Opinión

Hipatia, el centenario olvidado

Esta mañana, mientras paseaba por las orillas del Genil, aprovechando la bondad de este dulce veranillo de los membrillos que este año disfrutamos, me ha venido a la mente el nombre de la filósofa Hipatia de Alejandría (370 - 416), asesinada hace ahora quince siglos. Para ser exactos fue el pasado mes de marzo, acaso el mes de marzo del año anterior –no hay dos libros que coincidan-, cuando se cumplieron los quince siglos del horrendo crimen, pero nunca es tarde para recordar a esta mujer excepcional.

Hipatia fue una mujer  sabia y  cosmopolita –filósofa, científica, matemática, pedagoga, educadora de las élites de su tiempo y muchas cosas más-, pero, ¡oh desgracia!, pagana. Pagana en una época en la que los cristianos, gracias al emperador Constantino, ya tenían la sartén por el mango y consideraban enemigo a todo el que no pertenecía a su religión. “Quien no está conmigo, está contra mí”, es posible leer en los Evangelios.  La existencia de Hipatia, fiel seguidora del neoplatonismo de Plotino, era todo un escándalo para los fanáticos cristianos y muy especialmente para Cirilo de Alejandría (370 – 444), que algunos años después sería San Cirilo, el infatigable perseguidor de judíos y paganos, que veía en la filósofa el odiado enemigo que había que exterminar. Cirilo llevó a cabo su proyecto enviando al encuentro y persecución de la víctima a un grupo de fanáticos cristianos cuya misión era terminar con ella. Advierta de pasada el lector la valentía del santo Cirilo que, para asesinar a una mujer, tuvo que enviar una partida de quince o veinte hombres. Sabemos que el crimen se cometió un día de marzo del año 416, pero es imposible precisar la fecha exacta. El también filósofo Bertrand Russell, premio Nobel de Literatura, que ha investigado el caso, en su monumental “Historia de la Filosofía”, nos lo cuenta así:

San Cirilo era hombre de celo fanático. Usaba su posición de patriarca para incitar matanzas contra la colonia judía, muy numerosa, de Alejandría. Es principalmente conocido por el linchamiento de Hipatia, dama distinguida, que en una época de fanatismo, mostró su adhesión a la filosofía neoplatónica y que dedicó sus talentos a las matemáticas. Fue tirada de su carro, despojada de sus ropas, arrastrada a la iglesia y matada inmunemente. (…) Después de esto Alejandría ya no fue turbada por los filósofos. (Bertrand Russell.-Historia de la Filosofía, pág. 415)

No todos los investigadores que han tratado el caso están de acuerdo con esta versión que nos ofrece Bertrand Russell. Hay una minoría que considera que San Cirilo no tuvo nada que ver con la muerte de la filósofa y, en consecuencia, que el grupo de fanáticos cristianos que  asesinó a la filósofa surgió por generación espontánea. Lo mismo debe pensar la Iglesia cuando, algunos años después de su muerte, elevó a Cirilo a los altares proclamándolo santo y padre de la Iglesia; y, por si fuera poco, en 1882 el papa León XIII, sin necesidad de tesis ni tesina, lo elevó a  a la categoría de doctor. Sin embargo, las plumas más reputadas de los historiadores independientes insisten en la participación, al menos como incitador, de Cirilo en el asesinato de Hipatia. El más significativo es Sócrates de Constantinopla que afirma que Cirilo fue inductor del linchamiento de la conocida filósofa Hypatia, asesinada, despedazada, y quemada en marzo del (415) en la escalinata de una iglesia por un grupo de “cristianos” que la raptaron de su carruaje, a la salida de su última reunión con Orestes, no contento con ese hecho Cirilo desató una persecución que el escritor describe con charcos de sangre en las calles con gran crueldad.

Sin duda fueron estos charcos de sangre, y otros anteriores y posteriores, lo que le ha llevado al filósofo Michel Onfray a afirmar que el número de mártires que la Iglesia Católica ha sufrido, incluidas todas las persecuciones de los emperadores romanos, es muy inferior al número de mártires que la misma iglesia ha producido a partir del momento en que el emperador Constantino la declaró la religión oficial.

Si aceptamos la versión de los que creen culpable al santo doctor de Alejandría, nos encontraríamos con un caso que merece atenta meditación: el de un hombre que, además de santo y doctor de la Iglesia Católica, también es asesino o, al menos, inductor de un asesinato. ¿Uno solo? El historiador Sócrates habla de una “persecución que produjo charcos de sangre” y, si leemos con atención la cita de Bertrand Russell, también queda claro que el linchamiento y muerte de la filósofa Hipatia no fue el único pecadillo del santo Cirilo. Todo esto nos lleva a la inevitable pregunta que seguramente ya se ha formulado el lector: ¿Es posible lucir el título de asesino y santo a la vez? Doctores tiene la Iglesia que, sin la menor duda, sabrán responder a tan difícil enrevesada pregunta.

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