FAROTV visita el centro de menores extranjeros no acompañados de Hadú para conocer las historias que no acostumbran a trascender a la opinión pública, las de aquellos jóvenes que luchan por aprender, por mejorar y por integrarse
Tras las paredes del centro ‘La Esperanza’ en Hadú hay algo más que datos y números. Detrás hay historias de auténtica superación, de jóvenes con un origen complicado que tienen en la vida un único empeño: prosperar. Prosperar y aprovechar las oportunidades que se les presentan para labrarse después un futuro, contando con la complicidad de los profesionales que allí trabajan. Son casi 200 los chicos que viven en estas instalaciones concebidas inicialmente como un albergue social. El viernes pasado entraron cinco menores que habían sido localizados aferrados a los bajos de un autobús para intentar llegar a la península. El número de altas y bajas es constante en un centro que tiene que adaptarse a una realidad dura, que depende muy mucho de la permeabilidad fronteriza y de la pobreza en un país vecino en el que ‘los niños de la calle’ carecen de cualquier tipo de recurso.
Adnane El Kharraz lo tiene claro. Su guitarra habla por él, de su boca salen palabras que son acompañadas de música. Tiene poco más de 17 años. Vino de Tetuán el 12 de agosto del pasado año con su guitarra española a cuestas y con ella sigue. Es su eterna compañera, la que le ayuda a expresarse, la que le ayuda a integrarse. Aprendió a tocarla en la calle, viendo vídeos, nadie le enseñó.
En la entrevista que Adnane mantiene con FAROTV no se sabe quién responde antes, o él o su guitarra. “Hace dos años que toco la guitarra, aprendí solo, en la calle. Con la guitarra puedo explicar muchas cosas”, explica, mostrando una sonrisa tímida a la vez que no para de tocar.
Entre los pasillos de ‘La Esperanza’ ya se han acostumbrado a escuchar sus canciones. Y la verdad es que suenan pero que muy bien, tanto que incluso podría enseñar a otros jóvenes del centro. Adnane no puede parar de tocar la guitarra mientras habla. Dice que es la única manera de aprender, toca cada hora: “Para aprender rápido hay que tocar mucho”, explica. “Mi sueño es ser profesor. Me gusta mucho Paco de Lucía”, añade.
Adnane sueña con vivir de la música, deja atrás una vida llena de dificultades, de penurias, también una frontera que marca la diferencia entre tener o no oportunidades. Y este joven tetuaní quiere aprovechar las que ha encontrado en Ceuta, soñando quizá que algún día pueda mostrar a los demás su música participando en algún certamen o, quién sabe, viviendo de enseñar a otros jóvenes un instrumento por el que siente auténtica adoración.
En 2015, un año antes de Adnane, llegó Hammou El Haimer, nacido en Oujda. Tiene 17 años y sus ojos, vivos, muestran sus deseos por aprender. Ahora es voluntario de la Cruz Roja y además cursa una FP Básica de Comercio. Su vena solidaria la demuestra siempre que puede. Él fue uno de los participantes en las ‘24 horas por Melania’. Aguantó como los demás. Quiso terminar la prueba hasta el final, otros compañeros de ‘La Esperanza’ también participaron pero solo Hammou la terminó, ya que su objetivo era colaborar por Melania. “Fue una cosa muy dura terminar esas 24 horas pero tuve energía para finalizarla para ayudar a esta chica”, expone Hammou, quien todavía recuerda cómo se encontraba al día siguiente. “Lo peor era subir las escaleras”, sonríe. Pasó todo ese periodo junto a los organizadores de la prueba, para los que solo tiene buenas palabras porque lo trataron como un compañero más.
Su sueño es dedicarse al mundo del deporte. Deja atrás una prueba dura, digna de espartanos, de auténticos guerreros. Su participación fue felicitada en el centro por los compañeros y por la dirección, que ya sabía de su inclusión en otras actividades deportivas como la ‘San Silvestre’.
Hammou aprovecha todas las oportunidades que le sirve el centro, tanto en el estudio como en su avance en el aprendizaje del español. Resulta complicado pero avanza poco a poco en la obtención de esta FP Básica que le permitirá, una vez la complete, poder optar a un trabajo y seguir desarrollando su vena solidaria en acciones deportivas.
En ‘La Esperanza’ también viven algunos subsaharianos, menores que llegaron en patera como es el caso de Romual y Saume. No se conocían pero curiosamente ambos tenían los mismos gustos: el rap. Ahora han hecho una combinación imparable. Tienen incluso un canal de youtube y los dos estudian en el Instituto Puertas del Campo, en donde su música tampoco ha dejado indiferentes a los demás compañeros.
