La imaginación es una bonita manera de acercarse al lenguaje, lejos de los rigores de la técnica científica, y sin más ánimo que alcanzar unos instantes de armonía, y un breve consejo.
Al principio de la creación, en la mente del artista reina el caos. No se distingue ninguna forma, y ni tan siquiera el tiempo tiene definición. El hechizo de la confusión nos sumerge en el mundo de las sombras, donde todo permanece estático, inmóvil, y no se distingue pasado, presente, o futuro, ni ninguna otra sensación.
Sin embargo, nuestra fe nos dice que en el caos late la semilla de la luz, y llevados por la paciencia, escuchamos una primera voz: “La luz es el vehículo del tiempo”. Bien pensado, todo ser dinámico necesita una naturaleza vehicular.
Entonces, las palabras mágicas nos ponen en movimiento, y las puertas del espacio se abren de par en par, bajo el signo de lo infinito. Entonces, una pléyade de mensajeros se adentra en la lejanía, e inunda las arterias de la razón. Cuanta mayor sea la calidad de las palabras, mejores serán los paisajes que se descubren.
Una vez establecida la dinámica de la luz, podemos entregarnos a la esencia: no se me ocurre una causa anterior que no sea el conocimiento, el afán por conocer, la búsqueda de la belleza.
Así, los primeros estudiosos se retiraban a sus puntos de observación para interpretar el sentido de la vida, o cómo afrontar el hecho inexorable de nuestra existencia.
Durante el trayecto que es la aventura del saber, vamos dejando puntos de luz, vamos dejando palabras escritas por el camino, como migas de pan que ayuden a conformar la obra final de la memoria. Cuántos testimonios de vida.
Puede que el laberinto de la confusión no tenga salida, pero gracias a los recuerdos siempre podremos volver al lugar donde todo comienza: la vida convertida en un eterno comienzo.
Quizá sea esta la grandeza de los libros, que son como salvoconductos que nos llevan a viajar en el tiempo, a conocer la historia de la luz, y encontrar en ella las claves y los matices.
Quizá sea este el mensaje del arco iris; que después de la lluvia siempre llega la calma, y si es que hacemos caso de la experiencia adquirida.
Es hora de alumbrar una época, donde el conocimiento de los números y de las letras sea la luz que guíe a un pueblo, que desangra por la herida abierta del olvido.
Conclusión: el Estado, la Administración, la Política, son la mecánica; la esencia es la cultura.
Cuánta luz escondida en el baúl.