Opinión

Un héroe legionario

Domingo Piris Berrocal, fue un legionario extremeño, nacido en Herrera de Alcántara el 2-08-1901, siendo el penúltimo hijo de una prolífera familia de diez hermanos, cuyos padres, campesinos de origen modesto, fallecieron ambos prematuramente, dejando a toda su extensa prole en la más desdichada desventura.

En 1920, Millán Astray acababa de fundar La Legión, cuyo cuartel general estaba entonces en Dar-Riffién, pequeña localidad de Marruecos en el Norte de África, próxima a Ceuta, entonces perteneciente al viejo Protectorado español en el vecino país. En la Península, los Banderines legionarios de Enganche estaban ubicados en provincias, siendo los que pasaportaban a los aspirantes voluntarios hasta Dar-Riffien, vía Ceuta, final del periplo viajero; por eso, la preciosa ciudad ceutí fue tan merecidamente llamada (y todavía hoy es conocida como: “Cuna de La Legión”), donde el Fundador, Millán Astray, recibía a los enganchados y los arengaba diciéndoles que habían llegado para morir, inculcándoles de entrada el culto a la muerte.

Yo mismo estuve destinado en Dar-Riffien en 1959, cuando estaba allí de guarnición el Tercio Duque de Alba, 2º de La Legión; aunque no estuve porque fuera legionario, sino por haber sido agregado temporalmente al Cuerpo de élite legionario con ocasión del cumplimiento de mi Servicio Militar. Mi Unidad de origen fue el Grupo de Transmisiones nº 1 de Ceuta, en el que ingresé voluntario e1 1-09-1958, con sólo 16 años, habiendo cursado y obtenido en el mismo las especialidades de Radiotelegrafista de 2ª y de 1ª, Teletipista, Celador de Líneas y Jefe de Centro de Trasmisiones.

Paralelamente, fui ascendiendo de forma sucesiva a cabo y luego a cabo primero y, como mi formación en materia de Transmisiones fue amplia, fui destinado como jefe de la Emisora radiotelegráfica de Dar-Riffi, entonces encargada de mantener las comunicaciones de La Legión con Ceuta y, además, más con una red de cuatro emisoras más que entonces cubrían las comunicaciones por radiotelegrafía (Morse) en el interior del Protectorado con estaciones de radio instaladas en Tetuán, Telata de Ángera, Kudia Taifor y Rincón del Medik, entonces destacamentos de tropas españolas.

Y aquel legionario, también extremeño, Piris Berrocal, tan bajito, menudo, enjuto y lampiño, que, cuando, días antes se había presentado voluntario, para ser legionario, en el Banderín de Enganche de Cáceres, ni siquiera dio la talla exigida, lo que era un escollo insalvable en La Legión; porque, ¿quién no ha visto desfilar a los legionarios con tanta destreza, marcialidad, cabeza alta, mirada y gesto altivos, camisa a pecho casi descubierto y henchido; cuyos miembros son instruidos inculcándoles mucho valor, dureza, intrepidez, acometividad y férrea disciplina, junto con los principios de compañerismo, culto a la muerte, permanente entrega y sacrifico, pues llegaban entonces a Ceuta y se les adiestraba para prestar excelentes servicios a la Legión, al Ejército y a España?.


Y eso, era y sigue siendo hoy así, porque su fundador, Millán Astray, consiguió inyectarle su férreo Credo legionario, con el que eran formados en acendrados valores, como ser valiente, luchar hasta la muerte, deber de socorro, recoger y no abandonar nunca a ningún compañero muerto en combate, ser el cuerpo más veloz, más resistente y más glorioso, pedir siempre entrar en combate, cavar trincheras y trabajar duro hasta caer reventado, tener espíritu de acometividad, de entrega y sacrificio.

