Filali Abderrahman, natural de Tetuán (
Marruecos), vive desde hace justo veinte años al lado de la gasolinera del Chorrillo, en una casa
construida por él en el año 2000 a ras de un antiguo túnel del antiguo ferrocarril.
Sonriente, simpático y muy atento con sus invitados. Así es el ‘autonombrado’ vigilante de coches de la
playa del Chorrillo. Este marroquí afincado en Ceuta desde hace cuarenta años ahora tiene “sesentaypico”, según Abderrahman. Reflexiona y afirma que es del 58.
Su peculiar historia comienza hace más de cuarenta años, cuando llegó a Ceuta por primera vez. Ya sin su mujer “que está en Tetuán” y con la que se casó en 1980 y el mismo año en el que vino a comenzar una vida de trabajo en Ceuta. Al año de su matrimonio nacieron sus dos primeras hijas, mellizas. Después llegaría la tercera. Su último trabajo lo recuerda en el 89, cuando comenzó en la Hamburguesería la Paloma “de guardia” de seguridad. Asegura que “cuando los dueños la vendieron, yo tuve que bajar aquí”, dos años después. Abderrahman es muy hablador y echa de menos a su familia “porque no la veo desde hace más de un año. Encima está cerrada la frontera”. También enseña a FaroTV a través de fotografías a sus cinco nietos –tres varones y dos mujeres–, hijos de sus tres hijas. Habla y se comunica a través de aplicaciones de mensajería instantánea con todos ellos: “Menos mal que tengo móvil y puedo hablar con mi hija y los demás”. Lamenta que “ni la Policía española ni la de Marruecos quiere hablar conmigo”.
Su casa desde el año 2000
Con motivo de su despido, el tetuaní tuvo que buscarse la vida y decidió construirse su nueva casa al lado de un túnel del antiguo ferrocarril.
Él mismo la pintó de verde y amarillo, le puso una puerta, un corcho con fotografías de un sinfín de coches, con Juan Vivas, varios agentes de la Policía y la Guardia Civil. También se ha creado un tendedero en la puerta de su casa y varias mesas con cajones para guardar cosas.
El interior es minúsculo. Como es de complexión pequeña dice que no tiene problema. Tiene una cama que va de lado a lado del habitáculo, que deja un escaso espacio para una mesa, una silla y una estantería.
Sus enseres hacen equilibrios para sujetarse por las esquinas de su pequeña vivienda. Entre unos y otros se mantienen. Tiene ollas, cazos, hasta una cafetera. También ropa colgada y doblada ahí dentro.
Además en el exterior tiene colocados varios muebles en los que come y descansa. A escasos metros de la gasolinera y de las escaleras de acceso a la playa del Chorrillo tiene decenas de garrafas de agua donde se refresca y lava su ropa.
“Trabajé de guardia pero en el año 2000 me tuve que bajar a vivir aquí”
Ante todo él dice que se “limpia el entorno de su casa. No necesito que vengan los servicios de limpieza de la ciudad”.
No sabe estar quieto y, por eso, trabaja como “vigilante de coches de la playa del Chorrillo”. Dice ser “amigo” del “presidente” de la Ciudad, Juan Vivas, y que “cuando me lo encuentre le pediré que me selle” el carné de vigilante. Asegura que lo conoce toda la barriada y que es muy bien acogido, los vecinos son los que también le llevan la comida para que pueda alimentarse “porque sabe quién soy todo el mundo”.
Los vecinos de la zona le “dejan las llaves del coche”, incluso le avisan “cuando lo van a mover para decirme dónde van”. Filali dice que en 2013 tuvo un contratiempo con su casa. Vino la Policía y le dijo que “esta chabola no puede estar aquí y me la quitaron”. Pero ahora parece estar tranquilo porque volvió y ya lleva ya más de 20 años “en su casa”, explica.