Han grabado un videoclip y han participado en actividades con amigos que han hecho en la ciudad. El destino les ha unido, ha unido sus voces, sus ritmos y su imaginación que aplican en cada una de sus canciones. En sus letras hablan de la realidad y de sus vidas, de lo que les importa a los jóvenes y también de la inmigración. En sus teléfonos guardan muchas de las canciones que inventan, aunque les gustaría contar con medios para poder hacer grabaciones en las que puedan expresar esa química que les ha unido y que se transforma en un rap con canciones en inglés y francés.
Romual, Saume, Hammou, Adnane… chicos de ‘La Esperanza’, jóvenes artistas que se forman en este centro, chicos que rompen prejuicios, que ofrecen una lección de vida en un lugar en el que sus profesionales viven con un único objetivo: sacar de la calle a aquellos menores con vidas rotas por una frontera. La frontera física ya la superaron, ahora queda por delante la más complicada, la de los prejuicios.
Los raperos: Romual y Saume, de 17 años, de Liberia y Camerún, unidos por la música Romual y Saume tienen 17 años. El primero nació en Liberia, el segundo en Camerún. Se conocieron al llegar a Ceuta hace casi dos años, ambos de la misma forma, por vía marítima. A los dos les atraía la música pero fue al conocerse cuando se dieron cuenta de que juntos hacían una combinación especial. Es como si la vida les hubiera terminado por unir, dos polos que necesariamente tenían que atraerse y lo hicieron en Ceuta, tras seguir cada uno de ellos un periplo clandestino diferente y complicado. Los dos estudian 4º y 3º de la ESO en el IES Puertas del Campo y han participado en procesiones como la de San Daniel, ya que son cristianos e intentan estar presentes en actos religiosos. Juntos han formado un canal de youtube, R&S crew, en donde recogen algunas de sus canciones. El rap les hace volar su imaginación ideando canciones que ya se han hecho populares en el propio centro de ‘La Esperanza’ y en el instituto en donde cursan estudios.
Historias de niños que han salido adelante: Futbolistas, estudiantes, músicos... un futuro por delante que muchos aprovechan En el despacho de la dirección del centro llama la atención la presencia de varios murales repletos de fotografías. Ya no hay casi espacio, son imágenes de actividades en las que han participado menores de ‘La Esperanza’ pero también recuerdos de chicos que han pasado por este albergue, han sabido aprovechar las oportunidades y tienen ahora un futuro bien en el deporte como futbolistas o en otras modalidades. Menores ofrece la posibilidad de que estos niños aprovechen su tiempo; algunos lo hacen y terminan saliendo de la calle.
En detalle: Las paredes del centro recogen dibujos y trabajos hechos por los propios residentes Entre los menores que viven en el centro de Hadú hay auténticos artistas. Son muchas las horas que tienen por delante y que deben ser llenadas con actividades. Una de ellas es convertir las paredes llenas de boquetes o deterioros en murales con temáticas de todo tipo que nacen de las manos de estos MENA.
El guitarrista fan de Paco de Lucía: Adnane El Kharraz, un joven que llegó con su guitarra española a la espalda Adnane se expresa mejor con sus dedos, no puede parar de tocar la guitarra, dice que cuanto más la toque sonará mejor. Porque a él le gustaría dedicarse a la música, tocar la guitarra española en algún certamen, por eso no la deja nunca, es su eterna compañera, la que le acompaña desde que llegó, en agosto de 2016 a Ceuta, procedente de Tetuán. Adnane sueña con Paco de Lucía y se sabe muchas de las canciones de grupos flamencos. Cuando llegó al albergue de Hadú, los trabajadores se dieron cuenta de que tocaba y de que además lo hacía bien, por eso le apoyan en su querencia por seguir aprendiendo el manejo de un instrumento que, además, le facilita su integración.
El otro lado: Los prejuicios en torno a estos menores impiden ver otras realidades desconocidas El término MENA se ha desvirtuado de tal manera que socialmente solo se equipara con otro concepto: delincuencia. Es tal la presión, en demasiadas ocasiones injustificada, ejercida que termina dando pie a unos prejuicios que impiden ver otra realidad, la que representan aquellos chicos que sí aprovechan las oportunidades y sí se esmeran en mejorar todo lo que pueden. Los protagonistas de este reportaje son solo un puñado de ejemplos de otros muchos que hay tras los muros de ‘La Esperanza’, pero que no encuentran cabida en los medios de comunicación. En el centro se trabaja por evitar que haya fugas y porque los residentes participen en los programas que hay para formarse, pero no puede evitarse que haya quien prefiera estar en la calle porque su objetivo no sea otro más que el de la fuga. Además de los programas puestos en marcha con el apoyo de Digmun, se hacen trabajos en el centro, en donde los menores han construido un huerto que cuidan personalmente.