Aquellos viejos legionarios que en 1959 yo conocí en Dar-Riffien, llevaban barba larga, numerosos tatuajes en todo el cuerpo, con el Escudo de La Legión, su Cristo de la Buena Muerte, cariñosas alusiones a sus madres y novias tatuados.; cantaban al unísono el himno legionario. La vida en La Legión era entonces muy dura, había una férrea disciplina y ciega obediencia, se saludaban enérgicamente desde el cabo hasta el general, respondiendo siempre al saludo el superior, porque se decía que, con el saludo, el inferior comunicaba superior algo así, como: “Estoy dispuesto para servir a la Patria”. A lo que el superior contestaba con el suyo: “Y yo también”; casi todos los desplazamientos los hacían marchando con prontitud y viveza, desfilando solían hacerlo a paso ligero, cavaban caminos, zanja, levantaban muros y paredes y, en todo acuartelamiento legionario, no podía faltar el escudo de la Legión dibujado sobre el suelo en el lugar más visible y placentero para que se viera a distancia.

Los arrestos más graves los cumplían en el Pelotón de Castigo, que era tan duro que a veces preferían automutilarse para estar rebajados de servicios, a sabiendas de que luego les costaba cumplir un severo castigo en un centro penitenciario y ser expulsados del Cuerpo; hacían mucha instrucción y marchas nocturnas forzadas, simulacros ofensivos y defensivos; celebraban mucho el Sábado Legionario, con revista personal y de armas, practicaban mucha gimnasia y deportes. Ver a los legionarios desfilar en la Semana Santa de Málaga, cantando su himno, con su Cristo muerto en la cruz levantado en alto, hace vibrar al público alborozado y pone los bellos de punta; eso sí, la comida era siempre buena y abundante, especialmente vigilada por sus jefes. Creo que en la actualidad, sin haber perdido sus principios esenciales, pero la Legión está ya más humanizada, con mayor formación cultural y de armas, más apreciada, mejor considerada y más valorada; tratándose de personal muy cualificado y de perfectos caballeros legionarios en todo su talante, comportamientos y actitudes.


Pues, cuando a Piris Berrocal le comunicaron su inutilidad para el servicio, muy decidido e intrépido él, con firme determinación, respondió alto y claro: ¡Yo he venido aquí a ingresar en la Legión!. El médico que lo talló, al ver tan consistente y decidida voluntad, más la serie de desventuras por las que estaba atravesando su familia, se apiadó de él, reconsideró su anterior decisión y terminó declarándolo apto y útil para el servicio.

Y vaya si resultó ser útil, porque aquel hombrecillo tan “bajito”, con cara de niño imberbe y aparentemente frágil, luego, con su grandeza de espíritu legionario y heroico valor militar, llegó a ser quien alcanzara el más “alto” empleo en la Escala Legionaria, habiéndose ganado a pulso sus sucesivos ascensos por méritos de guerra, desde legionario hasta teniente coronel, de forma excepcional para él, porque el mayor ascenso que en dicha Escala se puede alcanzar es el de comandante, a tenor de la normativa reguladora de dicho Cuerpo.

Eso, nos está indicando el excepcional valor y las acrisoladas virtudes militares que adornaban al extremeño. Y conste que no soy militar, sino completamente civil y nada hay que a mis 82 años de edad me vincule a la vida castrense que no sea mi admiración; por lo que el juicio que aquí emito sobre Piris Berrocal pretende ser aséptico, imparcial y objetivo.

"Piris juró bandera el 21 de octubre de 1920, siendo destinado a la 4ª Compañía"

Piris, juró bandera el 21-10-1920, siendo destinado a la 4ª Compañía. Su bautizo de guerra lo tuvo en las operaciones de Sidi-Amaran de agosto de 1921, siendo ascendido a cabo por méritos de guerra. El 10-10-1921 tuvo otra valiente actuación en Monte Arbaa y en Sidi-Salam y, al haber resultado herido grave, días después, fue ascendido a cabo primero, también por méritos de guerra. En ese mismo año, igualmente por méritos acumulados de guerra, fue ascendido a sargento; y por idénticos motivos ascendió a brigada y así, sucesivamente, hasta teniente coronel.

Participó en más de 50 acciones de guerra, fue citado como “muy distinguido” en 33 ocasiones, intervino en más de 400 combates, fue propuesto 3 veces para la Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar, y otras 3 veces para la Medalla Militar individual, aunque finalmente sólo le fue concedida esta última. Fue 10 veces herido en campaña, por lo que lucía en su brazo otros tantos ángulos dorados que daban fe de sus heridas, y fue hasta 28 veces condecorado con otras tantas medallas.

