sabe buscar más allá de las apariencias; la propia naturaleza solo es una metáfora de la dicha venidera y del reencuentro de las almas. Por eso la naturaleza contiene elementos invisibles por doquier y cuando sean liberados de sus encierros materiales volverán a sus verdaderas esencias. Por otra parte, la propia naturaleza es fuente de placer y sabiduría, un elemento imprescindible para afrontar el arduo camino de la vida, sin ella no existiría la renovación. Este libro nos dice que hay que mirar en el interior para encontrar la fuente de la vida eterna y la dirección donde mora el verdadero sentido del ser. Otras historias están llenas de ternura hacia los animales domésticos, imprescindibles durante nuestra existencia material, bien reflejado en la historia “La muerte de Ramu”. En “el santo y la serpiente” y “la liebre y el león” se siente el poder de la fábula, las conversaciones entre los animales y de estos con el ser humano sabio o espíritu sensible pues nuestras capacidades espirituales están dormidas o amputadas y solamente la sencilla bondad y humildad de corazón o el camino del asceta pueden hacer brotar la elevación necesaria para conectar con la Diosa Madre a través de sus criaturas; la iniciación es necesaria. En fin, si recuerdan la obra cinematográfica “La Vida de Pi” y su gran metáfora sobre el sufrimiento circunstancial del ser humano conectará literariamente con las páginas de este libro y quien sabe si además el lector se explora interiormente para desarrollar nuevas inquietudes espirituales.
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