Cuando Emilia Harillo y Celia Cancho se conocieron corría el año 1947. En aquella España en blanco y negro comenzaron a tejer, hasta el día de hoy, sin imaginarse que acabarían haciéndolo "descocadamente" en público, en plena Plaza de los Reyes de Ceuta. Junto a ellas, un buen grupo de veteranas, pero también más jóvenes e incluso niños participaron este sábado en el Día Mundial de Tejer en Público.
Resulta hasta común que la costura y el tejido vehiculen las vidas, o al menos el ocio, de estas mujeres de la posguerra.
Cuenta Cancho, mientras come patatas fritas con una mano, y de puntadas con la otra, que con doce años cogió la aguja y no la ha soltado. Hacía la ropa en casa de sus padres, una vez se trasladaron a Ceuta al destinar a su padre militar a la ciudad. "Éramos siete y se trataba de colaborar", rememora la mujer de 86 años, que ya tiempo atrás obtuvo un título de modista que le enviaron desde "Nueva York".
Su mudanza al otro lado del Estrecho supuso entrar en contacto con Harillo, que este sábado seguía sentada junto a ella, tejiendo, a sus noventa años. Cuando se conocieron solo sumaban doce y dieciséis y formaban parte de la Asociación de Acción Católica.
Juntas viajaron mucho por Marruecos, siempre acompañadas de hilo y aguja. "Íbamos en el tren tan maravilloso que había a Tetuán y a Tánger. Aprovechábamos esos ratos para charlar de la vida y tejer", recuerdan con cierta nostalgia.
A pesar de la edad no paran. Lo de Cancho sorprende. Explica que cada mañana se levanta y "tras limpiar el polvo, los suelos y hacer la cama", inmediatamente se pone a coser. Dice que ya no come "mucho", pero el tejer junto a su amiga espera que sea "para siempre".
Diez años más joven que la menos veterana de las anteriores, María Victoria Ramos es también hija de militar. Ella tampoco se imaginaba cuando con siete años empezó a ponerse el dedal, que acabaría haciéndolo sin pudor en plena Plaza de los Reyes: "Era otra España", subraya.
"A mi me enseñó mi abuela. Se dedicaba a arreglar los trajes de los militares. Iba con ella a cogerlos, los llevábamos a su casa arriba del Pasaje Recreo y así me fui metiendo", abunda.
Toda la vida fue su ocio y ahora es su "salvación", pues desde que su marido falleció hace seis años, ha encontrado en el ganchillo su "refugio". "Fue de un día para otro", relata apenada. Frente a esa tristeza, la alegría de "las tardes con las amigas tejiendo y charlando", la ha mantenido con ilusión. No hablan en esas charlas de hombres, "más bien nada, solo de la vida en general", ríen.
También reconocen "picarse" un poco entre ellas. Lo que las lleva a mejorar. En cualquier caso, todo es por una buena causa. "Donamos lo que hacemos a un centro en el que estamos que se llama 'Tejiendo con Corazón", destaca Ramos.
Mientras habla, llega la visita menos esperada. La australiana Railene Preston las ve tejer y decide sentarse. Viene de Camberra y se encuentra junto a su marido viajando "por Marruecos" durante "ocho meses". De paso en Ceuta no lo duda, se sienta y sin reparos, se pone a crear un hilo más de la amistad tejida, en esta ocasión, a la vista de todos.
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