Parecía con su penúltimo ascenso a comandante haber alcanzado la cima de su brillante carrera militar, toda ganada a base de su derroche de valor y de regar con su sangre los campos de batalla; pero tenía un “Currículum” tan plagado de valerosos hechos de armas que, por Decreto de 2-08-1961 de la Jefatura del Estado, fue ascendido a teniente coronel, con carácter “excepcional”, habiendo sido el único miembro del Cuerpo que, procedente de legionario, alcanzara tal empleo. Pasó luego a la situación de retirado el 16-08-1963; no obstante, continuó asistiendo a actos militares, dando conferencias y teóricas a los legionarios, apareciendo en revistas, formaciones y actos institucionales ante los que era presentado y tenido como ejemplo de valor y de todas las demás excelentes virtudes militares.

Falleció en Madrid el 28-04-1980 a la edad de 79 años. Dos días antes de su muerte se sintió gravemente enfermo con intensos dolores. Cuando se percató de que se iba a morir, pidió con mucho empeño que quería ver al general inspector de La Legión para personalizar en él su despedida para siempre del Cuerpo. El general se hallaba camino de una visita de inspección, pero en cuanto le informaron de los firmes deseos del más caracterizado y emblemático de sus legionarios suspendió los actos programados y no dudó en acudir como si al grito de ¡A mí la Legión! se tratara.

Mientras el general llegaba, los médicos trataron de calmarle los fuertes dolores que estaba sufriendo, pero él se negó rotundamente porque toda su ilusión se centraba en estar despierto y lúcido para cuando su jefe llegara. Efectivamente, presente ya el general Inspector de La Legión, ambos se fundieron en un fuerte abrazo legionario y así quiso despedirse del Cuerpo al que tan entrañablemente se sentía unido como colectivo por lazos de compañerismo, hermandad, lealtad, solidaridad y sangre vertida en común al servicio de España.

"Piris Berrocal falleció en Madrid el 28 de abril de 1980 a la edad de 79 años"

Ambos, jefe de La Legión y teniente coronel legionario, se dieron el más grande de los abrazos y un reguero de lágrimas surcó sus rostros, Piris, sólo cuando el general se marchó permitió que los médicos le inyectaran el calmante que habría de paliar su insoportable dolor. A los dos días falleció cristianamente en Madrid con la entereza con que saben hacerlo los valientes. Mi hermano Emiliano, comandante de Ingenieros, me presentó un día en Madrid a dos de sus nietas, a las que, hablando de su abuelo, parecían encendérsele sus ojos.

He logrado localizar una esquela mortuoria que le dedicó la Legión, publicada en el diario ABC del día 29-04-1980, donde se lee: “La Legión, fiel a sus héroes, rinde honor a su recuerdo e historial legionario”. No podía ser de otra forma. El espíritu legionario así lo exige, no abandonar a ningún compañero caído. También, el BOE nº 47, de 24-02-1965, página 2877, una Orden del Ministerio del Ejército de 10-02-1965, por la que se disponía el cumplimiento en sus propios términos de una sentencia del Tribunal Supremo (TS), dictada el 4-12-1964, recaída en el recurso contencioso-administrativo interpuesto por el teniente coronel Piris contra la Orden del entonces Ministro Menéndez Tolosa, de 4-12-1963, denegándole el ascenso a coronel que había solicitado, quizá movido por la ilusión de ser todavía más “excepcional” en el servicio a La Legión para poder así servir de ejemplo de valor, de entrega y de sacrificio a sus propios compañeros, pero la solicitud le fue denegada por no estar entonces previsto tal ascenso en la normativa reguladora.

Personalmente, pienso que su posible ascenso póstumo a coronel podría haber sido motivo de encomio, estímulo y ejemplo para los componentes de La Legión, saber que uno de sus compañeros antepasados consiguió, pese a ser tan pequeño, ser a la vez tan “grande” en valor y espíritu legionario, que a base de haber regado con su sangre y de haberse dejado jirones de su cuerpo en los campos de batalla, alcanzó el más alto empleo militar en la Escala Legionaria, con carácter “excepcional” sólo para él, concedido directamente por el Jefe del Estado como gracia especial. Todo un héroe y una excelente persona. Vaya mío para él su muy merecido recuerdo.

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