El pasado 23 de septiembre Juan Rosso Baeza falleció en Benalmádena a los 97 años de edad. Rosso fue una persona muy conocida en los años 40 y 50 en Ceuta, donde su amor por el ciclismo le hizo ser uno de los destacados de esta modalidad deportiva.
Juan nació y vivió hasta su jubilación en la ciudad de Ceuta trasladándose después a la provincia de Málaga donde se había establecido con anterioridad parte de su familia.
La historia del ciclismo de Ceuta y El Protectorado no se puede escribir sin hablar mucho de Juan Rosso. La década de los años cuarenta fue muy dura en España para casi todo el mundo y en el deporte no lo fue menos, siendo proporcionalmente todo más complicado a medida que te alejabas de Madrid… y Ceuta estaba muy lejos. Por eso tiene mucho mérito la afición desmedida que había en la ciudad al mundo de la bicicleta. “Podemos ver fotografías de la época de las calles de Ceuta, de Alcazarquivir, Tetuán, Larache, de Tánger y de las poblaciones entre ellas, abarrotadas de gente viendo pasar el pelotón. Esta afición estaba sustentada por la admiración de la gente a la participación de sus corredores locales entre los que destacaban Boni Navarro, Luis Sánchez, Nicolás Moreno, el tetuaní Turki y sobre todo el pelotón del Protectorado, nuestro personaje, Juan Rosso”, detalla la familia.
Siendo poco más que un adolescente compaginaba su trabajo en una ferretería de la calle Real con sus primeros entrenamientos sobre la bicicleta y muy pronto empezaron sus triunfos; primero en nuestra ciudad -ganando varias Vueltas a Ceuta- luego en El Protectorado, donde triunfó, durante los años en que estuvo activo, en casi cien carreras. Los años que transcurren entre 1945 y 1951 -año de su retirada- fueron los mejores. “En el año 1946 ganó absolutamente todas las competiciones de primer nivel celebradas en el Norte de África, como se decía en la época. Poco antes había saltado a las competiciones de Andalucía y allí cosechó varias victorias poniendo el broche de oro a su carrera deportiva con su participación en La Vuelta a Cataluña de 1948”, señalan.
Decíamos que en aquellos tiempos había mucho público aficionado, y no faltaban corredores a pesar de la escasez de premios y ayuda a los participantes. “Podías ganar una carrera en El Rincón o Tetuán en olor de multitudes y verte, minutos después, sentado en una acera comiendo un bocadillo preparado por tu madre. Alguna carrera ganó Juan Rosso usando unos tubulares que le alquilaba a última hora su primo por 12 pesetas, porque los suyos no ofrecían demasiadas garantías para afrontar la competición”, añaden.
“Leo en un número de El Faro de aquel entonces que Juan Rosso iniciaba un viaje para participar en varias carreras en algunas ciudades andaluzas. Lo que no decía el periódico es que una vez desembarcado en Algeciras iba en bicicleta -mochila al hombro- hasta Almería, Granada, Sevilla o donde tuviera que participar. En uno de estos viajes una vez llegado a Murcia se suspendió la carrera debido a las inundaciones habidas en la capital- aunque él ya se lo olía- porque había soportado verdaderos chaparrones mientras pedaleaba desde Algeciras. Al final de esta ronda- de ingresos más bien escuálidos- contó con la ayuda de un sacerdote en Algeciras para poder costearse el regreso en barco. Eso sí, como reza en el periódico que anunciaba el inicio del periplo ‘este viaje fue autorizado debidamente por la Junta Central de Educación Física y Deportes”.
En fin, en la Vuelta a Málaga de 1947 cuando se veía “festejando “el que sería su gran triunfo en la Península al presentarse junto a un corredor local a 100 metros de la meta para disputar el sprint, “una moto con un periodista malacitano lo arrincona contra las vallas yendo al suelo ambos corredores. Fue sexto y entró a pie, sangrando por todos lados y portando la bicicleta al hombro”.
A la Vuelta a Cataluña acudió en representación de la ciudad de Ceuta con toda la ilusión del mundo y una subvención de 1000 pesetas otorgada por el Ayuntamiento. Iba por libre, sin equipo ni apoyo, a competir con Miguel Poblet, Langarica, Berrendero y compañía. Las averías y pinchazos los reparaba él sobre la marcha. Se le rompió la cadena subiendo a Los Passos de Peguera (Puerto de 1ª categoría), y un espectador que vivía en las cercanías le trajo un destornillador y unos remaches, pues bien, aún enlazó con algunos descolgados. Lo que no pudo superar en la cuarta etapa fue la rotura de la horquilla de la bicicleta al hundirse la rueda en un bache. Rodó al suelo agarrado al manillar, ya separado de la bicicleta, y acabó en la caja de madera del camión escoba que lo depositó en la estación de Ripoll con el billete de tren hasta Algeciras.
“Desde el punto de vista financiero no le fue mal del todo aquella experiencia porque la Volta pagaba comida y pensión solo si entrabas entre los veinticinco primeros. O sea que tal vez antes del accidente estaría preocupado en la localización de otro cura, como en Algeciras”.
Pero su trayectoria como ciclista no terminó en la carretera. “Terminó en La Playa del Chorrillo un verano de 1952 . Se le cruzó por delante una guapísima chica ceutí, Conchita Martínez Benzo, y como no había suficiente tiempo para todo, dijo adiós a la bicicleta. Alguna vez se les vio en un tándem por la carretera de Tetuán. No obstante, los domingos hasta su jubilación salía, siempre a buen ritmo y pedaleo redondo, con sus antiguos compañeros de fatigas por las rutas de Marruecos. Cada año incorporaban algún gregario nuevo que desde fuera se descubría fácilmente. Eso de pedalear redondo lleva su tiempo, luego no se olvida”.
Juan y Conchita tuvieron cuatro hijos, celebraron sus bodas de oro y vivieron muy felices relatándonos estas historias y otras que quedan para nuestro disfrute.
Ceuta y alrededores tienen buenas y exigentes rutas para la practica del ciclismo. Esta afición no se puede perder. Suban la Posición A, llaneen desde Santa Catalina a Benzú o lleguen a Tetuán. Y si tiene fuerzas atrévanse con el Monte Hacho, que si el día está cubierto y miran al cielo, tal vez puedan escuchar durante un instante la rodadura de aquel pelotón de Ceuta que ahora pasa fugaz, escondido en una nube alta, pero eso sí…pedaleando redondo.